martes, 13 de mayo de 2025

La libertad de creer.

La libertad de creer 

En nuestro mundo occidental reina cada vez más la indiferencia hacia el Dios en el que creen la religión monoteísta cristiana hasta el punto de que ya se habla de una época no solo secularizada, sino poscristiana. 

Hasta la Ilustración no se cuestionaba la existencia de Dios, que era considerada necesaria por casi todos. El punto de inflexión de la modernidad se produce precisamente cuando la afirmación de la existencia de Dios ya no se impone como necesaria. 

Primero la ciencia, luego la filosofía y finalmente la política reivindicaron la libertad y la autonomía respecto a la religión, y así el hombre moderno aprendió a prescindir de Dios, a pensar y a vivir sin Dios, «aunque Dios no existiera» - etsi Deus non daretur -. En este proceso histórico concreto, Dios ha perdido poco a poco su «ser para la humanidad y para el mundo». 

Sin embargo, tal vez se pueda afirmar que la «desaparición» de Dios tiene sentido para la propia fe: el hombre se ha liberado de Dios y del miedo a Dios, conquistando su libertad frente a Él. 

Este fenómeno de incredulidad y ateísmo solo se ha desarrollado por ahora en el mundo cristiano, y esto tiene un significado: es un efecto del espíritu del Evangelio, que enseña esta libertad y permite al ser humano acercarse a Dios en plena gratuidad. 

La modernidad puede interpretarse, por tanto, como una revuelta del Evangelio contra la religión, porque Dios quiere al hombre libre y porque nada nos obliga a creer en un Dios que se ha revelado en la cruz en Jesucristo, en la humildad y la pobreza humanas. 

Un Dios en la cruz no nos amenaza, sino que nos deja la libertad de creer y de no creer, mientras que otras imágenes de Dios, forjadas por los creyentes en Él, lo han convertido durante mucho tiempo en un ser perverso y vengativo, haciendo de él un dominador omnipotente que reclamaba gloria y honor. 

Dios es, en cambio, la gratuidad suprema que nos abre el espacio infinito de la libertad, y la búsqueda que hacemos de Él es siempre una búsqueda de humanidad. 

La fe cristiana rechaza las garantías, mientras que la religión las ofrece. 

Precisamente por eso creer en Jesucristo es un acto de libertad, por eso la fe no es alienación, sino una convicción que ayuda a los seres humanos a encontrar sentido a la vida, desarrollando relaciones de fraternidad, practicando la solidaridad con los demás, sobre todo con los últimos y los más débiles. 

La Iglesia hoy se lamenta a menudo de la pérdida de la fe en Dios y atribuye este proceso al hombre orgulloso e idólatra de sí mismo. 

En mi opinión, la Iglesia debería reflexionar también sobre el hecho de que en la modernidad ha dejado solo al hombre, después de haberlo agotado con un exceso de intransigencia y autoritarismo. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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