jueves, 17 de abril de 2025

Nosotros somos el Cuerpo resucitado de Jesucristo.

Nosotros somos el Cuerpo resucitado de Jesucristo 

El Aleluya de Pascua resuena en el cielo y en la tierra, Cristo está vivo y asciende a su Padre y nuestro Padre, su Dios y nuestro Dios. 

El triunfo de Cristo sobre la muerte se recorta sobre la inmensa multitud que llena la plaza del mundo y de la humanidad: es la Iglesia de los hombres, es la catedral del Pueblo de Dios. 

El mismo Cuerpo de Cristo está constituido por ese Cuerpo de la Humanidad. La resurrección de Jesús no es un asunto personal, un destino privilegiado del Hijo de Dios, sino una gracia compartida con el hombre, con todo hombre, con toda la Creación. 

El hábito de Cristo resplandece de gracia como el hábito de los mártires de todos los tiempos y asciende al cielo llevando consigo el habitus -el modo de ser- de la Humanidad, sin mancha ni arruga. 

No todos estamos llamados al martirio, al menos al sangriento, pero existe un martirio blanco hecho de plena aceptación de las contrariedades de la vida, que nos une a los grandes mártires de todos los tiempos. 

También nosotros somos fecundados por su sangre, pero nuestro caminar cotidiano, como el de aquellos que pueblan las venas de esta historia, y las calles y plazas de todo el mundo, si se vive por Cristo, con Cristo y en Cristo, fecunda el mundo de futuro y la historia de posibilidades. 

Si los mártires, siguiendo el ejemplo de Jesús, derraman su sangre, nosotros recogemos su herencia, su sangre, y la derramamos para la vida del mundo. 

Esta humanidad multicolor, ordenada, este inmenso mar de peregrinos y habitantes en el que todos nos reconocemos, es el Cuerpo del Resucitado aquí y ahora. 

Un único y mismo sudario nos abraza a todos. Es el gran testigo del hecho más insólito del mundo, el hecho más secreto, consumado en la oscuridad del sepulcro. 

Solo él, el sudario, solo él está hoy aquí para contar el hecho inaudito de la victoria de un Cuerpo sobre la muerte. Ese testigo revolotea sobre nosotros, abandona el cuerpo del Salvador para envolver a toda la Humanidad. 

También aquí Cristo nos mira, tampoco aquí Cristo tiene pies. Nunca vemos los pies de Cristo porque sus pies somos nosotros. 

Nosotros somos los que caminamos, aquí y ahora, en nuestro particular vía crucis, marcado por el testimonio de quienes nos han precedido en esta larga marcha de la humanidad, y por la gracia de Aquél que nos precede en la nueva creación de los nuevos cielos y la nueva tierra. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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