Se convierte el hombre que descubre que es amado por Dios - Mateo 4, 12-23 -
La palabra inaugural de Jesús, premisa de todo el Evangelio, es: convertíos. Y enseguida el «porqué» de la conversión: porque el reino se ha acercado. Es decir: Dios se ha acercado, se ha acercado mucho a ti, te envuelve, está dentro de ti.
Entonces «conviértete» significa: vuélvete
hacia la luz, porque la luz ya está aquí. La conversión no es la causa, sino el
efecto de tu «noche tocada por la alegría de la luz» - María Zambrano -.
Imaginaba la conversión como una penitencia por el
pasado, como una condición impuesta por Dios para el perdón, pensaba encontrar
a Dios como resultado y recompensa al esfuerzo. Pero, ¿qué Buena Noticia sería
un Dios que da según los méritos?
Jesús viene a revelarnos que el movimiento es
exactamente el contrario: es Él quien me encuentra, quien me alcanza, quien
habita en mí. De forma gratuita. Antes de que yo haga nada, antes de que sea
bueno, Él se me ha acercado.
Entonces cambio de vida, cambio de luz, cambio mi
forma de entender las cosas. La verdad es que estamos inmersos en un mar de
amor y no nos damos cuenta. Cuando finalmente me doy cuenta, comienza la
conversión. Cae el velo de mis ojos, como a Pablo en Damasco. Abandono las
barcas como los cuatro pescadores, dejo las pequeñas redes por algo mucho más grande.
Jesús, al pasar, vio... ¿Dos parejas de hermanos, dos
barcas, un trabajo?
No, ve mucho más: en Simón bar Jona ve a Kefa, Pedro,
la roca sobre la que fundar su iglesia; en Juan intuye al discípulo de la
definición más fulgurante de Dios: Dios es amor; Santiago será «el hijo del
trueno», alguien que tiene dentro la vibración y la potencia del trueno.
La mirada de Jesús es una mirada creadora, una
profecía. Me mira y ve en mí un tesoro enterrado, en mi invierno ve trigo que
madura, una generosidad que no sabía que tenía, caminos bajo el sol. En su
mirada veo para mí la luz de horizontes más grandes.
Venid detrás de mí: os haré pescadores de hombres.
Recogeremos hombres para la vida. Los llevaremos de la vida enterrada a la vida
al sol. Responderemos a su hambre de libertad, amor, felicidad.
Los cuatro pescadores lo siguen inmediatamente, sin
saber adónde los llevará, sin siquiera preguntárselo: ahora llevan dentro los
caminos del mundo y el corazón de Dios.
Jesús caminaba por Galilea y anunciaba la Buena Nueva,
caminaba y sanaba la vida.
La Buena Noticia es que Dios camina contigo, sin
condiciones, para sanar todo mal, para curar las heridas que la vida te ha
infligido y tus errores de amor. Dios está contigo y sana. Dios está contigo,
con amor: lo único que sana la vida.
Este es el Evangelio de Jesús: Dios con vosotros, con
amor.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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