miércoles, 10 de septiembre de 2025

Aquí estamos - Mateo 4, 12-23 -.

Aquí estamos - Mateo 4, 12-23 -

Han arrestado a Juan el Bautista, hay mal ambiente para los profetas y similares.

 

Jesús debería huir prudentemente, volver a su pueblito, a Nazaret.

 

Mejor no dejarse ver por ahí, mejor no asociarse con ciertas compañías.

 

Así lo haríamos nosotros.

 

Pero no es así como actúa el Hijo del hombre, que ha venido a traer fuego a la tierra.

 

Que arde de deseo. Que arde. No huye: comienza su misión.

 

Empezando por los últimos. Por esas dos partes de Israel, Zabulón y Neftalí, entre las primeras en sucumbir a la arrogancia de las naciones, a las obras de los asirios, seis siglos antes.

 

Una tierra mestiza, extranjera, contaminada, perdida. Cierto: una tierra perdida. Como nuestra Europa, cada vez más ajena a la fe. Como entre nosotros, con Iglesias vacías y una pastoral cansina y cansada.

 

Pero ¿no ha venido precisamente el Señor para salvar a los perdidos?

 

Y, me atrevo a decir, ¿a los que ni siquiera saben que lo están?

 

Habita en las tinieblas, la luz. Viene a iluminarlas.

 

Página que me sacude, que me empuja. En este tiempo nuestro en el que corremos el riesgo de desanimarnos, de encerrarnos en nuestras sacristías, en el que nos sentimos ignorados, menospreciados, Jesús propone una alternativa: despierta, reacciona, sal, vuelve a empezar, atrévete.

 

Página que ilumina a nuestra Iglesia intimidada, conflictiva, que corre el riesgo de ceder a la mundanidad, de imitar al mundo, dividiéndose en partidismos.

 

Como si el problema fuera en qué idioma celebrar o qué aperturas conceder. Como si, en cambio, el drama fuera la falta de fe en nuestras palabras, en nuestras estructuras, en nuestro anuncio.

 

Y la falta de fuego. Y de pasión.

 

Sigamos al Maestro, vayamos a vivir allí donde ya ni siquiera hay esperanza.

 

Volvamos a ser iluminados, para llevar la luz.


 

Daos cuenta

 

Habla el Maestro. Empieza a decir.

 

Habla, la Palabra.

 

Y son palabras que consuelan y conmueven.

 

Convertíos, porque el Reino de los cielos está cerca.

 

Dios se ha acercado a ti, él ha venido, él viene a ti. Date cuenta. Levanta la mirada. Despierta.

 

Dios está aquí. Deja de compadecerte. Deja de quejarte.

 

Está aquí, ¿no lo ves? Entonces cambia de dirección, cambia de camino, detén el coche que conducen otros y toma tu lugar al volante de tu vida e invierte el rumbo. Conduce hacia el Señor.

 

Reza, ama, medita, actúa.

 

Despierta. No esperes a que otros lo hagan por ti. Ni siquiera Dios.

 

Tu sangre es la que se necesita para los análisis. Nadie puede sustituirte.

 

Entonces, dice el Señor, ponte en marcha.

 

Tenemos que anunciar el Evangelio. A veces también con palabras.

 

Mejor si es con nuestras decisiones. Mejor si es con nuestra pasión. Mejor si es amados y amantes.

 

Partiendo de la Escritura acogida y meditada, conocida y vivida, como nos recuerda este domingo dedicado a la Palabra.


 

Discípulos

 

Ve a dos hermanos. Luego a otros dos.

 

Parecen pescadores, se identifican, como nosotros, por lo que hacen.

 

Pero la mirada de Jesús es diferente, ve más allá, lee más allá de las apariencias.

 

Simón, el testarudo, aún no sabe que es Pedro. Juan aún no sabe que es un boanerges, capaz de hacer retumbar la Palabra.

 

Tampoco nosotros sabemos bien lo que somos hasta que no nos ponemos a seguir al Señor, hasta que no tenemos el valor de dejarlo todo, de atrevernos, de creer, de ver también lo que solo Dios ve. Lo mejor de nosotros mismos. Lo mejor de mí.

 

Cuando descubrimos con qué mirada somos amados, nos ponemos alas y echamos a volar.

 

Venid detrás de mí, nos repite hoy el Señor. Aunque no seamos dignos, aunque hayamos hundido nuestros sueños en las profundidades del mar de la costumbre, aunque nos hayamos resignado a quedarnos con las redes vacías.

 

Venid detrás de mí, nos dice aquel que nos conoce hasta lo más profundo.

 

El único, quizás, que nos conoce. El único que nos ama sin condiciones, sin medida, sin vacilaciones.

 

Confía en nosotros, en mí. Podría prescindir de ello, pero pide nuestra ayuda. La mía.

 

Somos frágiles, sin duda. E inadecuados.

 

Pablo reprende y sacude a sus hermanos en la fe. Se dividen en grupos, en castas, cada uno sigue a un gurú en lugar de escuchar al Maestro. Juegan a dividir la Iglesia, esgrimiendo a los papas como excusa.

 

Somos creyentes creíbles si tenemos el valor de dejar que el Señor prevalezca en nuestras acciones. Si salimos de nuestras pequeñas lógicas para arder de amor como Cristo.


 

El Reino

 

Venid detrás de mí.

 

Para contar lo esencial.

 

Pocas frases, pocos conceptos. Dios se ha hecho presente, se ha hecho accesible, está cerca, se acerca, date cuenta, conviértete. Es decir: cambia tu mirada, tu perspectiva, tu dirección, tu opinión.

 

Cambia porque Dios es diferente y tu vida es diferente, tú eres diferente.

 

El Reino se ha acercado, está al alcance de la mano.

 

El Reino que es el descubrimiento del amor como única y suprema ley que rige el

Universo y nuestras vidas. El amor que sostiene todo. Y el amor, entonces, sana. Jesús habla y su Palabra sana, me sana, nos sana.

 

Porque es una Palabra creativa, nueva e inesperada, fecunda y prolífica.

 

Así comenzamos este año.

 

Así celebramos este Domingo de la Palabra.

 

Como discípulos. Sabiendo que somos amados, eligiendo amar.

 

Venid detrás de mí.

 

Aquí estamos, Señor, si aún nos quieres, frágiles y débiles, heridos y cojos, aquí estamos.

 

Listos para llegar a las periferias en las que te gusta vivir, porque, ¡Dios mío!, ¡las conocemos tan bien esas periferias! Hemos vivido en ellas durante mucho tiempo. Las hemos explorado, habitamos en ellas, nos dan identidad.

 

Aquí estamos, Señor, frágiles como Pedro y Andrés, como Santiago y Juan, pero aún dispuestos a convertirnos en pescadores de humanidad, a hacer brotar toda la humanidad que llevamos en el corazón y que tú has honrado y santificado haciéndote hombre.

 

Aquí estamos.


 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La paz como profecía, no como estrategia.

La paz como profecía, no como estrategia Hablar de paz hoy en día puede parecer un acto ingenuo. Sobre todo cuando nos enfrentamos a conflic...