miércoles, 16 de abril de 2025

Llamado a dejarme amar por Dios.

Llamado a dejarme amar por Dios 

Si alguien me ama, guardará mi palabra. Una afirmación tan importante que debe ser repetida inmediatamente en negativo: quien no me ama no guarda mis palabras, no puede hacerlo, no por sí mismo. 

Una constatación clara: solo si amas al Señor, entonces y solo entonces su Palabra, tu deseo y tu voluntad comienzan a coincidir. ¿Cómo se ama al Señor Jesús? ¿El amor hacia Él es un sentimiento, un gesto, muchos gestos de caridad, muchas oraciones o sacrificios? No. Amar comienza con una rendición, con dejarse amar. Dios no se merece, se acoge. 

Yo soy un campo donde circula el viento, cae lluvia de vida, lanzan dardos de sol. Entiendo que no puedo confiar en los pocos céntimos de amor que solo me pertenecen, no son suficientes para casi nada. En los momentos difíciles, si no estuvieras Tú, Padre firme, Hijo tierno, Espíritu vital, ¿qué podría comprar con mis céntimos? 

Tal como continúa el Evangelio hoy: y nosotros vendremos a él y moraremos con él. Nosotros somos el cielo de Dios, habitado por Dios entero, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Un cielo trinitario está dentro de nosotros. 

A menudo nos han enseñado que el encuentro con el Señor era la recompensa por nuestras buenas acciones. Sin embargo, el Evangelio dice otra cosa: si, como Zaqueo, dejas que el Señor se encuentre contigo, entonces será Él quien te transforme en todas tus acciones. 

Simone Weil utiliza esta delicada metáfora: Las amigas de la novia no conocen los secretos del dormitorio nupcial, pero cuando ven a la amiga diferente, gloriosa de vida nueva, con el vientre que se arquea como una vela, entonces entienden que le ha transformado el encuentro amoroso. 

Aquí se nos dirige una de las palabras más liberadoras de Jesús: el centro de la fe no es lo que yo hago por Dios, sino lo que Dios hace por mí. En el centro no están mis acciones, buenas o malas, sino las de Dios, el Totalmente Otro que viene y me hace otro. 

El primer lugar en el Evangelio no corresponde a la moral, sino a la fe, a la relación afectuosa con Dios, a aferrarse a Él como un niño se aferra al pecho de su madre y no quiere dejarla, porque para él es vida. 

El Espíritu os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que os he dicho. Una afirmación llena de hermosas significaciones proféticas. 

Dos verbos: enseñar y recordar. Son los dos polos entre los que sopla el Espíritu: el recuerdo cordial de los grandes gestos de Jesús y el aprendizaje de nuevas sílabas divinas; las palabras dichas «en aquellos días» y las nuevas conquistas de la mente y del alma que induce el Espíritu. 

Aquel que en un principio incubaba las grandes aguas y se elevaba sobre los abismos, sigue incubando las mentes y elevándose, creador, sobre los abismos del corazón humano también en el siglo XXI. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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