lunes, 8 de septiembre de 2025

No temas llevarte contigo a María - Mateo 1,1-16.18-23 -.

No temas llevarte contigo a María - Mateo 1,1-16.18-23 -

Celebramos el nacimiento de María. A nosotros, como a José aquel día, se nos repite: «No temas tomar contigo a María». Sabemos lo que significó para José aceptar esta invitación del ángel. Pero, ¿qué podría significar para nosotros?

 

En primer lugar, aprender a aceptar la discordia y la contradicción. Habríamos esperado quién sabe qué relato del momento en que la Madre del Señor vio la luz. Y, en cambio, nada de eso. En esa larga lista de nombres que va desde Abraham hasta José, María casi se pierde.

 

Y, sin embargo, precisamente esa lista de nombres —la mayoría de los cuales hasta podrían no ser los más adecuados para la generación del Hijo de Dios— nos devuelve un dato con el que esta fiesta nos pide que nos midamos: la trama de nuestras vicisitudes, a veces no tan armónicas y contradictorias, nunca representa un impedimento definitivo para que Dios lleve a cabo su plan de salvación sobre la humanidad.

 

A esta conciencia no se llega sino gracias a la fe, que es precisamente la capacidad de mantener unidas la promesa de Dios y aquello con lo que nos enfrentamos humanamente cada día.

 

María se habrá preguntado sin duda cómo mantener unidas las cosas que el ángel le había anunciado sobre ese niño: «Será grande, será llamado Hijo del Altísimo»... y, por ejemplo, ese nacimiento fuera de casa. Él, la realización de las expectativas de Israel, rechazado precisamente por su pueblo. ¡Qué contradicciones!

 

Pero el designio de Dios sobre la historia se cumple siempre a través de lo humanamente inconciliable.

 

Todo se reinterpreta como una pieza que poco a poco compone lo que más le importa a Dios: una humanidad reconciliada. Y en este sentido, cada nacimiento representa el nuevo injerto que Dios realiza en el tronco de la humanidad: una nueva posibilidad ofrecida para que la vida supere las resistencias y las dificultades.


Verdaderamente «todo contribuye al bien de los que aman a Dios» (Romanos 8,28). Nuestra vida, por pobre y frágil que sea, no está marcada por el azar y mucho menos abandonada al caos. Una atención amorosa acompaña los pasos de nuestro vagar...

 

¡Qué hermoso sería poder continuar esa genealogía hasta llegar a nosotros! Todos nuestros nombres, que reciben luz de ese fruto maduro, que es Dios con nosotros, Dios mezclado con nosotros. Esta larga genealogía que llega hasta mí me habla de la fidelidad de Dios a nuestra tierra, a nuestra humanidad.

 

Precisamente por eso no puedo caer en actitudes de desesperación. Si Dios es fiel a mi tierra, no puedo desesperar de los hombres y mujeres de hoy. Dios vincula el milagro de su presencia a la cotidianidad de mis días y a la sucesión de nuestros nombres.

 

Entonces, se puede aprender a pensar nuestra vida como una experiencia a través de la cual el Señor Jesús puede tener derecho de residencia en la historia. Una normalidad transparente, la de María. Nada excepcional en sus días. Solo mucha disposición a confiar en una palabra que venía de otro lugar distinto a sus planes y proyectos.

 

Casi una especie de inconsciencia la suya, y sin embargo, ¡qué le permitió realizar eso de no complicarse la vida con razonamientos vacíos!

 

Tomar consigo a María significa aún no escandalizarse por la pequeñez propia y ajena. El Evangelio nunca devuelve un rasgo de vergüenza por la medida de la pequeñez cuando esta se manifiesta en el plano de la cantidad o en el de la eficiencia.

 

¿Qué era María y quién era María en relación con aquello para lo que era interpelada? Sin embargo, es por ese camino por el que Dios se abrió paso en la historia de la humanidad.

 

Nuestras proyecciones siempre nos han llevado a pensar en Dios como algo más allá de la medida más grande. En cambio, Dios se muestra desde siempre «convertido» al encanto de la pequeñez. Incluso se vacía.

 

Nada del Altísimo puede conocerse sino a través de lo Infinitamente Pequeño, a través de este Dios a la altura de un niño.

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF



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