martes, 4 de noviembre de 2025

La teología desde los márgenes - una lectura de la pintura del P. Maximino Cerezo Barredo CMF -

La teología desde los márgenes - una lectura de la pintura del P. Maximino Cerezo Barredo CMF - 

En la larga historia de la teología cristiana, el tema de las fronteras siempre ha tenido un papel central. 

Se ha debatido sobre los límites doctrinales, las barreras existenciales y las barreras que dividen el «dentro» del «fuera», creando una especie de recinto tranquilizador para la fe y la comunidad. 

Y, sin embargo, hoy más que nunca, la Iglesia y cada creyente están llamados a repensar estas fronteras, a preguntarse qué significa realmente vivir y hacer teología desde los márgenes, partiendo de los últimos, de los excluidos, de los que habitan en las periferias de la existencia. 

Las tradiciones, las normas y los dogmas constituyen los márgenes doctrinales, ofreciendo identidad y seguridad. Pero la fe no puede ser una simple defensa de lo ya conocido; necesita apertura, diálogo y valentía. Superar estas fronteras no significa renegar de la propia fe, sino vivir la tensión entre el arraigo y la novedad, entre la fidelidad y el cambio. Es un camino que requiere discernimiento y disponibilidad para enfrentarse a preguntas e inquietudes que enriquecen a la comunidad y la impulsan hacia una maduración continua. 

Además de los márgenes doctrinales, existen los existenciales, quizás aún más desafiantes. Son las periferias de la vida, habitadas por quienes están excluidos, marginados, olvidados. Hacer teología en este contexto significa no limitarse a hablar «de» quienes están al margen, sino «con» y «entre» ellos. 

El encuentro con las historias de quienes viven la exclusión se convierte en fuente de profundas preguntas y de cambio. La teología desde los márgenes es una teología encarnada, que se ensucia las manos y se deja interpelar, cambiar y renovar por el otro. 

Releer el Evangelio desde los márgenes significa descubrir una Buena Nueva que no se contenta con consolar a quienes ya están bien. El Evangelio, así reinterpretado, se convierte en voz de quienes no tienen voz, esperanza para quienes están desesperados, pan para quienes tienen hambre. 

El Papa Francisco invitaba a la Iglesia a «tener el olor de las ovejas»: una imagen poderosa que evoca el compartir real de la vida de quienes están en los márgenes. Es en este encuentro donde la fe se renueva, la doctrina se abre y la comunidad se regenera, convirtiéndose en un signo auténtico de un amor que no conoce barreras. 

Traspasar las fronteras, ya sean doctrinales o existenciales, conlleva riesgos e incertidumbres. Pero es precisamente en los márgenes donde la teología redescubre su fuerza profética y su autenticidad. Solo habitando los márgenes, escuchando y caminando junto a los excluidos, la comunidad cristiana puede ser fermento de novedad y signo de un amor que rompe todas las barreras. En las fronteras, allí donde la vida parece interrumpirse, se abren nuevos horizontes de esperanza y fe. 

El futuro de la teología cristiana pasa por un diálogo sincero con los márgenes: no solo escuchándolos, sino viviéndolos, atravesándolos y habitando las periferias del mundo y del corazón. 

Es un desafío que interpela a la Iglesia y a cada creyente, invitando a todos a salir de los recintos de sus propias seguridades para encontrar el Evangelio en su forma más pura y radical: la que nace y crece en los márgenes, donde el cielo se encuentra con el mar y se abren nuevos caminos de sentido y salvación. 

Hay una teología que no busca el protagonismo, que no se esfuerza por obtener reconocimientos ni se aferra al rigor de los grandes sistemas doctrinales. Es la teología marginal, la que nace en la sombra, entre los polvorientos senderos de la historia, donde la vida se mide con el peso de los días y el sordo ruido de los fracasos cotidianos. Una teología que respira el olor acre del olvido y se recuesta donde el mundo vuelve la mirada, convencido de que nada importante puede germinar en esos lugares descuidados. 

Pero hay mucho que aprender bajo los puentes, entre las manos temblorosas de quienes no han encontrado refugio, entre los cuerpos cansados que buscan cobijo del viento de la noche. Hay enseñanzas ocultas en el hambre que muerde cada amanecer, en esos rostros que afrontan el día sin la certeza de una comida. 

En esos lugares, la presencia del Misterio se revela poderosa, casi como para desmentir la presunción de las grandes cátedras. En esos lugares el Misterio se hace carne en lo cotidiano, se insinúa entre la lucha por la vida y los abusos de los poderosos que deciden el destino de generaciones enteras. 

El teólogo de los márgenes, aquel que se detiene a escuchar el silencio de estas calles, descubre un rostro del Misterio que escapa a los ojos de quienes se encierran en los palacios de los grandes centros teológicos. 

Hay algo prodigioso en la vida de los pobres, una sabiduría que no nace de los libros, sino del contacto directo con el sufrimiento, la solidaridad y la resistencia cotidiana. Es aquí donde se experimenta la presencia del Misterio de manera visceral, como un rayo que atraviesa la oscuridad de la noche e ilumina el sentido profundo de la existencia. 

Si realmente, como narra el Evangelio, Jesús quiso identificarse con los últimos, es señal de que el camino auténtico hacia el conocimiento del Misterio pasa precisamente por esta solidaridad con quienes viven en los márgenes. 

Ropa rota y sucia, zapatos gastados, cartones en lugar de casas, falta de comida, falta de trabajo, jóvenes privados de toda oportunidad, ancianos abandonados: ¿qué significa vivir el Misterio en estas condiciones? ¿Dónde se esconde la luz entre las grietas de la miseria? 

Quizás sean precisamente aquellos que viven en la marginalidad los que intuyen el Misterio, porque este se manifiesta en la fragilidad, en la precariedad, en la esperanza que resiste contra toda esperanza. 

Al leer estas palabras, los miserables de la historia sonreirían amargamente y volverían a plantear la pregunta: ¿cómo pueden percibir el Misterio aquellos que viven en palacios suntuosos, con carteras abultadas, con las seguridades extracubiertas? La respuesta ya la saben: es imposible. Porque el Misterio no se deja capturar por la abundancia ni se manifiesta en la autosuficiencia, sino que habita en la carne herida del mundo, allí donde la vida lucha por no sucumbir. 

La teología marginal, aunque permanece en los márgenes, custodia un tesoro de verdad que con demasiada frecuencia se ignora. Nos recuerda que el verdadero conocimiento no se conquista desde arriba, sino que se acoge inclinándose, rebajándose, compartiendo el pan amargo de la existencia. 

En el fondo, el Misterio habita donde el corazón se hace prójimo, donde el hombre se hace hermano, la mujer hermana, donde la pobreza se convierte en seno de luz y la marginalidad se transforma en lugar de revelación.

Para conocer más y mejor al propio P. Maximino Cerezo Barredo puedes leer, por ejemplo, esta entrevista: https://www.claret.org/es/maximino-cerezo-barredo-cmf-mi-pintura-no-es-de-mensaje-neutral-grita-para-ser-liberacion/ 

Incluso este reportaje televisivo, de más de una hora pero sumamente interesante, de aquél que ha puesto imagen al Evangelio del Año de Gracia del Reino: https://www.rtpa.es/video:asturias%20semanal_551615683463.html

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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