Con León XIV
Y tú, ¿qué opinas del nuevo Papa? Esta es la pregunta que otros me han hecho desde ayer a la tarde y la que también yo me hago. Y, en realidad, no puedo pensar nada, en el sentido estricto de la palabra. Solo puedo confesar que me ha gustado su rostro, su sonrisa emocionada y esa hoja en la que escribió, supongo que rápidamente, las notas de su primera bendición “Urbi et Orbi”. Quizás, a partir de esto último, pueda esbozar alguna esperanza. Pero nada más.
Las primeras palabras de León XIV siguen literalmente a las últimas palabras de Francisco: «¡La paz sea con todos vosotros! Esta es la paz de Cristo Resucitado, una paz desarmada y una paz desarmante». Espero, por tanto, que León XIV se haga eco y amplíe —entre las personas, las familias y todos los pueblos— la «voz débil pero siempre valiente» de Francisco contra todo rearme, porque no es con el rearme como se puede buscar «la paz» y «la justicia», vencer el «miedo» y hacer realidad la convicción de que «el mal no prevalecerá».
Inmediatamente después, León XIV puso el acento en otra imagen igualmente cercana al testamento espiritual de Francisco, depositado en la homilía de Pascua. El nuevo Papa no habló efectivamente de un Cristo que «hay que buscar en otra parte», sino que dijo claramente que Él, con su «luz», «nos precede» siempre.
La esperanza, por tanto, es que esta precedencia de Cristo aclare aún más que cualquier evangelización misionera del mundo, por mucho que este lo «necesite», solo es posible si Él es «el puente». La Iglesia, empezando por la de Roma, debe «limitarse» a «construir puentes, con el diálogo, con el encuentro», «siempre abierta a acoger (...) con los brazos abiertos (...) a todos los que lo necesitan».
Por último, en este tiempo de reposición posmoderna de un soberanismo nacional e internacional decimonónico —por desgracia, siempre precursor de la guerra—, fue provocador por parte del «agustino» León XIV recordar como única «patria» aquella ciudad de Dios que Él «nos ha preparado». No una nación específica, ni un conjunto igualmente específico de naciones. Sino un «otro lugar», una «alteridad» —y esta es otra esperanza— hacia la que dirigirse de ese modo «sinodal» que debería ser la característica principal de una Iglesia que «busca» y que, por lo tanto, se pone a la escucha de todo y lo discierne todo.
En cuanto al resto, está el nombre elegido. En el Islam, Alá tiene 99 nombres hermosos, pero el centésimo es secreto. Aquí conocemos algunos de ellos, incluso en su ambivalencia, incluso trágica.
Fray León fue amigo íntimo de Francisco de Asís, León I detuvo a Atila, León II confirmó el sexto concilio ecuménico y León XIII escribió la primera gran encíclica social. Pero otros León representan momentos menos salvadores y más peligrosos de la historia de este nombre papal: León III coronó a Carlomagno. León IV construyó las murallas leoninas (contra los sarracenos). León IX murió poco antes del cisma con la Iglesia ortodoxa, mientras que León X excomulgó a Martín Lutero.
¿Qué León encarnará el hasta ahora cardenal Robert Francis Prevost? Solo la historia de los próximos años nos lo revelará. Nosotros podemos,
como él nos pidió, «ayudarnos» y «ayudarle» a ser
el Papa de una Iglesia que busca: la paz desarmada y desarmante, la luz
de un Cristo que siempre nos precede, una patria diferente a la del poder.
Por lo demás, Robert Francis Prevost es estadounidense, pero es el menos estadounidense de los cardenales estadounidenses, ya que, aunque procede de Norteamérica, ha sido misionero en Sudamérica, es licenciado en Derecho Canónico y es religioso agustino...
Mientras se esperaba al nuevo papa, los perfiles de los periódicos, los telediarios, los sitios web, las entrevistas... parecían obedecer a las expectativas de una figura-síntesis. El Papa, de hecho, no podía ser solo teólogo, o solo pastor, o solo… El Papa tenía que ser un poco de todo. La biografía de Robert Francis Prevost parece obedecer a estos amplios y repetidos deseos. Es un rostro que agrupa diferentes rostros. Pero, obviamente, no lo es todo: es solo un poco de todo.
Por lo tanto, a partir de hoy, para él y para la Iglesia comienza el largo y difícil proceso de aclimatación recíproca. Para intentar ser, al menos un poco, todo, tendrá que renunciar necesariamente a pretender ser todo por sí solo.
En la Iglesia de León XIV está escrita la necesidad vital de la dimensión comunitaria, sinodal. La Iglesia debe ser cada vez más «asamblea», «convocatoria» («iglesia» es en griego «ekklesìa», del verbo ekkalèin, que significa «convocar», «reunir en asamblea»). El nombre dice lo que es, lo que debería ser, la Iglesia. Pero debe serlo sobre todo hoy, cuando las diversidades se hacen estridentes y la comunidad, fatigosa. El Papa podrá acercarse a este ideal, aclimatarse a esta «vocación» con mucho esfuerzo y mucha paciencia.
Pero, mientras el Papa debe aclimatarse al vasto ideal de la vocación, la Iglesia deberá aclimatarse a él. Y la Iglesia deberá aprender a tomar nota de que el Papa siempre debería ser todo, pero que nunca lo es. Por lo tanto, a partir de hoy, la relación de la comunidad eclesial con él deberá estar también hecha de mucha paciencia, de caminos de aceptación, de pequeñas decepciones saludables, vividas y aceptadas.
La Iglesia está formada por estos hombres y estas mujeres. Y el Papa es este hombre, este, no otro. La Iglesia no está en los grandes sueños, sino en la realidad humilde y modesta.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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