La historia cotidiana como sacramento de historia de salvación - Mateo 2, 13-15. 19-23 -
En Navidad contemplamos en el Evangelio según San Lucas el nacimiento de Jesús en Belén, mientras su madre María y su padre según la Ley, José, estaban de viaje debido al censo ordenado por el emperador romano (cf. Lc 2,1-14).
Hoy,
primer Domingo después de Navidad, la Iglesia nos hace contemplar en el
Evangelio según Mateo la familia de Jesús, su nacimiento en una genealogía de
judíos descendientes del rey y mesías David (cf. Mt 1,1-17).
Cada uno
de nosotros nace de una madre, es acogido por alguien, por una familia que lo
alimenta y lo hace crecer, y así viene al mundo. Así fue también para Jesús.
Pero, ¿qué historia tenía
esta familia? Era una familia cuyo padre era artesano, una familia pobre pero
no miserable, pero al nacer ese hijo surgió un grave peligro para él. Un
decreto de Herodes prescribía la muerte de los niños varones, porque según los
magos entre ellos había nacido el Mesías de Israel (cf. Mt 2,2.16-18).
Entonces José fue advertido
en sueños por un Ángel: «Levántate,
toma al niño y a su madre y huye a Egipto», y, siempre en su silencio,
obedeció inmediatamente y se retiró a esa tierra extranjera.
Fueron años de exilio, de
extranjería, vividos en medio de un pueblo de lengua y cultura diferentes,
donde esta familia conoció la condición del emigrante: soledad, desconfianza,
dificultades para vivir...
Pero he aquí que, una vez
pasado el peligro para Jesús por la muerte de Herodes, el Ángel volvió a decir
a José en sueños: «Levántate, toma al
niño y a su madre y vete a la tierra de Israel, porque han muerto los que
buscaban matar al niño». Y José, siempre con prontitud, en silencio
cumple la palabra del Señor.
Se trata,
pues, de una historia muy humana que convirtió a la familia de Jesús en
perseguida, migrante, extranjera, pero al mismo tiempo comprendemos cómo esta
historia cotidiana y sencilla era también el cumplimiento de la promesa de Dios
y recapitulaba una historia que había sido la de Abraham, la de Israel y sus
hijos, la del pueblo que había entrado en alianza con el Dios vivo. De hecho,
Abraham había bajado a Egipto y había vuelto de Egipto, Jacob y sus hijos
habían bajado allí en busca de comida y luego habían vuelto como pueblo.
Es el
camino del descenso y del éxodo-ascenso, el que Jesús recorre con María y José,
de modo que también Él puede considerarse salvado, como proclama el creyente
judío en la noche de Pascua: «En
cada generación, cada uno debe considerarse a sí mismo como si él mismo hubiera
salido de Egipto en esa noche».
Pero también podemos ver un
paralelismo entre la historia de Jesús y la de Moisés, también Él amenazado de
muerte por el faraón (cf. Ex 2,15), también Él huyendo a tierra extranjera,
también él regresando del exilio, por orden del Señor, para cumplir su misión
hacia el pueblo (cf. Ex 4,19-20).
Historia
cotidiana, pero a los ojos de quienes tienen fe, también historia de salvación.
Historia de una familia similar a tantas historias de nuestras familias:
condiciones de vida difíciles, criar y hacer crecer a un hijo en condiciones
precarias, cambiar de casa y de lugar donde vivir, y sin duda las dificultades
de la convivencia de una pareja y un hijo...
P. Joseba Kamiruaga Mieza
CMF
No hay comentarios:
Publicar un comentario