viernes, 17 de enero de 2025

Los des-equilibrados heredarán el poder.

Los des-equilibrados heredarán el poder 

Los políticos nos han aconsejado cultivar la esperanza de un mundo mejor en el nuevo año. 

Y, sin embargo, un resultado feliz es poco probable: la sensatez y la fraternidad no son la virtud de nuestro tiempo. Avanzan gobiernos de lo peor, la “kakistocracia” hace estragos, y los resultados son visibles. 

En Gaza muere un niño cada diez minutos; la guerra de agresión de Putin no perdona a ningún civil; la deportación masiva -sugerida por Donald Trump- encuentra plena aceptación en la ultraderecha europea; la señora Alice Weidel deja claro que los verdaderos liberales son los neonazis de la AfD y pretende acabar con los intelectuales disidentes; en Austria, el encargado de formar gobierno hace del Mein Kampf su ‘evangelio’; el Mediterráneo es el cementerio de los migrantes y de las malas conciencias. Son solamente algunos ejemplos... pero hay más. En todas partes, quienes piensan que el ser humano tiende a la bondad reciben sonoras negativas. 

¿Qué puedo decir? El cinismo es un componente de la política. Pero hoy, la indiferencia y el desprecio por los valores humanos, morales y sociales impregnan la política y la empobrecen. La disyuntiva entre política, solidaridad y fraternidad ha destruido definitivamente la antigua idea del ‘arte de gobernar’ como búsqueda del bienestar colectivo y la justicia social. 

Echemos un vistazo rápido a la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea de 2000: describe otra época, ya desvanecida, de respeto a la dignidad humana, igualdad, solidaridad y lealtad absoluta a los principios de la democracia y el Estado de Derecho. Era la era del optimismo. Hoy estamos en la era de la política traicionada y sin humanidad. 

Alguien decía que el cinismo es «un movimiento de masas de nuestro tiempo»: el escudo de todos nosotros que nos protege de la implicación emocional en torno a los dramas del planeta. Hoy, la marea latente de la derecha antiliberal y populista se desborda: exalta los desvalores que han devastado el mundo. Tampoco contempla las virtudes teologales. 

¿Queremos un mundo mejor? Legítima ambición pero seguimos confiando en los peores hombres. Prefiero no citar más nombres u otros de los que he citado… pero podría hacerlo. Estamos en presencia y, lo que es peor, en las manos de personajes con grandes problemas psiquiátricos. El componente psiquiátrico está influyendo exponencialmente en la derecha populista y antiliberal, según la cual lo que nos parece mal comportamiento y agresividad temeraria no son más que la expresión… de una natural franqueza de pensamiento y de una viva espontaneidad. 

En otras palabras, el respeto de los tratados y las convenciones es cosa del pasado. El presente favorece en cambio políticas delincuenciales cuyo objetivo es el control del poder, el diseño personal de progreso, el avasallamiento, la prevaricación y el desprecio del Estado de Derecho. 

Así que no nos queda más remedio que admitirlo: frente a las nuevas élites de derechas que nos asedian, el politólogo por sí solo ya no puede explicarnos la política: necesita urgentemente que se le una un gran equipo de psiquiatras muy experimentados. 

¿Y la opinión pública? ¿La que se supone que influye en las orientaciones políticas? Ya no existe. Están los aficionados en las gradas, los de este lado y los de aquel. En medio los indiferentes que miran para otro lado. Tal vez, con una paráfrasis casual, se podría concluir con el tan citado Bertolt Brecht que es hora de elegir a otro pueblo que sepa elegir mejor. 

Sin embargo, sería bueno explicar a los destacados gritones de esta tierra que algunos seguimos entendiendo que el Estado está al servicio del ciudadano y que no admitimos lo contrario. Esa es la diferencia entre el Estado de Derecho y el Estado que codician los ultraderechistas que aspiran a gobernar sobre los ciudadanos en lugar de gobernar para los ciudadanos. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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