Algunos desafíos del Papa León XIV
El pontificado de León XIV comienza con retos decisivos
para el futuro de la Iglesia. Robert Francis Prevost hereda un contexto
eclesial que ha vivido doce intensos y a menudo tensos años de Francisco, entre
reformas, debates y enfrentamientos dentro de la galaxia católica.
Una de las cuestiones centrales es la sinodalidad: no se trata solo de un estilo pastoral, sino de la forma misma en que se ejerce la autoridad en la Iglesia. En el hospital, poco antes de morir, Francisco firmó los documentos para la puesta en marcha de la continuación del Sínodo, con un itinerario que conducirá a una asamblea eclesial dentro de tres años.
La colegialidad toca el corazón del gobierno eclesiástico y la forma en que se ejerce la autoridad eclesiástica. Francisco ha promovido una Iglesia en la que se escucha a los laicos y a las mujeres para tomar decisiones. El Sínodo ha propuesto una mayor corresponsabilidad entre las jerarquías y el Pueblo de Dios en la orientación de la Iglesia. A todos los niveles: Santa Sede, diócesis, parroquias. Pero no todos están de acuerdo: algunos cardenales y obispos temen que la sinodalidad pueda debilitar la dimensión jerárquica y doctrinal, cediendo a las presiones culturales.
León XIV tendrá que decidir si reforzar las estructuras
sinodales —como un consejo sinodal permanente, con la presencia de fieles— o
volver a un modelo más centrado en el obispo de Roma y en la Curia romana. Sus
palabras desde la Loggia della Benedizione son indicativas: «Queremos ser
una Iglesia sinodal».
La crisis más profunda y dolorosa, la que afecta a la
credibilidad de la Iglesia, sigue siendo la de los abusos. León XIV no podrá eludirla. Está llamado a reforzar la tolerancia cero
proclamada por Francisco, superando las ambigüedades que aún persisten en
algunas diócesis y conferencias episcopales. Se necesitan criterios claros,
procedimientos rápidos y una comunicación transparente. El Papa será juzgado
por cómo defienda a las víctimas, no por cómo proteja a la institución.
El nuevo pontífice también ha heredado un tema delicado como es la aplicación de la Fiducia supplicans, la declaración vaticana que abre la puerta a la bendición de las parejas homosexuales. El cardenal Prevost había abogado por un mayor papel interpretativo de las conferencias episcopales locales, teniendo en cuenta las diferencias culturales. León XIV tendrá que equilibrar la doctrina, la misericordia, la acogida y la unidad eclesial. Quienes lo conocen bien dan a entender que podrá frenar esta huida hacia adelante.
En cuanto a los sacramentos, León XIV se ha pronunciado a favor de la comunión para los divorciados vueltos a casar, siguiendo la línea trazada por Amoris Laetitia de Francisco. También aquí está en juego la capacidad de la Iglesia de ser madre acogedora, no solo jueces de las fragilidades humanas.
«La paz sea con todos vosotros»: estas fueron las primeras palabras pronunciadas por el nuevo Papa. Hoy, la Iglesia se asoma a un mundo aún más lacerado. Las guerras olvidadas y los conflictos globales —desde Ucrania hasta Oriente Medio— hacen urgente una renovada misión diplomática de la Santa Sede. El Pontífice está llamado a continuar la delicada tarea de mediación que ha caracterizado el pontificado de su predecesor.
El Papa puede hablar a todos, incluso a los enemigos, precisamente porque no representa a una parte, sino a la humanidad herida. Su tarea no es proporcionar soluciones técnicas o geopolíticas, sino mantener abiertos los canales de diálogo, apelar a la conciencia de las naciones y dar voz a las víctimas. León XIV deberá reforzar el papel de la Iglesia como constructora de puentes, aprovechando la red global de nuncios apostólicos y valorizando la diplomacia silenciosa del Vaticano.
En sus primeras palabras, insistió en una «paz desarmada y desarmante», que nace de la confianza en Dios y se construye con gestos concretos, escucha, paciencia y tenacidad. En una época marcada por el rearme y la multiplicación de los conflictos, esta será una de las pruebas más delicadas y visibles de su pontificado.
Por último, León XIV dejó claro que quería mantener la centralidad de los pobres en el magisterio, siguiendo los pasos de Francisco. León XIV tendrá que decidir cómo recoger este testigo y relanzarlo, reforzando la acción social de la Iglesia y apoyando una pastoral que sitúe en el centro a los últimos, no como destinatarios pasivos, sino como protagonistas de la vida eclesial. En un mundo marcado por las crecientes desigualdades, las crisis migratorias y la precariedad generalizada, esta orientación no es solo una opción espiritual, sino una elección política en el sentido más alto del término: significa ponerse del lado de los que no tienen voz, contra toda forma de exclusión.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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