Reforma de los seminarios… tal vez… sí… pero…
Una Iglesia clerical atraerá vocaciones clericales de presbíteros, de religiosos, de laicos. Una Iglesia sinodal atraerá vocaciones en sintonía con un estilo sinodal, hecho de apertura y de discernimiento de su presente.
Es un pensamiento que encuentro en sintonía con lo que pienso sobre el tema del clericalismo y, también, sobre los seminarios como lugares actualmente destinados a la tarea de formar a los futuros presbíteros. Y trato de explicar mi punto de vista.
El clericalismo es una raíz enferma del ministerio ordenado presbiteral. Y entiendo por clericalismo fundamentalmente la condición de separación que aísla al clero del Pueblo de Dios y lo configura en una esfera de sacralidad, la condición de superioridad que eleva al clero por encima del Pueblo de Dios, la condición de monopolio que asigna al clero casi todos los carismas-ministerios. Y digo raíz enferma también porque supone una pérdida del carácter eminentemente laical y secular del cristianismo de los Evangelios y, por ende, de la Iglesia.
Habrá quienes esperan que la formación de los futuros presbíteros resuelva casi todos los problemas relacionados con la figura del presbítero. En esta visión, el seminarista será un buen presbítero en el futuro si la formación, con todos y cada uno de sus recursos, habrá sido una formación adecuada, buena, óptima…
Mi experiencia me dice que las cosas suelen ser un poco más matizadas y, ciertamente, complejas de lo que he pretendido describir, pero al final los deseos que se esconden detrás de los debates eclesiales sobre el presbítero llegan muy a menudo a esta conclusión.
En realidad, creo que la formación del seminario es importante y cuenta aquello que cuenta… No menos. Tampoco más. De hecho, no podemos atribuir las quejas sobre el ministerio del presbítero exclusivamente al seminario (como si se tratara de una especie de pecado original).
Por esta razón no creo que haya que debatir tanto como creo que se hace sobre el valor o no de la formación en los seminarios. Por supuesto, se trata de debates importantes, probablemente necesarios, pero tanto en cuanto, es decir, teniendo en cuenta que la realidad de la formación/seminarios es sólo un aspecto de un problema mucho más profundo que lo precede, lo acompaña y le sucede.
Lo podría formular con una expresión un tanto cruda, pero que ayuda a transmitir la idea: "dime qué presbítero y (antes aún o mejor aún) qué Iglesia quieres, y te diré qué formación/seminario tendrás".
No creo, es una opinión por supuesto, que los seminaristas ciertamente tomen sus modelos eclesiológicos y ministeriales de las aulas de teología, tampoco de la “burbuja” o “invernadero” del seminario, sino que los toman de su vida y experiencia de la Iglesia.
Dicho con otras palabras, los seminaristas no toman como modelo de ministerio ordenado presbiteral, y más generalmente de la Iglesia, tanto el que se propone en los programas de formación del seminario, como el que viven concretamente en sus parroquias y diócesis. Y, exactamente, ¿qué o cuáles son estos modelos? Sobre este punto deberíamos reflexionar más…
El reto, sigo creyendo, debe pues ser tomado en su amplitud y complejidad, sin limitarlo a lo que puede convertirse, según los casos, en el chivo expiatorio o en la clave de solución de todos los problemas: es decir, la formación en los seminarios.
Con todas las limitaciones y dificultades, existen también seminarios (y por tanto programas de formación) que se plantean el acompañamiento de los candidatos al presbiterado tratando de contrastar o al menos problematizar la figura del presbítero tal como ha sido percibida y vivida en el régimen de cristiandad.
Si en el presente y en el futuro se revisan, se agrupan, se cierran los seminarios, pero sin una reforma previa del ministerio presbiteral a gran escala (poder, celibato, visión sacral, etc.), corremos el riesgo de tener seminaristas y futuros presbíteros no menos clericales,… de lo que podemos tener hoy.
O, si se prefiere, si no afrontamos una revisión profunda del ministerio ordenado presbiteral, seguramente tendremos estructuras formativas más afinadas y (al menos en teoría) más relacionadas con la vida cotidiana, pero la pre-comprensión con la que los seminaristas asumirán la vida presbiteral seguirá siendo fundamentalmente clerical. En una palabra, siempre tendremos los mismos problemas.
Reforma de los seminarios… tal vez… sí… pero… a la vez, por lo menos a la vez, replanteamiento y reforma de la configuración concreta y real del ministerio ordenado presbiteral.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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