viernes, 9 de mayo de 2025

Perfil bajo.

Perfil bajo 

Hacía referencia (San Ignacio de Antioquía) a ser devorado por las fieras del circo —y así ocurrió—, pero sus palabras evocan en un sentido más general un compromiso irrenunciable para cualquiera que en la Iglesia ejercite un ministerio de autoridad, desaparecer para que permanezca Cristo, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado (cf. Jn 3,30), gastándose hasta el final para que a nadie falte la oportunidad de conocerlo y amarlo. Que Dios me conceda esta gracia, hoy y siempre, con la ayuda de la tierna intercesión de María, Madre de la Iglesia” (Homilía del Papa León XIV en la Capilla Sixtina el 9 de mayo de 2025). 

Navegando por el mundo de la motivación se pueden encontrar muchos libros y algunos son una verdadera fuente de inspiración. Otros textos, sobre todo, pero no solo, escritos por autores estadounidenses, llegan incluso a enumerar reglas para motivarse y motivar a los demás, y al mismo tiempo tomar las riendas de la propia existencia. Todo maravilloso y bonito, pero en cuanto a su utilidad práctica... 

Así que, después de varios años dedicados a labores de gobierno, he pensado en enumerar algunas frases que he escuchado bastante a menudo con estas mismas expresiones u otras palabras afines: 

  • ¿Pero quién te obliga a hacerlo?
  • Déjalo estar.
  • Haz lo que te digan.
  • Siempre se ha hecho así.
  • No te enfrentes a quien decide y manda.
  • Si quieres vivir tranquilo, acostúmbrate a decir que sí.
  • ¿Pero qué ganas con eso?
  •  ... 

Obviamente, podría seguir citando estas perlas de sabiduría popular institucional u organizacional, pero el problema no es hacer una lista precisa, sino comprender por qué estas frases suscitan aprobación y se consideran extremadamente sabias. 

La duda, voy a llamarla así, de que esconden un mínimo de estrategia autoconservadora me ha surgido más de una vez. Hay instituciones en las que ser proactivo, propositivo, creativo y todo lo que termine en «ivo» se interpreta como patológico y se trata como tal. 

Y es obvio que en esas instituciones la tentación de atar el burro donde quiere el amo puede ser no solo fuerte sino más que fuerte: un síntoma de una inteligencia social que permite leer adecuadamente el contexto. 

Pensando en esto, me viene a la mente una pequeña historia, que algunos formadores conocen, pero que a menudo evitan utilizar, y es la historia de un incendio en el bosque. 

Todos los animales huyen del fuego, encabezados por el poderoso elefante, que con sus colmillos crea un camino para todos los demás. Mientras huyen, los animales se encuentran con un petirrojo, que en cambio vuela hacia el incendio. El elefante se detiene y le dice: «Detente, vas en la dirección equivocada, vas hacia las llamas», pero el petirrojo, reteniendo una gota de agua en el pico, responde: «Lo sé, pero quiero aportar mi granito de arena». 

Está claro que un incendio no se puede apagar con una gota de agua. Está claro que, a menudo, cuando estamos en una institución, ir en contra de la cultura informal de referencia no siempre es una buena idea, y también está claro que el petirrojo «probablemente» no acabó bien. Si nos detuviéramos en esta reflexión, las frases que he enumerado serían efectivamente un claro indicio de inteligencia y sabiduría, pero hay un pero. 

Las personas que interpretan y viven las máximas del «perfil bajo» tantas veces también tienen la fuerza de hacer sentir estúpido a quien hace algo diferente... Un elemento que me parece interesante es el siguiente: la institución es un monolito abstracto y permite distribuir responsabilidades de forma difusa, evitando atribuir responsabilidades personales, algo así como «es el sistema el que no funciona». Y, sin embargo, el sistema está formado también por personas… 

Yo creo que el «perfil bajo» pretende ser una llamada, una invitación, ¿una provocación? a considerar la contribución de las pequeñas cosas de la reflexión paciente y del trabajo discreto. 

