viernes, 21 de marzo de 2025

Luz y tinieblas.

Luz y tinieblas 

Dos símbolos primordiales caracterizan estos días: la luz y las tinieblas. Nos remontamos al inicio de la creación, pero en este caso no es sólo la acción de Dios la que separa el día y la luz de la oscuridad de la noche, sino la libertad del hombre. 

El texto de Isaías del Segundo Canto del Siervo de Dios se manifiesta como un diálogo entre el Señor y el llamado, un diálogo con cierta dificultad, porque la “visión” de Dios no coincide exactamente con la del Siervo, que manifiesta a Dios sus desilusiones. 

Por una parte, reconocemos lo que el Señor ha realizado, concediendo a su Siervo los dones necesarios para cumplir su misión: ha hecho de mi boca una espada afilada, me ha escondido a la sombra de su mano, me ha hecho una flecha aguda, me ha puesto en su aljaba. Pero el llamado encuentra dificultad en cumplir su mandato, porque la Palabra que está llamado a pronunciar parece no ser aceptada. 

Ante esta dificultad, el Señor no lo consuela, sino que amplía el horizonte de su misión, llamándolo a ser luz para las naciones y heraldo de salvación para toda la tierra. Será lo que les sucederá a Pablo y Bernabé en Antioquía: como los judíos no acogieron el Evangelio, se dirigieron a los paganos quienes, llenos de alegría, acogieron a los apóstoles (cf. Hch 11). 

En esta imagen luminosa encontramos las palabras de Jesús que, después de la elección de Judas, sabiendo que había cumplido la voluntad del Padre, dice: Ahora ha sido glorificado el Hijo del Hombre, y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios fue glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo, y le glorificará enseguida. 

Hay un gran misterio de luz en esta adhesión total del siervo de Dios a la voluntad del Señor: es esta adhesión la que se convierte en la condición para manifestar la gloria de Dios. 

Pero también hay oscuridad y noche. 

Es aquella sombra y tiniebla en la que Judas se sumerge con la elección de traicionar a Jesús, pero es también la de Pedro y los demás discípulos que, ante el anuncio de la traición, se miran. 

Es todavía de noche para Pedro, quien ante el anuncio de la partida de Jesús, no es capaz de ver su frágil corazón que lo llevará, esa misma noche, a negar a Jesús. 

Misterio de luz y de tinieblas, misterio de gloria y de traición. 

La Pascua que se acerca pedirá a todos pasar de las tinieblas a la luz, porque el problema para cualquier discípulo no es ser tinieblas, sino dejarse guiar con confianza por Jesús, para ser conducido a la luz de la resurrección, donde no habrá noche, ni dolor, ni luto, ni llanto, sino paz y alegría con Dios. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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