miércoles, 14 de mayo de 2025

¿Quién decís que soy yo?

¿Quién decís que soy yo? 

He aquí la pregunta que hoy resuena en nosotros. Es Jesús quien la dirige a los suyos, a los discípulos de entonces y a los oyentes de todos los tiempos. Nosotros incluidos.

 

En el relato evangélico, Pedro es el primero en dejarse alcanzar por Jesús, que una vez más viene al encuentro de cada uno de nosotros como pregunta y nos llama a nuestra vocación más profunda, a ser nosotros mismos. La vocación no es algo lejano o reservado a unos pocos: es reconocer que estamos llamados a la vida.

 

Pedro, al reconocer a Jesús como «Cristo», «Hijo del Dios vivo», revela la bienaventuranza de estar en relación con Dios Padre. Pedro capta y muestra la presencia cálida y estable del Padre, como un hogar al que volver. Por eso, de Jesús puede venir a Pedro la plenitud de su identidad. Pedro reconoce a Jesús como Cristo y así recibe su ser Pedro. «Tú eres el Cristo», «tú eres Pedro».

 

Del reconocimiento de Jesús brota para Pedro el sentido de su nombre, su mandato. Pedro es capaz de llevar su nombre, de recibir su explicación, de saborear su corazón. Parece que Jesús inventa este nombre para Simón —que se convierte en Simón Pedro— para llevarlo a reflexionar, para confiarle la capacidad y al mismo tiempo la tarea de ser su nombre, de vivir de una fe sólida por y en la Iglesia, la Iglesia que es y sigue siendo la Iglesia de Cristo. «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia».

 

Al «tú eres» de Pedro a Jesús, corresponde el «tú eres» de Jesús, que no solo revela, sino que confía una tarea: ser plenamente uno mismo, es decir, ser según la imagen de Dios: ser piedra y custodiar las llaves. Ser piedra, firmeza en el Señor. Custodiar las llaves, paso o frontera, límite y al mismo tiempo conexión.

 

Ser piedra y custodiar las llaves, entre la debilidad y la Gracia. La Iglesia es una casa construida sobre la roca y, sin embargo, se apoya en la fragilidad de los hombres. Iglesia roca frágil, vulnerable. Iglesia que interpela a cada uno a dejarse conformar y confirmar por la roca que es Jesús, roca que es Dios mismo. A dejar que las fragilidades, manifiestas u ocultas, insalvables o pasajeras, puedan ser moldeadas por la presencia del Hijo, amasadas con su firmeza.


 

¿Y yo, a quién estoy llamado a ser en verdad? ¿Cómo se cumple la plenitud de mi nombre?

 

El nombre encierra mi identidad, hecha de mi historia, que no he elegido pero que estoy llamado a asumir y a ampliar; hecha de mi hoy, de lo que experimento y siento, desde las entrañas hasta la cabeza y el corazón; hecha de mi búsqueda, de mi deseo, de mi sueño, de mi estar tendido hacia un mañana que tenga el sabor de la belleza, del amor recibido y dado, en una circularidad que alimenta profundamente la vida.

 

Sí, porque mi identidad se plasma en el encuentro con el otro, con los demás, cercanos y lejanos. Con el otro que nos hace vivir o que parece empequeñecer nuestra vida, el otro en cuya mirada podemos reconocer quiénes somos: es la mirada del otro, que nos reconoce por lo que somos, la que nos hace vivir.

 

El otro puede ser quien nos ha engendrado, nuestro hermano o nuestra hermana, nuestro amigo o nuestro enemigo, quien nos ama y nos hace descubrir que también nosotros podemos amar.

 

El otro es también el Otro, a quien buscamos o de quien no sabemos nada, ese rostro de Dios que se revela en Jesucristo, que nos devuelve nuestra identidad de «hijos de Dios», amados y llamados a amar.

 

Llamados quizá como Simón Pedro, el testarudo que se convierte en roca, «piedra viva» (cf. 1 P 2,5) al servicio de la Comunidad del Señor.

 

Quizá como Saulo-Pablo, que como Pedro tuvo la experiencia de recibir un nombre nuevo, de acogerse a sí mismo porque fue acogido por un encuentro grabado en la memoria del corazón.

 

Ser reconocido es propio de quien ama, de quien ante todo se deja alcanzar también por preguntas que pueden incomodar, se deja amar y llamar por su nombre, se deja acoger cada día en un camino de vida. Para ser uno mismo solo se es en relación.



P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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