martes, 28 de octubre de 2025

San John Henry Newman: copatrón de la misión educativa de la Iglesia católica.

San John Henry Newman: copatrón de la misión educativa de la Iglesia católica 

Hablar de John Henry Newman, leer sus obras, comprender a fondo su pensamiento no es tarea fácil, sino más bien complejo. Lo es no solo porque sus palabras son fruto de una cultura vasta y profunda, sino porque es un pensador totalmente original. Fue poeta, novelista, dramaturgo y uno de los usuarios más valiosos, por así decirlo, de la lengua inglesa. Él, que fue un gran y original filósofo y un gran y original teólogo, siempre rechazó, sin embargo, la calificación tanto de filósofo como de teólogo. 

No es tarea sencilla intentar reconstruir esta eminente figura del siglo XIX, nombrada Cardenal por el Papa León XIII (1879), beatificado (2010) por el Papa Benedicto XVI y canonizado (2019) por el Papa Francisco, a quien el 1 de noviembre (2025) el Papa León XIV le conferirá el título de Doctor de la Iglesia. 

Algunas de mis otras reflexiones sobre John Henry Newman son: 

1.- Tres notas del pensamiento de San John Henry Newman: https://kristaualternatiba.blogspot.com/2025/09/tres-notas-del-pensamiento-de-san-john.html 

2.- Cor ad cor loquitur: https://kristaualternatiba.blogspot.com/2025/06/cor-ad-cor-loquitur.html 

Teniendo en cuenta también el escenario, nada casual, en el que tendrá lugar la proclamación, es decir, el Jubileo del Mundo Educativo (27 de octubre-1 de noviembre de 2025), que también verá el relanzamiento de la iniciativa del Papa Francisco del Pacto Educativo Global, se pretende destacar, aunque hay que contextualizarlo, la actualidad de la contribución que —desde la perspectiva no de un modelo de universidad, sino de «educación del intelecto»— ha ofrecido a la reflexión pública sobre la universidad, de la que es admirable síntesis, entre otras, la recopilación de los discursos que publicó como La idea de universidad, que «contiene un ideal del que pueden (todavía) aprender quienes se dedican a la formación académica» (Papa Benedicto XVI). 

John Henry Newman fue invitado a Dublín a ser rector de la Universidad Católica de Irlanda. En aquella época, los católicos no podían asistir a la universidad, inicialmente debido a las leyes que los excluían y, posteriormente, por el temor de la comunidad católica al sistema educativo presentado por el Gobierno. 

La universidad de John Henry Newman no fue precisamente un éxito. El número de estudiantes era muy reducido —en un año solo se matricularon tres—, los títulos no estaban reconocidos y el Gobierno inglés no estaba dispuesto a aprobar títulos otorgados por instituciones públicas. También había escasez de intelectuales irlandeses, escasez de irlandeses católicos con formación universitaria, capaces de convertirse en profesores. Solo unos pocos estudiantes irlandeses y algunos ingleses asistían a la universidad, hasta que se reconocieron los títulos, al menos en Medicina, pero solo durante un breve periodo. 

Hay que recordar también que el proyecto de la Universidad se puso en marcha en un momento dramático de la historia de Irlanda. Irlanda había sufrido un período traumático debido a la gran hambruna de finales de la década de 1840, que, sin embargo, continuó también en la década de 1850, período en el que se pensaba en la creación de la Universidad. 

Este era entonces el clima en el que John Henry Newman fue nombrado Rector de la Universidad Católica en 1851. Tras el nombramiento, tuvieron que pasar tres años de indecisión antes de que se abrieran las puertas de la Universidad. Sin embargo, mientras tanto, John Henry Newman escribió su obra de La idea de la universidad. 

No se trataba solo de una obra sobre el concepto de universidad, no era solo una obra sobre el valor de la educación, era también una reflexión sobre la relación entre la razón y la fe. Al presentar la naturaleza de su universidad, John Henry Newman trató de sensibilizar a las autoridades de la Iglesia y del Estado en Irlanda, así como al público en general, sobre la importancia que el desarrollo de la vida intelectual, de la razón, tenía para el bienestar de los individuos, de la sociedad y de la Iglesia católica. 

Su idea era formar, en una universidad católica, a católicos capaces de vivir y dar testimonio de su fe en la vida, incluso en un mundo que no siempre era favorable al concepto mismo de fe. Esperaba que su universidad generara católicos con pasión por la ciencia, pero también con pasión por la verdad; personas cultas, pero también buenos cristianos. Soñaba con una generación de católicos irlandeses que pudieran ocupar su lugar en la esfera pública sin avergonzarse de su convicción del valor de la contribución de la fe a la sociedad. 

