sábado, 6 de septiembre de 2025

José, mediador de salvación para su familia - Mateo 2, 13-15. 19-23 -.

José, mediador de salvación para su familia - Mateo 2, 13-15. 19-23 -

En este primer Domingo después de Navidad meditamos sobre un aspecto particular del misterio de la encarnación y humanización de Dios en Jesucristo.

 

Apenas nacido, Jesús es hostigado por los poderosos de este mundo, como sucederá a lo largo de toda su vida; en este caso, sin embargo, él no es capaz de pensar en sí mismo en primera persona y solo gracias a los cuidados de José y María se salva la vida: la historia de la salvación pasa a través de los acontecimientos cotidianos de la familia de Jesús, a través de la salvación de las historias cotidianas.

 

Los Reyes Magos acaban de partir de Belén, después de adorar a Jesús (cf. Mt 2,9-12), y he aquí que la luz resplandeciente da paso a la noche.

 

Sobre Belén reina el rey Herodes el Grande, quien, turbado por la búsqueda del recién nacido «rey de los judíos» (Mt 2,2) por parte de los Magos, decide tomar medidas drásticas para eliminarlo. Entonces, un ángel, un mensajero del Señor, se aparece en sueños a José y le ordena: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto, y quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes busca al niño para matarlo».

 

José obedece prontamente, toma consigo al recién nacido y a María y se dirige a Egipto, tierra en la que Israel había conocido la dura opresión y la esclavitud: de este modo, Jesús recorre el camino del pueblo de Israel, llamado por Dios mismo «mi hijo» (cf. Ex 4,22), revive el éxodo descendiendo a Egipto y luego regresando a la tierra de Israel.

 

No solo eso, al igual que Moisés tuvo que huir del faraón que «quería matarlo» (Ex 2,5), Jesús tiene que huir de Herodes, el poderoso que siempre se opone a los designios de Dios.


 

Al conducir a Jesús en este éxodo, sus padres le hablan del Dios salvador, y lo hacen viviendo su experiencia de peligro a la luz de la fe en Dios y en su Palabra: así «se cumple lo que había sido dicho por el Señor por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo»» (Os 11,1), un Mesías que debe huir porque está amenazado de muerte, un Mesías salvado (cf. Zc 9,9).

 

Es más, bajo la custodia de José se cumple aquí lo que Jesús realizará como sujeto libre y responsable cuando se retire al desierto durante cuarenta días para vivir más intensamente en la presencia del Padre (cf. Mt 4,1-2), actualizando los cuarenta años de Israel en el desierto antes de entrar en la tierra prometida...

 

Después de algún tiempo, a la muerte de Herodes, un Ángel revela de nuevo en sueños a José que puede regresar a Israel.

 

Sin embargo, la situación aún no es segura, porque en Judea reina Arquelao, hijo de Herodes. Por eso, Jesús y los suyos se dirigen a Galilea, tierra que, según el profeta, vería primero el amanecer de la gran luz (cf. Is 8,23-9,1; Mt 4,15-16), tierra de tinieblas que vería sentarse en el trono de David al niño llamado «Consejero admirable, Dios poderoso, Padre eterno, Príncipe de la paz» (Is 9,5).

 

Se trata de una tierra impura porque también está habitada por paganos, pero al ir allí José lleva inmediatamente a Jesús a todos los hombres, a los judíos y a las gentes... Y Jesús «fue a vivir a una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliera lo dicho por los profetas: «Será llamado Nazareno»».

 

El nombre del lugar lleva al Evangelista a un doble juego de palabras significativo: Jesús, llamado Emmanuel, Dios-con-nosotros por el Ángel, será llamado también «Nazareno», es decir, habitante de Nazaret y, al mismo tiempo, «nazir», nazareo, es decir, separado de Dios y consagrado a él desde el seno de su madre (cf. Hch 2,22; 3,6).

 

Padre de Jesús según la Ley, José es verdaderamente el instrumento de Dios para salvar a Jesús: lo salva de nacer sin un padre legal, lo salva de la amenaza asesina de Herodes, lo salva del exilio en tierra extranjera.

 

Así se cumple el designio de salvación querido por Dios, a pesar de la oposición de los poderosos de este mundo, que con su arrogancia parecen dirigir el curso de la historia: pero Dios necesita hombres y mujeres que escuchen su voz y preparen todo para que su salvación se manifieste en la tierra.

 

Este debe ser nuestro compromiso diario, para que la oscuridad de nuestras noches sea iluminada por la luz del Hijo de Dios.


 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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