lunes, 20 de enero de 2025

Testamento espiritual (1).

Testamento espiritual (1) 

Tengamos confianza. La muerte no me asusta, ya he experimentado un anticipo de la comunión con Él a través de los que he amado. Tengamos confianza. Dios no fallará. No nos preocupemos por el número, lo importante es que estemos unidos. Recordemos que la vida religiosa es un compromiso de fe en Dios que está presente, y que es amor infinito. Pero por eso mismo Él no puede darnos pruebas mientras vivamos en el cuerpo. Los consuelos que nos ofrece son sólo una ayuda para que vivamos en adhesión de fe a Su voluntad. Por eso nos pide fe, una fe sencilla, pura, pero grande. Dios no nos fallará. Nos hemos entregado a Él, y Él nos ha tomado: somos suyos para siempre. 

Es un hecho muy relativo que el cuerpo nos impida vivir juntos. La unión con Él no está en la experiencia sensorial sino en Cristo, que nos ha unido a Él y ha querido que seamos un solo Cuerpo con Él. Ama a la Iglesia, sacramento visible de la Presencia de Dios aquí en la tierra. 

Estemos ciertos y seguros de nuestra vocación y sepamos acogerla y agradecerla. A todos -especialmente a los de mi Congregación Claretiana y del resto de esta Familia- quiero dirigir mi último adiós, mi agradecimiento más ferviente, más vivo, mi seguridad de que no abandonaré a nadie. Recomiendo unidad; no dudéis, no desesperéis, no os desaniméis. Dios pide fe, y cuanto más cierta es, más poderosa es. Recordemos el grano de mostaza. Debemos creer en Dios que nos ha llamado. Os dejo aparentemente. En verdad, estoy con vosotros más que antes. 

Pero antes que mi presencia, debe ser para vosotros seguridad el Cristo que nos ha llamado y nos ha unido. Recordemos que la consagración a Dios, la unión con Él sólo se hace real y segura en la unión fraterna con aquellos a quienes Dios une con nosotros en la misma vocación y en el mismo camino. Si nos dispersamos, no sólo fracasaremos en nuestra unión, sino que comprometeremos seriamente nuestra respuesta al Señor. 

Toda la tradición cristiana nos lo enseña. 

No nos hemos entregado mutuamente, sino a Dios, y Dios nos ha acogido. A todos se impone una mayor certeza de nuestra vocación y de la obra de Dios que hemos sido llamados a realizar en unión unos con otros. 

Recomiendo especialmente a los más ancianos en la consagración que sean ejemplo de vida, que sean firmes en la fe, que tengan la certeza de que este carisma misionero es una obra querida por Dios, una obra que, sin embargo, somos nosotros los que debemos realizar, con sencillez, con perseverancia, con humildad, pero con la certeza de que respondemos a una llamada precisa del Señor. Os recomiendo concordia entre vosotros y obediencia a vuestros legítimos superiores. 

Al dejar esta vida, me siento en deuda con innumerables personas que me han ayudado con su ejemplo y su amor. Han iluminado mi camino, me han apoyado con sus consejos, han sido pacientes conmigo. Junto a Aquel a quien he tratado de amar, por encima de todo, el bienaventurado Jesús, pido que Aquella que me tomará por hijo, la Virgen, venga a mi encuentro, y que ruegue por mí en la hora de mi muerte invocando de su Hijo el perdón de todos mis pecados y de mis innumerables infidelidades. 

Pero con Jesús y la Virgen Santísima, espero que vengan a mi encuentro las innumerables almas a las que, a lo largo del tiempo, el Señor ha querido unirme en una relación de paternidad y, a veces, incluso de dependencia filial. Volveré a ver a mis hermanos de sangre, a mi padre, a mi madre, pero ciertamente la unidad más verdadera, la más grande en el amor, en mi unión con Cristo, será con todos mis hermanos. Sé que les he fallado tanto, pero también sé que todo me ha sido perdonado. No he recibido más que amor. Sólo Dios podría recompensar a cada uno por todo lo que me ha dado. ¡Cuántas almas grandes en esta historia de salvación que Dios Padre me ha permitido vivir! Almas sencillas y humildes, pero también almas grandes. Lo que yo fui para ellas, sólo Dios puede decirlo. Sé, sin embargo, que debía ser inmensamente más una imagen viva de Aquel a quien yo representaba. 

¡Qué inmensa comunión de amor será la nuestra en el Cielo! Pero esto no me apartará de la comunión con los que he dejado aquí en la tierra. Y esta comunión será con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo; en el seno de la Santísima Trinidad, no seremos más que un himno de alabanza, de acción de gracias y de amor. Señor, en la hora de mi muerte, que te conozca, que te ame, que te sirva, que te alabe. Dame tu mano firme, abre tus brazos seguros, y mándame ir hacia Ti. 

"Escucha Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es uno. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas, amarás a tu prójimo como a ti mismo". 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El Tercer Testamento o el Quinto Evangelio.

El Tercer Testamento o el Quinto Evangelio   Este tiempo es un momento hermoso para todos nosotros, llamados de manera diferente a vivir y d...