jueves, 16 de enero de 2025

Descanso eterno.

Descanso eterno

Hay una oración que acostumbramos a repetir, sobre todo en los días de conmemoración de los difuntos y en los funerales, que recitamos quizás sin detenernos mucho en el significado de las palabras, así como otra que hemos memorizado durante años, pero que no hemos interiorizado suficientemente. 

Me refiero a la palabra «descanso». 

No es fácil hablar del descanso que, para nuestra sociedad productivista, puede convertirse en sinónimo de vacío, ociosidad o aburrimiento, sobre todo si se trata de algo de lo que se dice que va a durar eternamente. 

Pero, ¿qué es lo eterno? 

Incluso la Iglesia, al preferir presentar un rostro ético, racional y eficiente del cristianismo, corre el riesgo de no saber articular palabras, que son también las suyas, capaces de abrir horizontes a una humanidad siempre necesitada de sentido. 

Los cristianos somos también aquellos que nos atrevemos a decir que la muerte no es la última palabra, que el mundo vive ya de la redención, que Cristo ha vencido a la muerte («¿dónde está, oh muerte, tu aguijón?» 1 Cor 15,55), que la meta es la comunión, el descanso en Dios y nuestra participación en esa divinidad cuando «Dios sea todo en todos». 

La Escritura rehabilita el descanso. 

Desde el principio, en el libro del Génesis, se dice: «Dios, en el séptimo día, terminó la obra que había hecho y cesó de todo trabajo» (Gn 2,2). 

En el séptimo día, Dios cesó su actividad, como que se retiró, para dar autonomía a la creación estableciendo un fin, que es la finitud, el límite, pero al mismo tiempo estableció también el fin, que encuentra su culmen en el Crucificado: «Todo está cumplido» (Jn 19,30). 

Son las últimas palabras de Jesús. 

La totalidad del amor se ha cumplido. 

Es el descanso eterno: no la inercia, la privación o la ausencia, sino la riqueza del amor infinito, el destino al que están llamados la tierra y sus habitantes. 

La comparación con la Escritura lleva a comprender mejor el sentido del «descanso», a contextualizarlo en la historia de la humanidad. 

En el relato del pueblo que, tras 40 años de desierto y esclavitud, entra en la Tierra Prometida, Josué dice: “Ahora el Señor os da esta tierra y os concede la paz del descanso”. 

La Tierra es la paz, el don de Dios, su sí, porque es el lugar de la liberación: ya no esclavos, sino libres. Y es también el tiempo de la fiesta, del descanso, en el que dar gracias a Dios, y el tiempo del compartir, de la apertura a los demás, al forastero al huérfano, a la viuda. 

He aquí el significado teológico del descanso: la Tierra de paz y de descanso es una prefiguración, una prenda del descanso definitivo, pero no por ello sinónimo de quietismo, porque la tierra prometida es siempre promesa, es siempre devenir

La Tierra, firmemente implantada en un rincón del mundo, en un centro geográfico preciso, necesita constantemente liberarse de la subyugación a los ídolos del mundo, y siempre está amenazada por la nostalgia de las ollas de cebolla de Egipto. 

Nuestra humanidad está en juego. 

Pero a quienes tienen sed de amor y de verdad, se les ofrece la oportunidad de saborear la plenitud del descanso participando en la vida misma de Cristo. En nuestro «todavía no», en la no-permanencia de cada «hoy» que nos toca vivir, a través de la Palabra y en el cuidado del «sacramento» del hermano, podemos ponernos en camino de conversión continua y vislumbrar ya la luz. 

Entonces la misericordia de Dios llevará nuestros balbuceos, nuestros tropiezos y nuestras resistencias a una vida de comunión hacia ese descanso, donde «Dios será todo en todos». 

Entonces, como dice el autor de la Carta a los Hebreos: «Apresurémonos a entrar en su reposo» (Hbr. 4, 11). 

Y en el umbral de la casa de la que salimos, y a la que retornamos, el hogar del Padre, cuando Él nos dé la bienvenida, con su abrazo de amistad y con su beso de paz, escucharemos de su voz aquella palabra entrañable que nos susurrará al oído: "Ven, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor, entra en tu descanso" (Mt. 25, 21). 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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