lunes, 20 de enero de 2025

Cinco claves de espiritualidad cristiana.

Cinco claves de espiritualidad cristiana 

¿Qué es la espiritualidad para el ser humano de hoy que vive una vida llena de compromisos? 

La palabra parece aludir a "otra" dimensión, siempre más allá de la que ordinariamente se experimenta. Quizás parezca referirse a un tiempo tranquilo, festivo, libre de compromisos que distraigan el espíritu de lo más importante. En el contexto cristiano, pues, a veces se piensa que la espiritualidad es una cuestión reservada a personas bien formadas y fervientes: una especie de paso más, un paso adelante. Si es cierto que la espiritualidad requiere tiempos y lugares específicos para ser vividos plenamente y con profundidad, también es cierto que su espacio propio es la vida ordinaria, la vida cotidiana, incluso cuando se vuelve caótica y dominada por ritmos agotadores. 

Una espiritualidad de la vida cotidiana 

Surgen dos preguntas: ¿qué elementos deben contribuir a componer la fisonomía de una espiritualidad cotidiana? ¿Qué fundamento puede inspirar un enfoque espiritual cristiano en la vida cotidiana? Nada existe fuera de lo cotidiano. Por eso exige obediencia y rebelión, simpatía y distanciamiento. Vivirlo espiritualmente significa tomarlo como una invitación a profundizar, a entrar en la propia interioridad, a habitar la propia humanidad, a inventar prácticas cotidianas iluminadas por el sentido y habitadas por la gratuidad. 

Una espiritualidad "religiosa" y cristiana 

En tiempos de "regreso de lo religioso", de inflación de la espiritualidad, de bulimia espiritual, urge aclarar qué es lo "espiritual cristiano" y poner en marcha una crítica de lo "espiritual". Hoy en día existe confusión sobre este tema: los sincretismos generalizados, la New Age, las espiritualidades orientales,…, van acompañados de la difundida indistinción entre lo psíquico y lo pneumático, entre lo afectivo y lo espiritual. ¿En qué condiciones es posible una vida espiritual inmersa en la fragmentación de los días de la semana? 

Una espiritualidad de la ferialidad de la vida y del Evangelio 

Lo cotidiano, entendido como dimensión de la existencia, es probablemente el ámbito más extenso -tanto en cantidad como en calidad de experiencias- en el que se forja nuestra vida. Según la etimología del término, "cotidiano" es una palabra que hace referencia al tiempo: designa "todos los días", "lo que sucede todos los días". En la idea de “cotidiano” radica la idea de una repetición que tiene como ritmo específico el día a día; los días de los que hablamos son ordinarios, "lo que sea", que son todos iguales, intercambiables. Precisamente porque estamos inmersos en él, requiere atención y reflexión. ¿Cómo nos interpela el Evangelio en esta dimensión existencial? 

Una espiritualidad según la humanidad de Jesús 

Captar la dimensión de Jesús como revelador de Dios en su humanidad lleva a ver los Evangelios como escuela de humanización, como inspiradores de un arte de vivir, como portadores de una palabra capaz de transformar nuestra humanidad a imagen de la humanidad de Dios que es Jesús de Nazaret. Se trata de potenciar la dimensión de sabiduría de la persona y figura de Jesús, y de ver cómo Jesús se relaciona con la vida cotidiana y nos enseña a vivir nuestra humanidad en la vida cotidiana. Esta centralidad teológica de la humanidad de Cristo puede convertirse en una centralidad espiritual para renovar profundamente la comprensión y la práctica de la vida cristiana en la concreción de la vida cotidiana. 

Una espiritualidad acorde al Cuerpo de Cristo

Si Dios mismo se encarnó, debemos seguirlo en este camino. Encarnarnos en nuestra carne personal –toda nuestra carne– es lo más difícil y exigente. El cuerpo es el camino que no se puede ignorar para el intercambio entre los seres humanos y la comunión con Dios. Está todavía presente -especialmente en una cierta manera de entender la espiritualidad- creer que la búsqueda de Dios se hace a riesgo del ser humano, es decir, en detrimento de la humanidad, en la abstracción espiritual. Muchos piensan que sacrificar la dimensión humana que llevamos dentro nos permite acceder mejor a lo divino. El ideal de estos caminos místicos ilusorios se basa en la pretensión de favorecer la vida espiritual des-encarnándola, liberándola del cuerpo, de sus necesidades, negando nuestra verdad de la carne. Dios nos quiso y nos hizo con esta carne que viene de Él, y es el único camino para encontrarlo, el único lugar para encontrarnos con él y el único camino que tenemos para llegar a él. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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