martes, 7 de enero de 2025

Temores episcopales.

Temores episcopales 

Sacerdotes y monjas en dificultades, confusión, agotamiento... ¿y los obispos? a lo que podríamos sumar… ¿y los superiores mayores? No podemos dejar de tener en cuenta las figuras hoy llamadas a dirigir no tanto una sola comunidad sino territorios eclesiales con tantas figuras subordinadas a ellos. 

La impresión es la de que muchos obispos tienen dificultades para adquirir una mentalidad de proceso distinta de la de proyecto. En consecuencia, surge la tentación de bloquear los procesos en curso provenientes de la Iglesia en general y de algunos territorios en particular, impulsados ​​por la percepción de perder el control total y la visibilidad total de lo que está sucediendo. Experimentar y caminar hacia una tierra extranjera ciertamente hace que te tiemblen las piernas. “¿Por qué debería ser yo el obispo recordado por hacer esto…? ¿Quién me obliga a hacerlo si me quedan algunos años más en mi cargo?... ¿Cómo verá la Conferencia esta transición?”. Al mismo tiempo, hay obispos (y superiores mayores) que se embarcan con valentía en la lógica de los procesos pastorales. 

La mayor tentación que veo es pensar que deben/pueden gobernar con los mismos modelos de liderazgo que sus predecesores. Me refiero a modelos de liderazgo carismático y directivo, en manos del obispo solo o de un pequeño grupo de personas a su alrededor. Aquellos modelos respondían a la lógica: 'Yo soy el obispo, yo soy el que gobierna'. Con el agravante de que los nuevos obispos son elegidos en función de perfiles diferentes. 

Por un lado, deberíamos retomar la distinción entre decision making y decision taking: entre los dispositivos que conducen al desarrollo de decisiones para poner a quien toma las decisiones en condiciones de hacerlo a través de procesos participativos, y aquellos destinados a tomar la decisión. Muchas veces la indistinción entre los dos momentos del proceso decisional no ayuda a comprender un estilo de liderazgo diferente que hoy podríamos definir como más sinodal. 

En segundo lugar, creo que hay que subrayar un concepto ampliamente difundido en los estudios sociales desde hace años pero quizás poco difundido en el mundo eclesial: el hecho de que vivimos en una sociedad definida como VUCA: acrónimo formado a partir de las expresiones inglesas volátil, incierto, complejo, ambiguo. Parece claro que un modelo de liderazgo directivo, centralizado, unidireccional y lineal puede tener poco alcance en una sociedad tan definida. 

¿Puede la excesiva toma de decisiones o la ausencia de ella ser resultado únicamente del miedo? Me pregunto. Creo que es el resultado de la incertidumbre en ambos casos. Después de todo, ¿acaso quienes quieren poseer y controlar, no se ven afectados por el miedo a no ser? ¿No buscan afuera un reflejo de su manera de ser, de pensar, de decidir, de actuar? Entonces podemos cubrirlo todo con las mejores narrativas, hablar de prudencia o sabiduría o gradualidad o continuidad en la discontinuidad... pero el miedo permanece, con la necesidad de darnos una razón para hacernos aceptables ante nosotros mismos y ante los demás. 

Una autoridad, una institución, genera vida si se refiere a algo distinto a ella misma. De la autoridad al singular, que se refiere a sí mismo, la referencia única, que confirma su poder, a las autoridades que se refieren entre sí: el plural permite otras cosas. 

Permitir significa «morir», purificarse, liberarse. Significa lo que «uno no es» sin el otro. Una armonía renovada, la comunión, se define dividiendo, no reduciendo al uno. El plural, crea un espacio para 'volver a ser'. 

El Papa Francisco, en su discurso de apertura de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos 'Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión' (4 de octubre de 2023), nos ayuda a comprender este pasaje recordando la centralidad de la acción del Espíritu en la vida eclesial: 

La gran obra del Espíritu Santo: no unidad, no, armonía. Él nos une en armonía, la armonía de todas las diferencias. Si no hay armonía, no hay Espíritu: es Él quien hace esto. […] El Espíritu Santo es el compositor armonioso de la historia de la salvación. Armonía -tengamos cuidado- no significa "síntesis", sino "vínculo de comunión entre partes disímiles". Si en este Sínodo terminamos con una declaración de que todos son iguales, todos iguales, sin matices, el Espíritu no está ahí, ha quedado afuera. Él crea esa armonía que no es síntesis, es vínculo de comunión entre partes disímiles. 

Percibirse y narrarse como una autoridad cerrada en sí misma, una única mónada responsable de todo, y hacerlo en la realidad que vivimos, sólo puede generar miedo. Quizás esta sea también la razón de no pocas renuncias a la convocatoria para una designación episcopal, por parte de quienes se sienten inadecuados o fuera de lugar para asumir ese liderazgo porque se narra dentro de categorías y patrones que ya se perciben como ineficaces y esclerotizantes. 

Esto no les quita la responsabilidad de tomar las decisiones finales que les confiere el rol, pero es diferente si estas decisiones y opciones son el resultado de un proceso participativo. Las decisiones y opciones tomadas, entonces, pueden no ser del todo efectivas, pero esto, en la lógica procesual, no debe verse como un fracaso sino más bien como una mayor comprensión de la realidad, de esa tierra que actualmente nos es ajena y que se nos pide habitar tantas veces con temor y temblor. 

Quisiera concluir así: bienaventurados los obispos que tienen miedo y lo comparten, bienaventurados los obispos que se sienten inadecuados y comprenden así que adaptarse a un modelo que ya no corresponde a la realidad les hará sentirse mal a ellos y a las personas a las que están llamados a acompañar; bienaventurados los superiores que reconocen su fragilidad humana y la ponen en red con otras fragilidades, sin faltar a su papel. 

Por tanto, no se trata de frenar el miedo, sino, al contrario, de bañarse las venas en su fuente, de permanecer vigilantes, atentos, de no dejarse sorprender por la muerte de la suficiencia, de reconocer su energía purificadora. No se trata de atajarlo, sino de atravesarlo, dejar fluir su magma indistinto, darle un nombre, ceder a su curso, extraer de él un don de conocimiento y renacimiento. 

Le dejo la palabra a Jetró, suegro de Moisés: 

Al día siguiente, Moisés se sentó a hacer justicia al pueblo, y el pueblo se quedó con Moisés desde la mañana hasta la tarde. Entonces Jetró, viendo lo que hacía por el pueblo, le dijo: «¿Qué es esto que haces por el pueblo? ¿Por qué te sientas solo, mientras la gente permanece contigo desde la mañana hasta la noche?". Moisés respondió a su suegro: "Porque el pueblo viene a mí para consultar a Dios. Cuando tienen alguna pregunta, vienen a mí y yo juzgo las disputas entre unos y otros y les doy a conocer los decretos de Dios y su leyes." El suegro de Moisés le dijo: «¡No está bien lo que estás haciendo! Terminarás sucumbiendo, tú y las personas que están contigo, porque la tarea te resulta demasiado pesada; no puedes realizarlo solo (Éxodo 18, 13-18). 

Estamos invitados a escribir juntos el seguimiento de Cristo y a hacerlo de manera sinodal. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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