viernes, 21 de marzo de 2025

El aire es hermoso.

 El aire es hermoso

El aire es hermoso, se respira limpieza. El camino de regreso a casa. Y el sabor de la sencillez empieza a envolverme. Me he dado un día de silencio y oración. En la capilla de nuestra comunidad suelo esconderme, silencioso y paciente, sentado frente a la cruz y no hago nada. Los pensamientos se agolpan y tratan de ocupar mi corazón. Poco a poco los dejo deslizar y poco a poco dejan de atacarme. Respiro el silencio y miro el crucifijo. Y lo agradezco. Es tiempo de quietud y de soledad acompañada. 

Te doy gracias porque me fue dado el don de sentir que Dios tiene sabor a amor, a ligereza y a libertad. Después de años de envolverme en una fe oscura, hecha de deberes, con un Dios juez y vengador de profesión, que se ocupa de pesar el bien y el mal con una balanza, se me dio la oportunidad de intentar ponerlo entre paréntesis y poder sufrir por mis miedos, mis prohibiciones, mis rigideces y mis odios. Pude cruzar mi desierto y encontrar, después de años, una Biblia que todavía sabe sorprenderme y hacerme llorar, una Iglesia que me acoge tal como soy, y la aguda y dulce percepción de que sea como sea, Dios me ama. Trivial, sí, pero absolutamente cierto. 

Doy gracias porque siento fuertemente que no soy perfecto, y también por eso sé que estoy dentro de la Iglesia. De no saber amar como quisiera y de tener que caminar aún mucho, porque mi tierra está llena de piedras y espinas y las obras de saneamiento aún no terminan, afortunadamente. Y si trato de decir dónde estoy, realmente no puedo responder. Pero sé que no estoy solo en este trabajo, y que dentro de mí, un Otro, con dulce paciencia, espera que le deje trabajar. 

Agradezco porque mi cabeza, tan presuntuosa, ya no toma el mando, aunque sigue sin dejarme en paz. Sigue despertándome curiosidad por el misterio que somos y tenemos entre manos, y por buscar respuestas cada vez más acogedoras y integrales, donde la verdad no puede usarse para dividir y juzgar y donde nuestras certezas son puntos de encuentro, comparación, choque, ajuste, y en definitiva reconocimiento para aquellos que piensan diferente a nosotros. 

Pero sobre todo doy gracias porque me ha sido regalado una vez más poder entrar en ese lugar dentro de nosotros que ninguna red social puede llenar, un lugar donde estamos solos, pero esperando que Otro nos llame y nos dé sentido. Un lugar que queda enterrado bajo tantas cenizas pero que nunca muere. 

Esto es lo que me gusta. El poder que ayer, hoy y mañana este lugar interior mío todavía es rastreable, aún accesible. Con paciencia y valentía puedo abrir mi propia puerta interior y aceptar bajar unos escalones, para intentar escuchar a ese niño herido, humillado, enojado y abandonado que llevo dentro. Y sentir que ese niño es amado como ningún otro en el mundo. Que la mirada y la sonrisa del Otro me hace sentir reconocido, único, acogido y desafiado. 

Y una vez abierto este cuarto interior puedo darme cuenta del gran valor que soy y del don que tengo de estar en el mundo sin haberlo pedido. De la oportunidad que se me ofrece de poder estar aquí, de poder empezar a "jugar" mis dones junto con los demás, hasta que puedo comprender qué es lo que realmente sueño y qué puede hacerme verdaderamente felices. Y si la Palabra de Dios puede ayudarme y acompañarme en esto, que me sea dado el don de poder acogerla y luego poder hacerme a un lado, para que ella haga su camino en mí. 

Me gustaría no olvidar que vivo por lo que soy, no por lo que hago ni siquiera por lo que sé. Y que mi vocación claretiana, mi presbiterado, mi… no pueden hacer nada si cada mañana no acepto desnudarme delante del Otro y, con sinceridad, también dejarme mirar por Él. Quizás así será más fácil obligarme a perdonar el cansancio, los errores, las distracciones y los miedos que seguramente vendrán y me acompañarán. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

No hay comentarios:

Publicar un comentario

"Poneos en camino" - la espiritualidad del camino del peregrino -.

"Poneos en camino" - la espiritualidad del camino del peregrino -   ¿Quién te llama, peregrino? ¿Qué fuerza misteriosa te atrae?...