Creo
Me considero un cristiano que quiere ser un creyente pensante más que un practicante habituado.
Hace tiempo que tengo la impresión de que el lenguaje religioso de la liturgia parece enyesado en su sacralidad distante y repetitiva, poco nutritiva para mi deseo y búsqueda de creer.
Tomo, por ejemplo, el credo de la Misa dominical.
Lo digo con sinceridad, hace tiempo que lo recito con incomodidad y vergüenza, tanto que parece incapaz de hablar a mi experiencia vivida.
Proclama verdades elevadas, sin interpelarme personalmente.
Una profesión de fe no debería tanto proclamar verdades, como llamarnos a un camino de vida a seguir - si la fe, más que verdades a aceptar, es un camino de vida a vivir -.
Me parece que Jesús bajó a Dios de su alto trono para traerlo a la tierra, junto a nosotros sus hijos que caminamos con dificultad en la vida, para sostenernos y guiarnos con mucha misericordia e infinita paciencia, para hacernos crecer humanos en plenitud.
El Credo que recito, en cambio, sitúa a Dios en lo alto del cielo, en el trono de su omnipotencia. Y en esta calidad la Iglesia ha confesado, formulado, enseñado y administrado a Dios. Desde hace siglos.
Yo, como pobre cristiano, seguramente también algo presuntuoso, me tomo la libertad de reescribir el credo, para que no hable tanto a la mente obsequiosa, sino al corazón dispuesto a abrirse al amor del Dios de Jesús.
Creo en Dios Padre-Madre misericordioso
que sostiene y no abandona a sus criaturas,
que llama a toda las personas a construir un mundo justo y fraterno.
Creo en Jesús, rostro humano del Dios verdadero,
imagen perfecta de su misericordia,
que, en la fidelidad al Padre hasta la muerte de cruz,
nos mostró el camino para crecer en humanidad.
Creo en el Espíritu Santo, don para nosotros de la vida divina
para renacer y crecer como hijos de Dios
a imagen de Jesús.
Creo en la Iglesia como comunidad fraterna
que acoge y no excluye,
testigo de la presencia de Jesús resucitado,
que lo anuncia y lo vive
con obras de paz y liberación.
Creo en la vida entregada que va más allá de la muerte
para llevarnos al Padre
que nos espera a todos en su casa gozosa.
Amén.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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