miércoles, 16 de julio de 2025

La escuela de María: los lugares espirituales marianos en el seguimiento de Jesús.

La escuela de María: los lugares espirituales marianos en el seguimiento de Jesús 

La liturgia de la fiesta de la Virgen del Carmen nos sugiere hacer una pausa en otro monte, el Calvario, donde una mujer y un hombre acogen el testamento del Hijo de Dios colgado en una cruz: “¡Mira, tu madre!… ¡Mira, tu hijo!…. 

Todo parece llegar a su fin. En breve, la muerte dirá la última palabra sobre una experiencia que tiene todas las características de un fracaso. El mismo Jesús, pocas horas antes, había dicho a los discípulos que, una vez golpeado el pastor, se dispersarían cada uno por su lado. Sin embargo, alguien parece desmentir esas palabras: María, las otras mujeres y el discípulo que Él amaba no tienen mejor lugar en el que estar que a los pies del Hijo en la cruz. Mientras los discípulos se han dispersado, lo femenino no huye. 

Estaba... ¡Qué riqueza de evocaciones en ese estar! En una experiencia de conflicto entre la resistencia y la fragilidad, lo femenino consigue inclinar la balanza hacia la primera, hacia la capacidad de perseverar. Cuando el drama se desata y se debate entre la coherencia interna y la adaptación al colectivo, María y lo femenino del Evangelio no traicionan la palabra dada. Los discípulos varones no han resistido la irrupción de los múltiples sentimientos que pueden prevalecer en un momento como ese: no logran manejar el miedo, el sufrimiento, la ira, la depresión, la angustia,… 

Estaba... para Juan, el estar, el permanecer es la forma en que se expresa el creer. La fe, de hecho, no es una experiencia de un momento, no tiene nada que ver con el escalofrío o la emoción que se desvanece en un instante. Estar al pie de la cruz no es el estar de quien no se aleja. Ese permanecer tiene un significado muy diferente. Ya es evidente que la historia humana de Jesús está a punto de naufragar. Humanamente, no quedaría más que dejar que los acontecimientos siguieran su curso, como sugiere precisamente la actitud de los discípulos varones. No queda más que dirigirse a otra parte. ¿Tiene sentido permanecer en el lugar de la derrota cuando no se puede hacer otra cosa que sufrir inútilmente una situación sin salida? 

Estaba... La actitud femenina, en cambio, sugiere salir de esta lógica de «lo tomas o lo dejas». María y lo femenino eligen expresar una fe capaz de habitar la contradicción: esta, de hecho, no se disuelve decidiendo marcharse. La vida misma, de hecho, es contradictoria y no por ello debe abandonarse. 

Estaba... se trata de estar para comprender, para no detenerse en las apariencias. Se trata del estar que sigue expresando afectos, tejiendo lazos y cultivando pasiones. Ante los ojos de aquellas mujeres no hay solo un hombre que sufre injustamente una pasión. Hay más bien un hombre que ha vivido con pasión, que ha hecho de esa muerte —como ya de su vida— una experiencia de revelación del rostro de Dios. 

Estaba... sin pretender captar al vuelo el sentido de lo que estaba sucediendo. Permanecer afinando la capacidad de escuchar. 

He aquí a tu madre... ¿Qué significa la entrega de María a los discípulos de todos los tiempos? Frecuentar los lugares de María, estar junto a Ella, para ser formados por Ella. 

Nazaret, ante todo, donde la encontramos escuchando la Palabra de Dios, tratando de discernir lo que el Señor pide a su vida y disponiéndose a acogerlo hasta convertirlo en carne de su carne. También nosotros tenemos un Nazaret en el que, gracias a nuestro sí, podemos permitir que la Vida venga a la vida. 

Belén, donde ella trata de comprender y guarda en su corazón todo lo que sucede en torno a ese niño. También para nosotros hay un Belén en el que no logramos conciliar el don de Dios y la desproporción de los signos con los que se manifiesta. 

Jerusalén, donde, mientras cumple la Ley, se le dice que estará estrechamente involucrada en la pasión de su Hijo, hasta el punto de que una espada le traspasará el alma. También hay para nosotros una Jerusalén que nos exhorta a donarnos hasta el final, una Jerusalén de la que con gusto apartaríamos la mirada y los pasos. 

De nuevo Nazaret, hecha de anonimato, pero caracterizada por una obra tan delicada como preciosa: la educación de Jesús como verdadero hombre y verdadero Dios. También para nosotros hay una Nazaret hecha de ocultamiento, pero no por ello irrelevante en la economía salvífica de Dios. 

El Calvario, donde entrega al Padre lo que le pertenecía, el Hijo Jesús, y acoge a cambio a todos los hombres y mujeres del mundo, encontrando así nuevas razones para seguir viviendo. También hay un Calvario para nosotros cuando somos llamados a acoger en nuestro seno un misterio de maldad que puede ser vencido sin devolver con la misma medida. 

Y, por último, el Cenáculo, donde se edifica la comunidad cristiana alimentándose de la oración y de la disponibilidad a dejarse guiar por el Espíritu de Dios. También hay un Cenáculo para nosotros, donde edificar nuestra comunidad, aceptando ante todo estar allí y luego con docilidad a la acción del Espíritu que nos guía por caminos que tal vez no habíamos previsto. 

Creo que todo esto significa acoger a María entre nuestras cosas, como hizo aquel día el discípulo que Jesús amaba. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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