Hoy nuestra sociedad necesita personas tan inspiradas por la visión de John Henry Newman sobre las relaciones entre la fe y la razón.  La educación da al ser humano una visión clara y consciente de sus propias opiniones y juicios, una verdad al desarrollarlos, una elocuencia al expresarlos y una fuerza al hacerlos valer. Le enseña a ver las cosas como son, a ir directamente al grano, a desenredar una maraña de pensamientos, a descubrir lo que es sofístico y a descartar lo que es irrelevante. Le prepara para ocupar cualquier área con dignidad y dominar cualquier tema con facilidad. Le muestra cómo adaptarse a los demás, cómo entrar en su estado mental, cómo presentarles el suyo, cómo influir en ellos, cómo llegar a entenderse con ellos, cómo convivir con ellos. Se siente cómodo en cualquier sociedad. 

Además, según John Henry Newman, la universidad: 

«no es un lugar donde nacen poetas o autores inmortales, fundadores de escuelas, jefes de colonias o conquistadores de naciones. No promete una generación de Aristóteles o Newton, Napoleones o Washington, Rafael o Shakespeare, por mucho que hasta ahora haya acogido entre sus muros tales milagros de la naturaleza. Tampoco se contenta con formar al crítico o al físico experimental, al economista o al ingeniero, aunque también los incluye en su ámbito de acción (...), es el gran medio ordinario para alcanzar un fin grande pero ordinario; se propone elevar el tono intelectual de la sociedad, cultivar la mente del público, purificar el gusto nacional, proporcionar principios auténticos al entusiasmo popular y objetivos estables a las aspiraciones populares, dar amplitud y sobriedad a las ideas de la época, facilitar el ejercicio del poder político y refinar las relaciones de la vida privada». 

En esta perspectiva, la universidad, como «Alma Mater de la generación naciente», se convierte en «lugar de comunicación y circulación del pensamiento a través de las relaciones personales, en un territorio muy extenso». 

La aventura humana y creyente del cardenal, teólogo y filósofo inglés, incluso a través del intento fallido de fundar una Universidad católica en Dublín, se confirma como «un faro cada vez más luminoso para todos aquellos que buscan una orientación precisa y una dirección segura a través de las incertidumbres del mundo moderno, un mundo que él mismo había previsto proféticamente» (Papa Pablo VI). 

Que John Henry Newman todavía tiene mucho que decirnos a los hombres y mujeres de hoy, se muestra de nuevo en el contexto del Jubileo del Mundo de la Educación, durante el cual se llevará a cabo el rito de proclamación como Doctor de la Iglesia y será nombrado por el Papa León XIV, junto con Santo Tomás de Aquino, copatrón de la misión educativa de la Iglesia, tal y como se declara en el documento del Papa que se publicó el 28 de octubre de 2025 para conmemorar el 60º aniversario de la Declaración conciliar Gravissimum Educationis. 

Que su «santidad cotidiana» (Papa Francisco) y su compromiso educativo con cada persona que se le confiaba sigan hablando a la humanidad, creyente y no creyente, quedó patente también en la reciente visita de Estado «histórica» al Vaticano de los Reyes de Inglaterra, que —con la oración ecuménica por el cuidado de la Creación, en la que se cantó un himno (texto de San Ambrosio) según la traducción inglesa de John Henry Newman— recuerda la visita (la primera de un soberano británico) del Rey Carlos III el pasado mes de septiembre al Oratorio de Birmingham (comunidad fundada por John Henry Newman) y la presencia del entonces Príncipe Carlos en la canonización de 2019. 

En vísperas de esta canonización, el mismo Rey Carlos III destacaba, entre otras cosas, su «herencia duradera (...) como educador, su trabajo (...) profundamente influyente en Oxford, Dublín y más allá», su «tratado ‘La idea de la universidad’ (que) sigue siendo hoy en día un texto fundamental». 

Ahora, para completar esta reflexión de su visión de la educación «liberal» - que «no hace al cristiano ni al católico, sino al caballero» - y de la universidad - «lugar de encuentro» -, de su compromiso con la formación de personas del mundo para el mundo, que «ha contribuido en gran medida a forjar el espíritu que es la fuerza subyacente de las escuelas y los institutos universitarios católicos de hoy» (Papa Benedicto XVI), hasta pueda ser conveniente recordar aquellas proféticas palabras pronunciadas por el Cardenal Joseph Ratzinger en 1990, con motivo del centenario de la muerte del Cardenal John Henry Newman: 

«La característica distintiva del gran doctor de la Iglesia me parece ser que no enseña solo con su pensamiento y sus discursos, sino también con su vida, ya que en él el pensamiento y la vida se impregnan y se determinan mutuamente. Si esto es cierto, entonces Newman pertenece verdaderamente a los grandes doctores de la Iglesia, porque al mismo tiempo toca nuestro corazón e ilumina nuestro pensamiento». 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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