martes, 22 de julio de 2025

Sentada a los pies de Jesús - guía para un discernimiento -.

Sentada a los pies de Jesús - guía para un discernimiento -

Desde hace un tiempo

y también hoy,

vivo ajetreado, agitado.

 

Presente, disponible, generoso...

pero con el corazón cansado, perdido, sediento.

 

Muchas cosas que hacer, compromisos que cumplir,

responsabilidades que me agobian,

una vida a toda velocidad: trabajo, servicio, relaciones, deberes que realizar.

 

Y todo aparentemente bueno, útil,

incluso, quizás justo.

 

Luego vuelvo a leer el pasaje evangélico de Lucas,

con Marta, María y Jesús,

y me veo reflejado en Marta.

No para condenarme

sino para reconocerme.

 

Pero dentro, poco a poco,

se hace el silencio... y luego la confusión.

Siento que nunca soy suficiente,

que siempre tengo que estar a la altura,

que merezco afecto, reconocimiento, sentido.

 

Incluso Dios se convierte en un deber, en una tarea:

comportarme bien para no decepcionarlo,

dar mucho para ganarme su amor.

 

Me pierdo en las miradas de los demás,

en la pretensión de controlarlo todo,

en el deseo inconfesable

de ser necesario, importante, escuchado...

 

Y no me doy cuenta de que, mientras tanto,

he perdido la parte más verdadera de mí mismo:

mi interioridad.

 

He dejado de escuchar a mi corazón.

No encuentro el valor para detenerme.

Ya no siento asombro.

No consigo dejarme alcanzar.

 

En la casa de Betania, está Jesús,

no para recibir algo

sino para ofrecerse a sí mismo.

 

No pide más que un espacio,

un tiempo, una escucha, un vacío que llenar.

 

María sentada a sus pies.

En este estado de silencio

hay una revolución:

da la vuelta a la lógica del mundo.

 

Nuestra sociedad,

que lo mide todo en función de la productividad,

no comprende el valor de la escucha,

de la contemplación, de la gratuidad.

 

Hemos olvidado «lo bueno»,

lo único necesario.

 

En esa casa... también estoy yo.

Yo estoy allí.

Como Marta, me afano, me quejo,

me siento solo, incomprendido, sin ayuda.

Y todo nace de esa profunda necesidad

de controlar, de hacer bien, de merecer.

 

Jesús no la condena,

no la juzga.

La llama por su nombre, dos veces,

con ternura:

Marta, Marta...

Casi como queriendo despertarla,

invitarla a detenerse,

a respirar,

a dejar de luchar por amor,

y dejarse amar.

 

Desde lo más profundo de la fragilidad humana,

quiero escribirte a ti,

alma amiga, querida hermana...

 

Te deseo que sepas distinguir

entre lo superfluo y lo esencial,

entre lo que pesa y lo que cuenta,

entre la desorientación y la conciencia,

entre la ilusión que consume

y la verdad que nutre.

 

No hay nada que demostrar,

ningún amor que conquistar.

Ya eres amada

y cuando lo aceptas,

el amor también se convierte en tuyo, vivo, verdadero.

 

No se trata de hacer más.

Se trata de ser más.

Te deseo una vida como la de María.

Una vida que sabe ralentizar.

Que sabe detenerse.

Que sabe escuchar, acoger.

 

Te deseo que te encuentres,

sentada a tus pies,

a los pies de tu alma,

de tu maestro interior,

sin buscar la perfección,

sin la ansiedad de hacer.

 

Querida amiga, déjate besar,

es como estar junto al fuego,

acariciada por su calor,

iluminada,

protegida por su ternura,

por su amable amor

para poder «habitar el presente».

 

Porque no estás llamada a hacer para merecer

sino a recibir para vivir.

A acoger el amor,

el que te es dado

no porque valgas algo

sino porque lo vales todo.

 

Te deseo «la parte buena»,

la que nadie te puede quitar:

tu intimidad con lo divino,

con tu corazón,

con tu verdad, con tu conciencia.

 

Deja ir la necesidad de controlar,

de complacer, de hacerlo todo tú.

No eres amada por lo que haces,

eres amada por lo que eres.

 

Y escuchar, escuchar de verdad, te transformará.

No porque todo cambie fuera,

sino porque todo se iluminará dentro.

 

Acepta esta presencia que te visita.

Acógela con todo lo que eres.

Y será vida nueva.

Sencilla. Pero plena.

Silenciosa. Pero eterna.

 

Te saludo con las palabras de Hetty Hillesum:

«Hay que volver a ser

tan sencillos y mudos

como el trigo que crece

o la lluvia que cae.

Hay que ser, simplemente».

 

Un abrazo silencioso y profundo,

como una mirada a los ojos,

como una caricia en el alma.

Esperando verte...

detenerte, estar, escuchar, ser. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Persistir en la democracia.

Persistir en la democracia   A veces, quizá por el calor bochornoso de este verano, uno navega en la sombra al azar por su biblioteca y se e...