lunes, 8 de septiembre de 2025

La bendición de Dios nos alimenta - Lucas 2, 16-21 -.

La bendición de Dios nos alimenta - Lucas 2, 16-21 - 

La primera lectura bíblica del nuevo año nos envuelve en una bendición llena de luz, en la que podemos tomar aliento para comenzar el nuevo año: El Señor habló a Moisés, a Aarón y a sus hijos, y les dijo: «Bendecid a vuestros hermanos». 

Bendecid: en primer lugar, lo merezcan o no, los bendecid. Dios nos alcanza no proclamando dogmas ni imponiendo prohibiciones, sino bendiciendo. Su bendición es una energía, una fuerza, una fecundidad de vida que desciende sobre nosotros, nos envuelve, nos penetra, nos alimenta. 

Dios nos pide también a nosotros, hijos de Aarón en la fe, que bendigamos a los hombres y las historias, el azul del cielo y el paso de los años, el corazón del hombre y el rostro de Dios. Mi tarea y la tuya para el año que viene: ¡bendecir a los hermanos! Si no aprende a bendecir, el hombre nunca podrá ser feliz. 

¿Y cómo se bendice? Dios mismo ordena las palabras: Que el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti. ¿Qué es un rostro que resplandece? Quizás poco, y sin embargo es lo esencial. Porque el rostro es la ventana del corazón, cuenta lo que hay en él. 

Que brille el rostro de Dios, descubre en el año que viene a un Dios luminoso, un Dios solar, rico no en tronos, leyes o declaraciones, sino cuyo tabernáculo más verdadero es el resplandor de un rostro. Un Dios de grandes brazos y corazón de luz. 

La bendición de Dios no es salud, dinero, fortuna, prestigio, larga vida, sino, muy simplemente, la luz. La luz es muchas cosas, lo entendemos al mirar a las personas que tienen luz y que irradian bondad, generosidad, belleza, paz. Dios nos bendice poniendo a nuestro lado personas con rostro y corazón luminosos. 

Y continúa la Biblia: Que el Señor te conceda su gracia. ¿Qué nos deparará el año que viene? No lo sabemos, pero de una cosa estamos seguros: el Señor nos concederá su gracia, lo que significa que el Señor se volverá hacia nosotros, se inclinará sobre nosotros, nos perdonará todos nuestros errores, todos nuestros abandonos; caminará con nosotros, en nuestras pruebas se inclinará sobre nosotros para que no se le escape ni un solo suspiro, ni una sola lágrima. 

Pase lo que pase este año, Dios se inclinará sobre nosotros y nos concederá su gracia. 

Ocho días después de Navidad vuelve la misma historia de aquella noche: la Navidad no es fácil de entender. 

Dejémonos guiar entonces por María, que guardaba y meditaba todas estas cosas en su corazón; que buscaba el hilo dorado que uniera los opuestos: un establo y «una multitud de ángeles», un pesebre y un «Reino que no tendrá fin». 

Como Ella, como los pastores, salvemos al menos el asombro: en Navidad, el Verbo es un recién nacido que no sabe hablar, el Eterno es apenas el amanecer de una vida, el Todopoderoso es un niño capaz solo de llorar. 

Dios siempre vuelve a empezar así, con pequeñas cosas y en silencio. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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