martes, 21 de enero de 2025

Mi querida soledad.

Mi querida soledad 

Hoy uno está envenenado por una sensación constante de falta de los demás en su vida, con sentimientos de vacío y soledad no muy distintos del luto”. Las palabras del sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman (1925 - 2017) reaparecen hoy como una lúcida reflexión y advertencia. 

Hace unos años nos despertábamos y no había nadie a nuestro alrededor, la pandemia, las restricciones, el miedo... nos habían arrebatado al otro. De repente no había nadie a quien mirar, nos vimos obligados a contemplar nuestro reflejo en las pantallas de nuestros ordenadores portátiles, de nuestros teléfonos móviles e, inevitablemente, en los espejos de nuestras casas. 

Pero, ¿qué somos cuando no hay nadie en la habitación? Despojados de nuestros "personajes" públicos, de las distracciones, de las necesidades acuciantes de la vida cotidiana, ¿quiénes somos sin lo que es distinto de nosotros? 

Dejando a un lado cliché de que "todo el mundo es nadie sin los demás", respondo que yo tampoco tengo una necesidad total de estar rodeado de otros. En los últimos años se ha materializado en mí el concepto cada vez más real de que "la gente es buena" pero eso no ha significa que no siga considerando una persona que ama y prefiere la soledad. 

Por carácter soy introvertido. Con el tiempo he ido mostrando una cierta desconfianza hacia los demás, amplificada por una especie de sensación de que muchas cosas, como mucha gente hoy en día, son un farol... Mi autobiografía, mi cultura y mi camino de maduración me han llevado en una dirección decididamente clara, haciendo de la soledad un factor muy importante en mi vida. No siento una fuerte necesidad de estar con los demás tampoco con las personas que quiero y que me quieren. 

La soledad no me asusta. Hoy es el día que es una compañera aliada de mi existencia. Miro el horizonte con una serenidad razonable ahora a mis 59 años y aceptando que he vivido la gran parte de mi existencia en esta tierra. Me mantengo razonablemente centrado y preservando la confianza muchas veces incluso a pesar de las circunstancias. 

Sí, se me dirá que el ser humano no nació para estar solo: desde que evolucionaron los primeros homínidos siempre hemos vivido en compañía, la nuestra es una sociedad organizada, hecha de roles de interacción, de conexiones. Y, sin embargo, algunas personas viven mejor solas y dicen que les gusta la soledad, y que eligen la soledad como forma de vida. 

No, la soledad no es sólo ni principalmente un estado negativo. La soledad también es contemplativa y meditativa, ayuda a la persona a conocer mejor su interior, nos obliga a pararnos a pensar un momento. Es otra forma de compañía. Tantas veces es cierto incluso que la soledad es útil para encender el cerebro de verdad. 

Hay investigaciones que han mostrado que hay personas que se sienten más realizadas en su soledad que en las relaciones sociales. Hay personas que tienden a concentrarse en sus proyectos, en hacer realidad sus ideas, y estar con otros les parece, en tantas ocasiones, una pérdida de tiempo. Estar en compañía es sin duda algo que nos tranquiliza y parece que nos hace sentir mejor. Pero para algunas personas esa etapa de la vida en la que parece que tenemos que estar con los demás ya ha pasado, y viven ese compromiso de estar con los demás como un estorbo, es decir, una obligación no digerida. No les interesa ganarse la aprobación de los amigos, ni sentirse considerados. Más bien quieren hacer crecer sus proyectos y realizar sus ideas. 

Yo me encuentro entre esas personas. Permítaseme, pues, vivir esa soledad y habitar en esa soledad. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF 

Por eso, quizá se pueda ahora entender más y mejor mi carta a la soledad: 

Mi querida soledad, sólo ahora puedo llamarte así: ¡Querida! Tal vez ahora que eres una amiga insustituible para mí, no sepas o tal vez sí, cuánto te he rehuido, evitado, incluso: ¡te he odiado! Has buscado mi amistad desde la adolescencia: solía encontrarte en todas partes. Venías a la escuela conmigo, caminabas a mi lado, nadie te quería y yo también trataba de evitarte y, por tu culpa, que no desistía, yo era a mi vez evitado. Luego, en el colegio, te sentabas en el pupitre contiguo al mío, que siempre elegía el último asiento, ¡y me hacías parecer extraño a los ojos de mis compañeros! No te soportaba, quería eliminarte, pero no me soltabas y no podía confiar en nadie. En esos mismos años, cuando volví a casa, creí que había conseguido no volver a encontrarte, pero fue dentro de esos "muros desiertos" donde me habías... ¡precedido! Me costó mucho tiempo entregarme a ti; me costó muchas lágrimas; hubo muchas "despedidas", pero ahora que he alcanzado la edad de la madurez, soy yo quien te busca, soy yo quien te llama, y sigo siendo yo quien te tiende la mano en cuanto puedo, y cuando te sientas a mi lado no quiero que nadie nos moleste. He aprendido a disfrutar de tu presencia en mi vida y te agradezco que no hayas desistido en exigir y buscar mi amistad. Contigo, aceptada y amada soledad, cada encuentro se convierte en una oportunidad para "dar" todo lo que tengo y soy... sin esperar nada a cambio.

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