jueves, 10 de julio de 2025

El lugar de Dios está siempre entre los últimos de la fila.

El lugar de Dios está siempre entre los últimos de la fila 

Jesús desconcertaba a los bienpensantes: era un rabino que amaba los banquetes, le gustaba tanto estar a la mesa que le llamaban «glotón y borracho, amigo de los pecadores» (Lucas 7,34); hizo del pan y del vino los símbolos eternos de un Dios que da la vida, y del comer juntos una imagen feliz y vital del mundo nuevo. 

Les contó una parábola a los invitados, al observar cómo elegían los primeros lugares. Los fariseos: tan devotos, tan ascéticos en apariencia, y por dentro devorados por la ambición. Jesús los reprende citando un famoso pasaje de la antigua sabiduría de Israel: «No te enalteces delante del rey, ni te pongas en el lugar de los grandes, porque es mejor que te digan: «Sube aquí», que ser humillado delante de uno más importante» (Proverbios 25,7). 

Decía: Cuando seas invitado, ve y siéntate en el último lugar, pero no por humildad o modestia, sino por amor: me pongo detrás de ti porque quiero que tú seas servido primero y mejor. 

El último lugar no es una humillación, es el lugar de Dios, que siempre comienza por los últimos; el lugar de los que quieren parecerse a Jesús, que vino a servir y no a ser servido. 

Jesús reacciona a la eterna carrera por los primeros puestos oponiendo a estos signos de poder el poder de los signos. 

Ve al último lugar, no por un sentido de indignidad o de desvalorización de ti mismo, sino como signo de amor y creatividad. Porque gestos así generan un cambio radical, un giro en nuestra historia, abren el camino a una forma completamente diferente de habitar la tierra. 

Luego dijo al que le había invitado: «Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos». Porque ellos te invitarán a su vez, y esos son los lazos que mantienen unido un mundo inmóvil y conservador, que se engaña a sí mismo creyendo que se mantiene en un equilibrio ilusorio de dar y recibir. 

Tú, en cambio, haz como el Señor, que ama primero, ama sin esperar nada a cambio, ama sin condiciones: cuando ofrezcas una cena, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos. Acoge a los que nadie acoge, da a los que no pueden devolverte nada. Y serás bienaventurado porque no tienen con qué pagarte. 

Qué extraño: parecen cuatro categorías de personas infelices, y sin embargo esconden el secreto de la felicidad. Serás bienaventurado, encontrarás la alegría. La encontrarás, la has encontrado cada vez que has hecho las cosas no por interés, sino por generosidad. 

El hombre, para estar bien, debe dar. Es la ley de la vida. Por lo tanto, también es la ley de Dios. 

Serás feliz, es el secreto de las bienaventuranzas: Dios regala alegría a quienes producen amor. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Negocio - San Lucas 16, 1-13 -.

Negocio - San Lucas 16, 1-13 -   Haced amigos, advierte Jesús .   Porque el desestabilizador relato del administrador deshonesto revela al...