Esta atención a las contribuciones individuales puede conducir a una reducción de escala, a razonar sobre microsistemas en los que las pequeñas cosas tienen un gran peso, realidades complejas, pero con la ventaja de no necesitar grandes medios para ser imaginadas, soñadas, exploradas, o, en su caso, modificadas. 

Por el contrario, la misma atención a las diferentes aportaciones, por pequeñas y modestas que sean, puede poner de relieve el aspecto relacional, la macro-red de conexiones que involucra a cada objeto o persona. 

El «perfil bajo» se presenta, por tanto, como una clave de lectura: es una forma de leer que se fija en los elementos cambiantes de la complejidad, identificando un vínculo entre las diferentes cooperaciones y el proceso en su totalidad. 

¿Cuál es el perfil que nos muestra la realidad cuando la analizamos desde abajo? Quiero creer que el «perfil bajo» también puede convertirse en matriz de nuevas posibilidades operativas. 

Cuando el ego y las apariencias toman el control, es fundamental que alguien nos recuerde la importancia, la necesidad de mantener un «perfil bajo». 

Debemos utilizar la humildad como fuerza y poder oculto, ya que la humildad no significa ser débil. Al contrario, la humildad es una fuerza que permite reconocer los propios límites y estar abierto a aprender continuamente. 

Un líderazgo humilde es más propenso a escuchar y valorar las opiniones de los demás, creando un ambiente de reflexión y de decisión colaborativo e innovador. Y, por qué no decirlo, más sinodal. 

Mantener un «perfil bajo» ayuda a construir relaciones auténticas y duraderas. Las personas solemos ser más propensas a confiar y respetar a quienes no buscan constantemente llamar la atención, lo que conduce a una red de contactos más sólida y a oportunidades de crecimiento. 

Centrarse en los procesos y en los resultados, no en el reconocimiento personal. Este enfoque no solo mejora el rendimiento, sino que también demuestra un compromiso genuino con la reflexión y el trabajo de todo el equipo. 

Un líderazgo que mantiene un «perfil bajo» y se mantiene humilde se convierte en un ejemplo positivo para su equipo. Esta actitud inspira a los demás a hacer lo mismo, creando una cultura como institución u organización basada en el respeto mutuo y el crecimiento colectivo. 

Mantener un «perfil bajo» y ser humilde no solo enriquece la trayectoria personal y de todos, sino que también contribuye a crear un entorno más saludable. Siempre podemos recordar que la verdadera grandeza reside en la capacidad de reconocer el valor de los demás y, junto con ellos, construir un futuro de luz y armonía trabajando juntos por un objetivo común. 

Un liderazgo eclesial con un «perfil bajo» puede ser aquél que, a pesar de ocupar un puesto de mando o influencia, intenta no llamar demasiado la atención. No se esfuerza por estar siempre en primera línea, sino que prefiere un enfoque más discreto, reservado y humilde. 

Un liderazgo de «perfil bajo» puede ser percibido como más accesible y menos amenazante. Este tipo de liderazgo puede ser especialmente eficaz en circunstancias y situaciones en las que son importantes el discernimiento y la decisión más sinodales. 

En resumen, un liderazgo eclesial con un «perfil bajo» - con la humildad del que escucha, inspira, cree, confía, delega, colabora …- es un liderazgo que, a pesar de tener autoridad, busca crear un ambiente de empatía, simpatía, sintonía, …, en la que se haga posible y se verifique realmente una sinodalidad activa, clara, transparente. 

En determinadas situaciones es necesario mantener un «perfil bajo» en la gestión de las instituciones y organizaciones. Y también puede ser útil en algunas circunstancias. 

¿Son las actuales unas circunstancias o situaciones que requieran un Pastor también de «perfil bajo» en la Iglesia cristiana católica universal? ¿Y en las Iglesias Locales? 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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