martes, 2 de septiembre de 2025

Occidente… ¿de dónde vienes? ¿a dónde vas?

Occidente… ¿de dónde vienes? ¿a dónde vas? 

En este año 2025, surgen interrogantes sobre el destino de Occidente y Europa que oscilan entre la órbita geopolítica y la histórico-filosófica. ¿Occidente sigue siendo una entidad o es ya solo un accidente de la Historia? Y, en este contexto problemático, ¿cuál es el destino de Europa? 

En el plano geopolítico, Occidente ha dado varias veces un salto de dimensiones y de órbita. Algunos historiadores escriben que nació en Salamina aquel 23 de septiembre del 480 a. C., cuando las pesadas naves persas de Jerjes fueron hundidas por las ligeras embarcaciones griegas de Temístocles. Desde entonces, Oriente no volvió a asomar la cabeza. Los sarracenos y los otomanos lo intentaron de nuevo, pero sus esfuerzos se vieron frustrados entre Lepanto en 1571 y Viena en 1683. 

El Occidente moderno nace después de 1492 con España y Portugal, a los que se suman Inglaterra y Holanda a finales del siglo XVI. Es un Occidente navegante, que exporta soldados y misioneros aún más al oeste, hacia el continente americano, y al este, hacia las Indias (que Cristóbal Colón estaba convencido de poder alcanzar «buscando el levante por el poniente») e importa y saquea plata y oro, nuevos animales y nuevas plantas. 

A este Occidente, en la Conferencia de Berlín, organizada por Bismarck en 1884, se suman Francia, Alemania, Bélgica y la recién nacida Italia. Es un Occidente totalmente europeo. Con la Primera Guerra Mundial, el Occidente europeo inicia su suicidio. Con la Segunda Guerra Mundial lo concluye. 

En 1945, el nuevo Occidente está impulsado y dominado por Estados Unidos de América. Este Estados Unidos se detiene a regañadientes en Europa y solo porque la mitad de ella ha sido entregada a Stalin, que amenaza a la otra mitad. Es la doctrina de la «contención» de Georges Kennan, adoptada por Truman y sus sucesores. Así nace la OTAN. Los estadounidenses, en complicidad con el obtuso nacionalismo francés, hacen fracasar el proyecto de De Gaspari de la Comunidad Europea de Defensa, la CED. 

Desde los años 50, Europa es un Occidente menor. Se trata de 27+1 Estados, con 27+1 ejércitos, obligados a comprar armas a los estadounidenses: están dispuestos, pero son incapaces de defender Ucrania, mudos en Oriente Medio, donde el colonialismo anglo-francés ha generado, tras la paz de Versalles, daños irreversibles. 

¿Es, pues, el destino de Occidente el ocaso, como querría su etimología original, «Abendland», «la tierra de la tarde», como lo llaman poéticamente los alemanes y como recordaba Spengler hace cien años? 

Si saltamos de la órbita geopolítica a la histórico-filosófica, el destino parece menos engañoso. 

¿Qué significa, de hecho, «Occidente» hoy en día? Significa «Estado-nación», «capitalismo liberal», «hipertecnología», es decir, la aplicación masiva de la ciencia a la producción, «democracia política», «derecho internacional», … 

Este complejo rompecabezas se ha ido construyendo a lo largo de los siglos gracias al espíritu del Humanismo y del Renacimiento, al Cristianismo de la Reforma y al Cristianismo de la Contrarreforma, al siglo XVII científico, a la Ilustración, el encuentro con la Revolución Industrial inglesa y, en el plano político internacional, la Paz de Westfalia, las tres revoluciones —inglesa, americana y francesa— y el nacionalismo del siglo XIX desencadenado por Napoleón. 

La presencia de este Occidente europeo se percibe en todas partes del mundo. No hay zona del planeta que haya escapado a la «colonización tecnológica», a los principios de la democracia política y la soberanía nacional, al mensaje de la «dignitas infinita» de cada ser humano. 

Este modelo generó, a finales del siglo XX, la globalización económica, comercial, financiera e hipertecnológica, que está remodelando las sociedades civiles y desafiando los equilibrios institucionales nacionales y supranacionales. La aceleración es la nueva autoconciencia filosófica de estas dinámicas. Al frente, impulsando la carrera, se encuentran la inteligencia artificial, las biotecnologías, las nanotecnologías, las neurociencias... 

A todo ello, Trump, Putin y Xi Jin-ping reaccionan construyendo Estados-imperio, basados en el principio de la fuerza. Trump declara que quiere anexionar Groenlandia y Canadá, Putin quiere toda Ucrania, Xi Jin-ping asedia Taiwán. Lo que está en juego, en el fondo, es el control político-institucional de las potencias de la globalización. 

Si este es el reto, los antiguos Estados-nación europeos ya no tienen muchas alternativas. Los soberanismos son el camino ¿más corto y seguro? hacia el vasallaje, es decir, hacia la pérdida de lo que hasta ahora ha sido Occidente. 

¿O no será que la Unión Europea se convertirá en un Estado-imperio? 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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