Los telefoneantes andantes
El que habla por teléfono móvil suele situarse en el centro exacto de la acera, como para ocupar el máximo espacio posible, y, mientras grita y desnuda su alma ante el mundo, avanza en zigzag, pero siempre, no se sabe cómo, tratando de mantenerse en el centro. O bien, siempre en zigzag, como un borracho o un loco o un loco borracho, serpentea por la misma acera, completamente absorto en sus mensajes o en los de sus dignos compinches, que incluso a las seis y media de la mañana o antes no le hacen faltar la dosis diaria necesaria de palabras y/o imágenes o ambas cosas a la vez.
Esos dos o tres de cada cuarenta mil que se obstinan en no querer poseer el simpático juguete, tendrían la tentación, muy fuerte, de tirar al suelo a la horda que avanza con una sola mano, porque la otra (mano) está ocupada por el aparato, la horda sin ojos, porque están hipnotizados por el aparato.
Pero, ¿cómo pueden seguir adelante estos tipos?, nos preguntamos, ¿acaso se guían por el olfato? ¿Como los perros? Estos caminantes-telefónicos, cuya proliferación es imparable, constituyen un auténtico problema.
En muchas ciudades civilizadas, su comportamiento es sancionable. Se les llama jaywalkers. Según el diccionario, jay walk significa cruzar una calle ilegalmente o de forma imprudente. Teniendo en cuenta que jay, a su vez, indica la llamada inexperienced person, es decir, la persona inexperta, torpe o desastrosa, una buena traducción de jay walk podría ser: cruzar como un tocapelotas.
¡Pero eso es vulgar! objetará sin duda alguien. Es cierto, pero es eficaz. De hecho, si alguien observara a un canino mientras orina, es decir, dicho de manera más coloquial, un perro que mea, se daría cuenta de que el chorro de líquido que sale de la uretra del canino en cuestión es muy irregular, asimétrico, salpicando aquí y allá, como suele ocurrir.
Es realmente un equivalente plástico del modo de andar de los que caminan hablando por teléfono. Por lo tanto, aunque quizás «cruzar con la cabeza en las nubes» o «descuidadamente» o «de manera irresponsable» hubieran sido expresiones más elegantes o agradables, la expresión vulgar da en el clavo.
Una de las manifestaciones más típicas del jaywalker o caminante imprudente es el texting, es decir, el idiota con el móvil en la mano escribe sus jodidos mensajes inútiles y, al mismo tiempo, pretende cruzar la calle, sin dignarse a mirarla, claro está. ¡Pero qué idiota! ¡Ni siquiera sabes caminar por la acera! ¡Con tu mierda de aparato en la mano! ¡Y los ojos pegados a él! ¡En esas cuatro letras, llenas de errores, que escribes!
En Nueva York, por ejemplo, enviar mensajes de texto está severamente castigado. Con multas muy elevadas. En China te ponen en la picota si cruzas con el semáforo en rojo o enviando mensajes. Sin metáforas, te obligan a llevar una camiseta de cartón verde con la inscripción «wo chengunuo buchuang hongdeng», equivalente a «juro que nunca más cruzaré con el semáforo en rojo».
En Nueva York, el 19 de enero de 2014, un peatón de 84 años, el señor Kang Chun Wong, jubilado chino emigrado a Cuba, fue incluso golpeado por la policía local, porque no cruzó por el paso de cebra.
Una exageración evidente y totalmente desproporcionada, sin embargo, si aquí algún imprudente que habla por teléfono fuera condenado, no, no por la paliza salvaje, sino por escribir cincuenta veces a su mejor amiga o amigo, a quien envía mensajes desde el amanecer, escribir cincuenta o incluso ciento cincuenta veces seguidas «No debo cruzar la calle por el paso de peatones mirando el móvil como un idiota», ya sería algo, al menos un primer paso hacia la civilización.
Pero no hay que hacerse ilusiones. La dictadura del móvil no retrocede. Todo el planeta está cubierto por la red móvil. El territorio (todo territorio) está dividido en áreas llamadas precisamente células. Cada célula, o unidad elemental de transmisión y recepción, tiene su propia estación de radio. El teléfono móvil, el llamado celular, se conecta a la celda; si uno se desplaza, se conecta a la celda contigua. La representación gráfica ideal de este estado de cosas es una red continua de celdas hexagonales, como una enorme colmena de recepción y transmisión de comunicaciones, que en su mayoría son inútiles, irrelevantes, fútiles.
Pero la verdadera cobertura móvil total, la que no deja desprotegida ninguna zona, ni siquiera marginal, desértica o inundable del mundo, la que nunca abandona sin cobertura a ningún miembro del género humano, la red infinita de mallas interrumpidas es, en realidad, la de la conexión. Siempre hay que estar activamente conectado, día y noche, invierno y verano, así como en primavera, otoño y estaciones intermedias aún sin nombre.
Y dicen que si estamos conectados estamos vivos... que existimos mientras estamos en cobertura... que somos alguien en tanto en cuanto estamos en red... que importamos cuando nos movemos y existimos pero en cobertura... Y a eso le llamamos civilización y progreso...
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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