jueves, 9 de octubre de 2025

Una ventana a la eternidad: Suites para violonchelo solo de Johann Sebastian Bach.

Una ventana a la eternidad: Suites para violonchelo solo de Johann Sebastian Bach

En la famosa novela - “2001: Una odisea espacial”- que escribió de forma independiente, pero en colaboración con Stanley Kubrick, Arthur Clarke cuenta que Dave Bowman, que se quedó solo en la inmensa «Discovery» tras la muerte de sus compañeros y la necesaria desactivación de HAL 9000, pasó por un periodo comprensible de inquietud y miedo, que solo superó tras muchos intentos «encontrando consuelo en las geometrías abstractas de Bach, como otros antes que él». 

Muchos y diferentes han abordado el misterio de Johann Sebastian Bach de muchas maneras y desde diferentes perspectivas durante muchos años. ¿Por qué su música es absoluta? ¿Cómo es capaz de componer de esa manera? ¿Por qué su mensaje es eterno y universal, más que el de cualquier otro compositor, vinculado en cualquier caso a un período, a un movimiento artístico, a una sensibilidad y expresión particulares? 

Al final, creo que Arthur Clarke tiene razón. Johann Sebastian Bach es eterno porque es absoluto, es el encanto de la relación sublime entre las notas, es absolutamente abstracto y nunca describe, nunca sugiere nada. 

Mientras que otros —¡grandes de la historia de la música!— son la Heroica, la Inacabada, La noche en el Monte Calvo, el Himno a la Alegría, y todo el repertorio de las pasiones y la vida del ser humano, Johann Sebastian Bach es Giga, es Chacona, es Aria, es… No se sugiere una clave de lectura, no hay un estado de ánimo más o menos adecuado, no hay mensaje. Solo hay su increíble música y el efecto que inevitablemente produce en el oyente que la acoge en su interior. 

Entre las obras inmortales del maestro de capilla Johann Sebastian Bach se encuentran las Suites para violonchelo solo, y no es difícil entender por qué. 

A diferencia de otros instrumentos, la digitación del violonchelo no permite arpegios de muchas notas (al menos seis en la guitarra, diez en el piano), lo que limita en gran medida las posibilidades expresivas del instrumento, que además no tiene un timbre de intenso lirismo solista como el del violín, virtualmente sujeto a límites similares (en realidad, su digitación permite, por ejemplo, saltos de octavas y trinos que resultan poco factibles en el violonchelo). 

Todo esto significa que el violonchelista puede tocar escalas incluso rápidas, pero no puede contar mucho con la polifonía y poco con el contrapunto, ya que normalmente solo es capaz de tocar simultáneamente las tres notas mínimas que caracterizan un acorde. 

Johann Sebastian Bach tampoco dispone de los instrumentos expresivos de la disonancia, el ruido y el silencio, que darán tanto significado a las obras del siglo XX: el maestro absoluto del contrapunto tiene aquí a su disposición solamente (¡!) las escalas musicales y las posibles circunvoluciones dentro de los límites físicos del violonchelo, que, además, se utilizaba en las partituras desde hacía solo cincuenta años y principalmente como acompañamiento. 

Y él no solo logrará componer al más alto nivel, sino también poner a prueba las capacidades técnicas y expresivas del instrumento, obligando al intérprete a una maratón virtuosístico, pero también postural - la postura del violonchelista es en sí misma bastante incómoda y requiere un gran trabajo de los hombros -. 

Las seis Suites para violonchelo solo (Cello Suites, 1720: BWV 1007-1012) permanecieron prácticamente desconocidas hasta 1936, cuando el célebre músico Pablo Casals las sacó de un largo olvido y realizó una famosa interpretación de referencia, y desde entonces siempre han representado un punto de llegada y una prueba de fuego para los principales solistas de todo el mundo. 

Dado que no existen copias manuscritas originales que contengan indicaciones para el intérprete, muchas decisiones interpretativas han sido tomadas en cada ocasión por los intérpretes más prestigiosos - entre los que cabe mencionar a Mstislav Rostropovich, Mischa Maisky y Yo-Yo Ma -, especialmente en lo que se refiere a los staccatos, los tiempos de ejecución y los arcos, lo que a veces hace que las distintas grabaciones sean perceptiblemente diferentes entre sí. 

La primera suite es la más famosa, y también se considera la más «fácil» (¡ahí es nada!), mientras que a partir de la cuarta comienzan los problemas técnicos para el instrumentista, que culminan en la Suite n.º 6. 

Quienes están familiarizados con las obras de Joahnn Sebastian Bach saben lo que pueden esperar: una obra sin duda de gran rigor formal, gran encanto compositivo y soluciones instrumentales audaces (para hacer lo más polifónico posible un instrumento que por su naturaleza lo es poco). 

Además de los aspectos más propiamente técnicos, los amantes de Joahnn Sebastian Bach (y creo que somos miles de millones en todo el mundo) encontrarán, como es habitual en sus composiciones, una particular angustia, una sensación de plenitud interior, de concentración y recogimiento que el compositor siempre supo transmitir en todas sus creaciones, desde las infinitas obras para órgano hasta las maravillosas suites orquestales, pasando por la música sacra. 

Empecé a escribir inmerso en el reverberar del violonchelo de Mischa Maisky, una de las interpretaciones memorables de estas suites, y me perdí gradualmente en la espiral de las escalas, en las geometrías abstractas de este sublime arquitecto, en la particular emoción absorta que el arte de este compositor regala inevitablemente a quienes están dispuestos a dejarse llevar por él. 

Sé que no puedo plasmar en pocas palabras la trascendencia y la universalidad de esta obra, pero sé que las Suites para violonchelo solo fueron escritas por un hombre bendecido, que algunos instrumentistas talentosos las han interpretado y que están disponibles en las salas de conciertos y en las estanterías de nuestros discos, para regalarnos cada vez un pedacito de esa misma trascendencia, que se renueva con cada escucha y nos acerca a algo mejor. 

No es necesario ser creyente para reconocer que si hay algo más grande que el ser humano sin duda tiene que ver con este arte sublime. 

Te dejo con una muestra de ese arte divino: es la primera de seis suites. Una grabación de referencia es la que te propongo de Mischa Maisky.  Tu ejercicio de audición será mayor y mejor disfrute que mis palabras: https://www.youtube.com/watch?v=mGQLXRTl3Z0&list=RDmGQLXRTl3Z0&start_radio=1 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Una ventana a la eternidad: Suites para violonchelo solo de Johann Sebastian Bach.

Una ventana a la eternidad: Suites para violonchelo solo de Johann Sebastian Bach En la famosa novela - “ 2001: Una odisea espacial ”- que e...