Llamados por la mirada creadora - Mateo 4, 12-23 -
Mateo graba hoy las dos palabras generadoras del mensaje de Jesús: «Reino» y «conversión».
El Reino: algo que es de Dios, pero que es para los
hombres. Que viene con el florecimiento de la vida en todas sus formas. El Reino de Dios es el mundo tal y como Dios lo
quiere, finalmente libre de engaños y violencia, más hermoso que todos los
sueños, más intenso que todas las lágrimas de quienes vivieron y murieron en la
noche para construirlo.
Conversión: pensar con otra luz. Pero hay más: el animal nace una vez para siempre,
el hombre, en cambio, nunca ha nacido del todo y debe afrontar el esfuerzo de
generarse de nuevo: los hombres nunca dejan de estar preparados - Rainer Maria
Rilke -.
Solo quien tiene esperanza se convierte: la esperanza
es el deseo de llevar a cabo lo que tenemos dentro en forma embrionaria, es el
deseo de nacer. De vivir naciendo, saliendo a la luz.
Jesús camina a lo largo del mar de Galilea y mira.
Y en Simón ve la Roca sobre la que fundará su
comunidad. Mira, y en Juan adivina al discípulo de las más bellas palabras de
amor.
Un día mirará a la adúltera y despertará en ella a la
esposa, amante y fiel.
En Nicodemo despertará al valiente que se atreverá a
presentarse ante Pilato para reclamar el cuerpo del ejecutado.
La mirada de Jesús es una mirada creadora, es
profecía. Me mira y en mi invierno ve trigo que madura, una generosidad que yo
no conocía, una melodía que yo no oía, hambre de nacer.
Luego dice: ¡Sígueme!
Jesús llama a los pescadores y ellos descubren que
dentro de ellos no solo están las rutas del lago o el camino a casa, sino que
está trazado el mapa del cielo, del mundo, del corazón del hombre: he aquí la
conversión.
Te seguiré, Señor, porque no dejas tras de ti más que
luz, porque solo me interesa un Dios que haga florecer lo humano.
Jesús anunciaba el Evangelio del Reino y curaba todo tipo
de enfermedades: deja tras de sí
curación y esperanza. Recoge las partes frágiles y débiles del hombre, las
trabaja, las hace florecer de nuevo, las convierte a la vida.
El Reino alcanza la totalidad del hombre.
Jesús anunciaba y curaba: la palabra y la cura.
Jesús se ocupa de las limitaciones del hombre. Y nosotros
le seguimos, escuchando la palabra y ocupándonos de los que sufren, ocupándonos
también de mi vida, de las partes débiles y enfermas.
Detrás de Él, para devolver la vitalidad a las partes
que sufren: primer camino hacia la identidad del hombre.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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