jueves, 16 de enero de 2025

Repensar la fe haciendo memoria con creatividad e imaginación.

Repensar la fe haciendo memoria con creatividad e imaginación 

Al inicio de un congreso internacional sobre el futuro de la teología, organizado por el Dicasterio para la Cultura y la Educación (9-10 de diciembre de 2024), el Papa Francisco, al dirigir un saludo a los participantes (https://www.vatican.va/content/francesco/it/speeches/2024/december/documents/20241209-convegno-teologia.html), ofreció algunas pistas interesantes para la reflexión propiamente teológica, y que me gustaría también leerlas e interpretarlas como referidas a nuestra Iglesia y, muy en especial, a aquellos hombres que ejercen el ministerio ordenado. 

«Ante todo quisiera decirles que cuando pienso en teología, me viene a la mente la luz». Y aquí el Papa esbozó brevemente algunas de las características que distinguen a la luz: la luz en sí no se ve, pero permite ver y reconocer a las personas, las cosas y todo lo que nos rodea. La luz, en otras palabras, no se puede ver, pero permite ver, y es capaz de desplazar constantemente la atención del que mira de sí mismo a lo que es «otro» que él, renunciando así a un cierto protagonismo descarado. El Papa explica: «Así es también la teología: realiza un trabajo oculto y humilde, para que emerja la luz de Cristo y de su Evangelio». El carácter «relativo» de la teología consiste precisamente en esto: en proyectarse totalmente hacia algo, o más bien Alguien, que es decididamente más grande que ella misma. Y la teología es ella misma sólo si desplaza la atención del interlocutor de sí misma a Cristo. 

Partiendo de esta premisa, el Papa Francisco dirigió a los participantes un deseo y una invitación. El primero consiste en esto: «que la teología ayude a repensar el pensamiento». No se trata, por tanto, de ofrecer nuevos contenidos, sino de volver la mirada al ritmo del pensar. Retomando el tema de la luz, propuesto antes, se podría expresar también este deseo del Papa como una focalización sobre el modo mismo de mirar. Y «lo primero que hay que hacer, para repensar el pensamiento, es curar la simplificación» de quienes no tienen en cuenta la complejidad de la realidad en la que viven los hombres y mujeres de hoy. «La simplificación quiere mutilar la realidad, hace nacer pensamientos estériles, pensamientos unívocos, genera polarizaciones y fragmentaciones. Y lo mismo hacen, por ejemplo, las ideologías. La ideología es una simplificación que mata: mata la realidad, mata el pensamiento, mata la comunidad. Las ideologías lo aplanan todo a una sola idea, que luego repiten obsesiva e instrumentalmente, superficialmente, como los loros». 

Tanto la abstracción conceptual como la simplificación acaban generando un pensamiento incapaz de captar e interpretar la realidad en todos sus múltiples aspectos. Así pues, la teología está llamada a captar la complejidad en la que vive nutriéndose constantemente -hasta regenerarse- de esa inter y trans-disciplinariedad que la caracteriza: «Se trata de “fermentar” juntos la forma del pensamiento teológico con la de otros saberes: filosofía, literatura, artes, matemáticas, física, historia, ciencias jurídicas, políticas y económicas. Que fermenten los saberes, porque son como los sentidos del cuerpo: cada uno tiene su especificidad, pero se necesitan mutuamente». 

Se trata de un compromiso que la teología debe asumir, no solamente saliendo de sí misma para entrar en relación con otros saberes, sino entrando en sí misma y redescubriendo en sus entrañas esa tensión inter y trans-disciplinar que la constituye profundamente y la hace corresponder verdaderamente a su vocación. 

Tras subrayar este deseo, el de repensar el pensamiento, el Papa Francisco dejó a los participantes una invitación: «que la teología sea accesible a todos». Y aquí el Papa pidió a los académicos que habían acudido al Congreso desde distintas partes del mundo que tomaran conciencia de un fenómeno que caracteriza a las facultades de teología desde hace varios años: «Desde hace algunos años, en muchas partes del mundo existe un interés entre los adultos por retomar su propia formación, incluida la académica. Hombres y mujeres, sobre todo de mediana edad, quizá ya licenciados, desean profundizar en su fe, quieren hacer un camino, a menudo se matriculan en una facultad universitaria». 

Son personas que sienten un deseo muy fuerte de emprender de nuevo un camino en busca de sentido, y la teología está llamada a acompañarlas en esta delicada fase de su vida. He aquí la invitación del Papa: «Por favor, si alguna de estas personas llama a la puerta de la teología, de las escuelas de teología, que la encuentre abierta. Por favor, procuren que estas mujeres y estos hombres encuentren en la teología una casa abierta, un lugar donde reanudar el camino, donde buscar, encontrar y volver a buscar». Esta acogida debe llevar a las diversas instituciones académicas a pensar en nuevos planes de estudio, precisamente «para que la teología sea accesible a todos». 

Es un fenómeno, el presentado por el Papa Francisco, que distingue efectivamente a las facultades de teología, las cuales estarán llamadas cada vez más, además de preparar a los seminaristas, a los religiosos y a las religiosas en su camino vocacional, a ofrecer una formación auténtica y global también a los laicos, para ayudarles a redescubrir la razonabilidad de su fe y prepararlos, ayudándoles a recuperar las competencias ya adquiridas a través de los estudios y de las diversas experiencias laborales, para una participación más madura y eficaz en la vida de la Iglesia. 

Sí, el Pueblo de Dios necesita de una teología que remita al Cristo de los Evangelios y del Reino de Dios. Una teología no ideologizada. Tampoco abstractamente conceptual. Una teología no simplista. Es decir, nuestra Iglesia demanda una Iglesia abierta y accesible, con memoria bíblica y con creatividad, imaginación, profecía,…, que nos ayude a iluminar el presente y el futuro. ¡Bienvenida teología para una Iglesia en salida!

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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