Preguntas… entre la pertinencia e impertinencia: Quo vadis, Ecclesia? ¿Hacia dónde vas, Iglesia?
De las misas cada vez más desiertas a las reformas del Papa Francisco, del progreso científico a la bendición de las parejas homosexuales. En la Iglesia son no pocos, ni poco diversos, los hematomas, las fracturas, las contusiones recientes y antiguas, cartílagos que no aguantan, pero también muchos tejidos y músculos sanos que, a pesar de todo, todavía pueden hacer frente a los desafíos de hoy y de mañana. Una mirada profunda y quirúrgica, franca y a veces cortante, pero sin amargura, y al mismo tiempo acogedora, sin descuentos ni hipocresía. Y mirando a presente y futuro… del cual la Iglesia es responsable. También porque agua pasada… ya no mueve molino.
Seguramente cada uno tendrá sus preguntas… más o menos decisivas… más o menos cruciales…
A pesar de las buenas intenciones, ¿a quién habla la Iglesia: sólo a algunos y no a todos? En Europa y América del Norte la práctica religiosa está disminuyendo notablemente, mientras que en América del Sur y África se ve socavada por las Iglesias pentecostales. Quién se hace cargo de esta emergencia? La apertura a los laicos y a las mujeres, ¿es real o sólo una fachada? El comienzo y el final de la vida, el cuidado de la vejez, las nuevas fronteras de la medicina, la cuestión de género: ¿está la Iglesia en condiciones de responder a las nuevas cuestiones planteadas por el progreso y la ciencia? ¿Qué pasará con las reformas de la Iglesia emprendidas por el Papa Francisco? ¿Y qué sucederá con la sinodalidad?
Seguramente algunas preguntas hasta pueden contener dentro de sí otras preguntas.
Tras el cónclave de 2013, al final de un periodo de cierto desconcierto con la dimisión del Papa Benedicto XVI -y con no pocos escándalos que comenzaban a asomar… para quedarse como, por ejemplo, el de los abusos de conciencia, sexuales, etc., y el de la pedofilia-, con la elección del Papa Francisco hubo hasta una clara sensación de viento nuevo, de ese espíritu expresado en la exhortación Evangelii gaudium.
Luego, claro, ese empuje inicial tuvo que afrontar resistencias y dificultades. El Papa Francisco fue un pastor, mantuvo recto el timón. Fue un verdadero líder y supo dar voz a sentimientos que unieron a millones de personas en todo el mundo, incluso cuando, como durante el periodo de la pandemia, otros líderes guardaron silencio. Sin embargo, todo esto no es suficiente. Hay cuestiones cruciales y profundas. Debemos preguntarnos quiénes son hoy el hombre y la mujer. Y ante estas preguntas, uno tiene la sensación de que la fe ha sido suplantada por el miedo. Uno quiere creer que en el fondo sigue habiendo una necesidad de cristianismo, o al menos una profunda nostalgia de él. ¿O será esta creencia un mero espejismo?
Quo vadis, Ecclesia? ¿Hacia dónde vas, Iglesia? En este momento algunos experimentos una cierta inquietud. Yo lo confieso que sí. Se están produciendo varios apocalipsis, en el sentido bíblico de revelaciones, se está levantando el velo sobre muchas realidades. Tenemos un Papa profético y muy evangélico. Quiere vivir realmente el Evangelio. Y quiere que la Iglesia haga lo mismo. Además, es profético, porque se parece a uno de esos ancianos, descritos por el profeta Joel, que tienen sueños. Y precisamente en la medida en que el Papa anuncia verdaderamente el Evangelio, crea divisiones. Los primeros en escandalizarse son los cristianos. Así, el Papa es «simpático» cuando dice «y no se olviden de rezar por mí», pero cuando habla, por ejemplo, de los emigrantes y de los pobres muchos no le soportan. Con respecto al pontificado del Papa Francisco uno ve grandes sueños… pero luego… como que faltan los procedimientos para realizarlos. Y en la Iglesia católica, los procedimientos son fundamentales. No se vive de deseos y declaraciones. Tampoco de frases hechas ni de eslóganes para la galería. ¿Debilitamiento de la fe? ¿Falta de fraternidad? ¿Falta de un decir y de un actuar con la audacia y liberta de la parresía? ¿…?
Un tema, otro tema, capital es el de la multi-formidad de culturas. Nos enfrentamos a un nuevo reto, a saber, que la cultura dicta la moral. Cuando el Papa habla de bendecir a las parejas homosexuales, los países del norte de Europa exultan, mientras que en África los obispos responden compactamente: 'no, nunca'. Hasta ahora sólo había una moral, la que formulaba y dictaba Roma. A partir de ahora ya no será así.
Ante retos tan grandes y complejos, los que he mencionado, y los que no he citado, y en medio de lo que a muchos les parece una profunda crisis, ¿qué futuro debemos esperar para la Iglesia?
Quizá debamos preguntarnos quiénes somos los cristianos. ¿Un pequeño 'remanente' identitario, capaz de llevar a cabo una proclamación del Evangelio, o, por el contrario, un hospital de campaña, que acepta a todo el mundo y, por tanto, también está dispuesto a transigir? ¿O no será ésta una falsa oposición?
Y no es sólo una cuestión de lenguaje que hay que cambiar, sino de valentía, de opciones, de responsabilidad que hay que asumir. Pensemos, por ejemplo, en lo que ha sucedido durante el debate sinodal, aunque valioso, en tantas diócesis (en otras, seamos honestos, el Sínodo ha pasado prácticamente sin pena ni gloria). Pensemos en ese bloque granítico de opiniones en contra incluso cuando se menciona, además de manera muy genérica, el diaconado femenino.
Si la Iglesia no pretende decir una palabra sobre todo, y no pretende ser maestra de hombres, pero si escucha a la humanidad y sobre todo al Evangelio, creo que todavía consigue provocar a los hombres. Y recordemos que estamos en un mundo también, por lo menos en Europa, con una fuerte condición de indiferencia y paganismo. Parece que Dios no interesa a nadie, es más, la misma palabra 'Dios' divide y aleja, provocando indiferencia, irrisión,…
Si de verdad queremos ser testigos y ofrecer la Buena Noticia, hablemos de quien ha revelado a Dios a la humanidad. Hablemos de Jesucristo. Pero de Aquel Jesucristo del Año de Gracia del Señor de la sinagoga de Nazaret en el Evangelio de Lucas. De Aquel Jesucristo del Evangelio sine glossa. De Aquel Jesucristo del Reino de Dios. Otro Jesucristo será tan deforme que no será digno de crédito.
¿Puede ser el próximo Jubileo de la Esperanza una ocasión propia para ello?
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
No hay comentarios:
Publicar un comentario