jueves, 17 de abril de 2025

Getsemaní: ¿Quedarse o huir? - San Marcos 14,32-42 -.

Getsemaní: ¿Quedarse o huir? - San Marcos 14,32-42 - 

Si la Eucaristía es la promesa y la Pasión la ofrenda, Getsemaní es la elección. Entre dos escenas tan intensas, es fácil subestimar ese momento. Un momento de gran desolación, de profunda soledad, pero también de inmensa fidelidad. 

Antes de pasar a cualquier comentario, es importante hacer una primera lectura del texto: San Marcos 14, 32-42. 

[32] Llegaron a una finca llamada Getsemaní. El nombre, en arameo, significa el molino de aceite, lo que no debería sorprender al pie del Monte de los Olivos, a las afueras de la ciudad, justo al este de Jerusalén. El lugar está en el camino de Betfagé y Betania (pueblo de Marta, María, Lázaro y otros discípulos), y más allá, hacia el desierto de Judá, Jericó y el valle del Jordán. El Monte de los Olivos es la vía de escape de David cuando Absalón, su hijo, le usurpa el trono (2 Sam 15,30). 

[33] Tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan. Son los mismos tres discípulos llamados por Jesús para orar con él en el monte de la Transfiguración: no se puede (sobre)vivir el momento de Getsemaní sin haber vislumbrado la gloria de Dios. Es necesario recordar el consuelo recibido para poder vivir la desolación. 

[33-34] Comenzó a sentir miedo y angustia. El texto aquí es fuerte, y aún más fuertes son las palabras de Jesús: Mi alma está triste hasta la muerte. Es el momento de la desolación profunda, de la angustia de la tentación. Ante él, la elección: permanecer fiel, cueste lo que cueste, o huir, cortar por lo sano, salvar el pellejo. No es propio de la verdadera humanidad del Hijo de Dios buscar la fuerza: no es una escena, la angustia es real, palpable. 

[34] «Quedaos aquí y velad». La invitación a los tres discípulos es sencilla: ¡rezad! 

[35] «Un poco más adelante, cayó al suelo». Reza postrado, en contacto con la tierra, en un gesto de profunda humildad. 

[35] Rogaba que, si era posible, pasara de él aquella hora. El sentido de la hora de Jesús es fundamental en la teología del evangelio según San Juan, pero no es menos fundamental aquí. Es la hora de la Pasión, la hora del don, la hora del cumplimiento. 

[36] ¡Abba! ¡Padre! Todo es posible para ti: ¡aparta de mí este cáliz! Es fácil subestimar la fuerza de esta oración: al fin y al cabo —podríamos decir— Jesús es verdadero Dios. Pero incluso Cristo lucha ante el cáliz del sufrimiento que vislumbra ante sí, la oscuridad, la incomprensión. ¡Rogarle a Dios que aleje el sufrimiento de nosotros no es falta de confianza! 

[36] Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres. La otra cara de la moneda, complementaria a la petición anterior, es la sumisión a la voluntad del Padre, con la misma confianza en que el Padre todo lo puede, incluso cuando, como Cristo, se vive un momento de profunda oscuridad. 

[37] Los encontró dormidos... Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar ni siquiera una hora? No habrán velado ni rezado. Jesús, imagino, se siente radicalmente solo. 

[38] Velad y orad para no caer en la tentación. Aquí Jesús explica el porqué y el para qué de la oración. 

[38] El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil. Aquí la carne recuerda la fragilidad humana y sus límites. 

[40] No sabían qué responderle. Ante los propios límites, a menudo es difícil dar una razón. Cualquier excusa, por su naturaleza, carece de sentido. 

[41] Ha llegado la hora. Estas palabras marcan un momento de transición. La hora es claramente la de la Pasión. 

[41] He aquí que el Hijo del hombre es entregado en manos de los pecadores. El verbo entregar o traicionar está aquí en pasivo. ¿Quién entrega realmente? ¿Judas, el traidor, que entrega materialmente a Jesús a las autoridades? ¿O es la voluntad de Dios Padre y la elección del Hijo? 

[42] «Levantaos, vamos. Mirad, el que me traiciona está cerca». La conclusión del momento es la elección. Cabe destacar que Jesús elige ir al encuentro de su traidor, no simplemente esperar y sufrir. 

Antes de pasar a algunas preguntas para la reflexión, conviene releer el pasaje enriquecido con varios comentarios. 

a.- ¿Dónde he vivido momentos de oscuridad, tal vez incluso de profunda oscuridad, en mi vida? ¿Qué o quién me ayudó a afrontar esos momentos? 

b.- ¿Rezo regularmente en mi vida? ¿Rezo en los momentos de gran angustia? ¿Rezo en los momentos de alegría? 

c.- ¿Dónde siento en mi vida las palabras: «El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil»? 

d.- ¿Confío en Dios, especialmente en los momentos de oscuridad? ¿Creo que Dios está conmigo, incluso cuando no lo siento? 

e.- ¿Hay alguna decisión radical en mi vida en la que siento que he huido, en lugar de tomar la decisión correcta y necesaria? ¿Dónde he permanecido fiel en las dificultades? 

Dejo que mis reflexiones se conviertan en conversación. ¿Qué siento que el Señor está tratando de decirme en este momento? Por mi parte, ¿qué me gustaría decirle al Señor, con toda libertad? ¿Qué palabras de alabanza y agradecimiento? ¿Por qué me gustaría pedir perdón? ¿Qué gracia pediría? 

Me detengo en la presencia del Señor. Velando en silencio con Él, dejando que la oración se convierta en presencia. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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