Testamento espiritual (2)
Dios, Amor eterno, infinito, maravilloso, Trinidad Santísima, Padre, Hijo, Espíritu Santo, con toda la fuerza de la que me haces capaz, te presento mi total gracias por haberme llamado a ser, a existir.
Me diste vida a través de María de las Nieves y Joseba.
Confío en este momento de mi vida en tu perfecta misericordia. Quisiera encontrarme con tu sonrisa profunda y pacificadora para volver a ser pequeño, comprender verdaderamente y volver a entregarme también ahora con pureza de corazón. Ahora, aprendiz y discípulo que he pasado tantas veces del Tabor a Getsemaní, al Gólgota, a Emaús, te confieso mi fe: quédate, Señor, conmigo, que la tarde declina y la noche avanza.
Te confieso, también, que no he vivido antes ni vivo ahora con una brillantez sino con dudas, tanto mi fe, como mi vocación misionera claretiana.
Mi timidez, mis miedos, mi emocionalidad no lineal, han dificultado alcanzar la felicidad.
En mi camino me has guiado a muchos encuentros con hermanos y hermanas, puestos por Ti para poder responder, en el tiempo que huye, a Tu Amor que todo sostiene, guía y espera.
Perdóname por mis omisiones, por mis demoras, por quedarme entre los espacios de mi frágil personalidad, sin abrirme lo suficiente a los horizontes del Corazón de Jesús y a la profundidad del Corazón de María.
Es cierto, me presento como un herido en el camino de Jericó y veo en mí algún motivo de desilusión. No he estado a la altura. No he sabido responderte. Concédeme la gracia de saber perdonarme.
Por supuesto, a mi manera, yo también amaba; al menos una meta que Tú me permitiste alcanzar siempre: la de permanecer en el camino.
Gracias por esto, Dios mío.
Tu plan redentor se ha aparecido en un camino permanente y siempre diferente a Damasco. Mi historia terrena no está llena de fechas memorables para mí.
Tú sabes cómo en mi existencia, de manera previsible sólo para Ti, se ha abierto progresivamente una perspectiva inesperada, compleja, difícil, a veces maravillosa, otras con inercias.
¡Muchas veces, demasiadas veces, Dios de toda salvación, tantos signos tuyos han sido incomprendidos y traicionados por mí!
Ya que fui llamado por Ti para hablar en Tu nombre, permíteme dejar este breve y sentido mensaje:
Hermanas y hermanos que me habéis conocido, comprended que Jesús, Emmanuel, Cristo Señor, Buen Pastor, es verdaderamente y de modo sobreabundante, gozosa plenitud de Camino, Verdad, Vida.
En Él, con Él, para Él, descubrid cuán bella es la vida en todas sus expresiones auténticas. Quizás pueda parecer breve, decepcionante e incluso cruel; es más bien la cita y el camino con el sacrificio de Jesús por nosotros, para que podamos creer, esperar, amar hasta la Resurrección, hasta la vida eterna.
Frente a cualquier hermano, tened el valor de no cerrar ni vuestra mente ni vuestro corazón; Jesús nos hace capaces de ello y nos hace tener "su ciento por uno".
Recordad que, al creer en Cristo, tenemos la riqueza inconmensurable de poder orar; nunca renunciéis a poneros siempre como discípulos que quieran aprender a orar.
Ahora, sabiendo que cada día es hecho por el Espíritu Santo, es Pentecostés, me uno a María que es nuestra Madre y Maestra para decirle ruega por mí ahora y en la hora de mi muerte.
Y vosotros, rezad lo que podáis y sepáis por el perdón de mis pecados y, si Dios quiere, por mi eterno descanso.
Ahora solamente quiero volver a casa.
P. Joseba Kamiruaga
Mieza CMF
No hay comentarios:
Publicar un comentario