“Dilexi te” silenciado en algunos medios de comunicación
La reciente Exhortación Apostólica del Papa León, Dilexi
te (4 de octubre de 2025), no ha tenido mucho eco en la prensa más difundida
entre nosotros. Y creo que puede haber al menos una explicación.
Los principales medios de comunicación, a menudo al servicio del sistema liberal, acababan de liberarse del mal digerido magisterio del Papa Francisco y esperaban con mal disimulada ansiedad una intervención oficial del Papa León XIV que se distanciara de su predecesor y corrigiera sus curvas ‘anti-sistémicas’.
En cambio, se han encontrado con un texto impregnado de la presencia inspiradora del Papa Francisco y que afirma textualmente, ya en el título, su continuidad con la Encíclica anterior, Dilexit nos, del Papa Francisco, y que hace suyas las intenciones y notas de ese Papa en un texto dedicado al amor por los pobres.
De Dilexit nos (24 de octubre de 2024) del Papa Francisco hemos llegado a Dilexi te del Papa León en una continuidad casi total. El Papa León XIV no podía ser más fiel a la espiritualidad del Papa Francisco. Y muchos se han sentido mal o, al menos, decepcionados por una confirmación que no esperaban tan expresa y manifiesta.
El nuevo texto pontificio ha sido objeto de algunos elogios genéricos de rigor. Pero a esto le ha seguido un rápido archivo. Es cierto que los «conservadores» han expresado algunas tímidas reservas de forma previa y vacilante. De hecho, revelan una actitud de suspensión, a la espera de que el propio Papa León XIV aclare y desmienta —esperemos que pronto— esta inesperada apertura «progresista».
La crítica más importante que circula casi de forma encubierta es, de hecho, la que culpa al texto de ser totalmente francisquista. Y precisamente esta continuidad, en dos papas que son, sin embargo, antropológicamente diferentes, es una señal evidente de la continuidad de la tradición.
Las críticas más agudas se refieren a las afirmaciones sobre la necesidad para el cristiano de la opción preferencial por los pobres, que el Papa León XIV toma de la «Gaudium et Spes»: por lo que no se sabe si esa crítica se dirige más al Papa León XIV o al Concilio Vaticano II; pero sería mejor decir al Concilio Vaticano II acogido por el Papa León XIV.
Se critica el punto de la Dilexi te que afirma que «quien se halla en situación de necesidad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza ajena lo necesario para sí» (n. 86 en el que se citan expresamente, y entre otras referencias, los números 69 y 71 de Gaudium et Spes), y algunos se preguntan si la afirmación no autoriza de hecho la expropiación proletaria.
Pues bien, según la tradición milenaria de la Iglesia, sí, también la apropiación de los bienes ajenos por parte de los pobres es lícita, siempre que exista un estado de necesidad, que el Estado, con sus órganos judiciales, puede juzgar y con su acción puede prevenir. Pero cuando esta intervención falta, hay que recordar que la vida del hombre, que vale más que el sábado, vale también más que la propiedad.
Y hasta se puede dejar de lado las categorías de «expropiación» y «proletario», introducidas subrepticiamente para impresionar con el color marxista un acto que es en sí mismo y en esas condiciones un acto moralmente lícito.
Se trata, como digo, de una un principio moral y jurídico clásico que se encuentra en la Doctrina Social de la Iglesia y también tiene eco en algunas tradiciones filosóficas y jurídicas. Santo Tomás de Aquino lo formulaba así en su Suma Teológica (II-II, q. 66, a. 7): “En caso de necesidad evidente y urgente, no es pecado si alguien toma lo ajeno para satisfacer su necesidad, porque en tal caso las cosas son comunes”. Si la propiedad privada es un derecho legítimo, no es menos cierto que no se trata de un derecho absoluto sino que está subordinado al bien común.
Pero incluso el texto de esta Exhortación Apostólica no deja de ser criticado por su estructura, considerada socialista y cercana a la «teología de la liberación» en muchos de sus pasajes. No hay que asustarse por los nombres, que por otra parte no aparecen en el texto, sino que hay que juzgar las afirmaciones sobre la base de las motivaciones y los textos aducidos, y no de supuestas afiliaciones indeseables.
Lo que es cierto es que la Exhortación Apostólica del Papa León XIV se posiciona claramente en contra de una teología de la prosperidad que crea descartes y entra en colisión con «una pastoral de las llamadas élites, argumentando que, en vez de perder el tiempo con los pobres, es mejor ocuparse de los ricos, de los poderosos y de los profesionales, para que, por medio de ellos, se puedan alcanzar soluciones más eficaces» (n. 114).
No se acepta una doctrina de dos fases: acumular (no importa cómo) para distribuir (quizás bien), porque incluso la operación de acumulación de riqueza es siempre infiel y conlleva la sustracción a otros y la explotación de otros, y se basa en una lógica egoísta y discriminatoria.
Bajo la acusación del Papa León XIV también se puede vislumbrar un distanciamiento de algunos movimientos eclesiales que se preocupan por evangelizar primero, y tal vez solo, a los ricos y poderosos, yendo en contra del objetivo más directo del anuncio que San Lucas exponía en su Evangelio: Spiritus Domini… evangelizare pauperibus misit me: «El Espíritu del Señor me ha enviado a llevar la buena nueva a los pobres»: Lc 4,18; n. 21).
La elección de los pobres (nn. 21-23) es tan evidente en el Evangelio que parece extraño que no se quiera reconocer, o que se trate de rechazarla en nombre de una supuesta par condicio. No se trata de excluir a los ricos del deseo de salvación, sino de indicarles también a ellos el camino preferencial de una senda de salvación que pasa por el amor a los pobres.
Los críticos conservadores, en cambio, consideran buenas y válidas las expresiones de la Dilexi te sobre la «pobreza espiritual» (n .114) y el elogio de la limosna (nn. 115-118); y con gusto en esta parte (y quizás solo en esta) saludan la obra positiva de la mano del Papa León XIV. No es extraño.
Pero si es cierto —y es muy agustiniano— que la pobreza espiritual es fundamental, como lo es el uso caritativo de las riquezas, también es cierto que la Dlilexi te no lo niega, pero no pretende reducir a esto la obra de salvación que pasa por la riqueza. Como el espíritu del hombre nunca puede separarse de la corporeidad.
Sin llegar a la drástica —¡pero a menudo tan cierta!— expresión de San Jerónimo (siglos IV-V) de que «todo rico es o un deshonesto o un heredero de un deshonesto» (omnis dives aut iniquus aut haeres iniqui est: Comentario a Habacuc, II,3), alabar la pobreza como pobreza espiritual y la riqueza como algo que se utiliza bien contradice los propios mecanismos antropológicos y socioeconómicos, que nos dicen que la pobreza material es también pobreza del espíritu y que la riqueza material lleva fácilmente a juzgar según un espíritu de riqueza, «según esa falsa visión de la meritocracia en la que parecería que solo tienen méritos aquellos que han tenido éxito en la vida» (n. 14).
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF



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