Dios habla el lenguaje de la alegría - Mateo 2, 1-12 -
Magos, vosotros sois nuestros santos más queridos, náufragos siempre en este infinito, y sin embargo siempre intentando, pidiendo, fijando la mirada en los abismos del cielo hasta quemarse los ojos del corazón.
Mensajes de esperanza hoy: hay un Dios de los lejanos,
de los caminos, de los cielos abiertos, de las dunas infinitas, y todos tienen
su camino. Hay un Dios que te hace respirar, que está en una casa y no en el
templo, en la pequeña Belén, no en la gran Jerusalén. Y los Herodes pueden
oponerse a la verdad, ralentizar su difusión, pero nunca bloquearla, ella
vencerá de todos modos. Aunque sea débil como un niño.
Intentemos recorrer el camino de los Reyes Magos como
si fuera una crónica del alma.
El primer paso
está en Isaías: «Levanta la cabeza y mira». Saber salir de los esquemas, saber
correr tras un sueño, tras una intuición del corazón, mirando más allá.
El segundo
paso: caminar. Para encontrar al Señor hay que caminar, con la inteligencia y
con el corazón. Hay que buscar, de libro en libro, pero sobre todo de persona
en persona. Entonces estamos vivos.
El tercer
paso: buscar juntos. Los Magos (no «tres», sino «algunos», según el Evangelio)
son un pequeño grupo que mira en la misma dirección, fija la vista en el cielo
y en los ojos de las criaturas, atento a las estrellas y atento unos a otros.
El cuarto
paso: no temer los errores. El camino de los Reyes Magos está lleno de errores:
llegan a la ciudad equivocada; hablan del niño con el asesino de niños; pierden
la estrella, buscan a un rey y encuentran a un niño, no en un trono, sino en
los brazos de su madre.
Sin embargo, no se rinden ante sus errores, tienen la
infinita paciencia de volver a empezar, hasta que al ver la estrella sintieron
una gran alegría. Dios siempre seduce porque habla el lenguaje de la alegría.
Entraron en la casa y vieron al Niño y a su Madre...
Dios no solo es como nosotros, no solo está con nosotros, sino que es pequeño
entre nosotros.
Averiguad con cuidado dónde está el Niño y avisadme para
que yo también vaya a adorarlo.
Ese rey, ese Herodes, asesino de sueños aún en pañales, está dentro de
nosotros: es el cinismo, el desprecio que destruye los sueños del corazón.
Pero yo quisiera rescatar sus palabras y repetírselas
al amigo, al teólogo, al poeta, al científico, al trabajador, a cada uno: ¿has
encontrado al Niño?
Sigue buscando, con atención, en los libros, en el
arte, en la historia, en el corazón de las cosas; busca en el Evangelio, en la
estrella y en la palabra, busca en las personas y en el fondo de la esperanza;
busca con cuidado, fijando la mirada en los abismos del cielo y del corazón, y
luego házmelo saber para que yo también vaya a adorarlo.
Ayúdame a encontrarlo y vendré, con mis pequeños dones
y con toda la humildad del amor, para proteger mis sueños de todos los Herodes
de la historia y del corazón.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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