sábado, 22 de marzo de 2025

Octava de Pascua. Lunes de Pascua - Mateo 28, 8-15 -.

Lunes de Pascua - Mateo 28, 8-15 - 

Este día se desarrolla al borde de la incomprensión... Las mujeres creen que van a embalsamar un cadáver y encuentran una tumba vacía, los apóstoles, machistas como convenía en la época, no creen el testimonio emocionado de las mujeres, el Sanedrín se enfrenta a la desaparición del Nazareno e inventa un clamoroso engaño... ¡Mentiras y fábulas parecen ser los temas que encontramos en las reacciones de todos ante la noticia de la desaparición del Señor! ¡Y esto sigue siendo así hoy en día! Muchos piensan simplemente que Jesús es un personaje mitológico y que la historia de la resurrección es un cuento de hadas piadoso y edificante. Otros imaginan conspiraciones (¡seguro que la Iglesia tiene algo que ver!) y formulan hipótesis fantasiosas sobre el curso de los acontecimientos. Hay que rendirse a la evidencia: si la vida y la misión de Jesús, su pasión, muerte y resurrección son hechos históricos, realmente sucedidos, aceptar el testimonio de quienes los vivieron nos lleva a la dimensión de la fe. ¡Y es precisamente en esa tumba vacía donde se funda toda nuestra fe en Jesús muerto y resucitado! 

El ángel y Jesús, la misma invitación: no tengáis miedo. No tengáis miedo, vosotras, madres de vida. 

Habían ido a cuidar el cuerpo de Jesús. Con lo que tenían, como solo las mujeres saben hacerlo. Siguiendo la brújula del corazón. 

La segunda palabra: ir. Lo cual te eleva y te pone nuevamente en el camino. El evangelio termina con un comienzo, con un nuevo comienzo. 

Todas las apariciones personales de Jesús, el camino, los recorridos, no hay ninguna que no sea una invitación a ir, a contar lo vivido. Con Él no hay la paz que esperabas, la paz de decir: ya llegué, me quedo aquí. No, el Evangelio termina con una invitación a zarpar, a partir hacia… 

Los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles y Pablo son unánimes en esto. 

El encuentro con Jesús es un punto de partida, no un punto de llegada, un muelle desde el que zarpan nuestras barcas, no un lugar de desembarque donde permanecemos amarrados con seguridad. 

La resurrección, este acontecimiento misterioso del corazón carnal de Dios, es también el acontecimiento que nos empuja al corazón del mundo. 

Id a Galilea. ¿Dónde está nuestra Galilea? La respuesta de Laudato si’ es hermosa: Cristo resucitado habita en lo más profundo de cada ser, rodeándolo con su afecto y penetrándolo con su luz (n. 221). 

Unas palabras brillantes: Él habita en lo profundo de cada ser. Excelente. Todo ser, vivo o no. 

Los rodea con su afecto, asedia todas las cosas, los envuelve, pero no con su poder, con su afecto, dulcemente, una piel de cielo, una túnica de afecto. 

Él los penetra con su luz: la luz de Dios penetra el universo y todo queda iluminado. Entra en esta magnífica primavera, la más bella. Penetremos esta Pascua de nuestros traumas, a través de mil resquicios. Ha penetrado en todas las personas. Yo lo creo. Empezando por los que comparten hogar y sueños en casa. Yo soy mi Galilea, donde puedo ver al Señor. 

El Resucitado habita en lo más profundo de cada ser, rodeándolo con su afecto y penetrándolo con su luz. 

En los días pasados ​​florecieron los espinos, y luego los cerezos: es Dios quien florece en ellos, se expande, se extiende y luego vuelve a florecer. Dios que lucha con nosotros cada mañana para hacer florecer el mundo y las personas. El Reino de Dios vendrá con el florecimiento de la vida en todas sus formas. 

Queridos amigos, hemos pasado juntos la Cuaresma. La Pascua ha llegado y, como la primavera, no se ha dejado desanimar. 

Felices Pascuas de nuevo. Y si prestamos atención al rumor y susurro de los ángeles, escucharemos: no tengáis miedo, id. Cada calle del mundo es Galilea. Id a todo ser viviente. Allí saldrá a nuestro encuentro. Allí lo veremos. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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