A propósito del título de “Vicario de Cristo” aplicado al Papa
El Papa León XIV, en su discurso a los Caballeros de Colón del pasado 6 de octubre de 2025 (https://www.vatican.va/content/leo-xiv/es/speeches/2025/october/documents/20251006-cavalieri-colombo.html) empleó el título “Vicario de Cristo” para referirse al Papa: “Quisiera expresar mi profunda gratitud a ustedes, Caballeros de Colón, por su generosidad al hacer posibles estos proyectos. Son un signo visible de su constante devoción al Vicario de Cristo”.
Era el Anuario Pontificio 2020 del 25 de marzo de aquel año en el que innovaron los títulos del Papa cuando el Papa Francisco aparecía presentado únicamente con el título de “Obispo de Roma”, mientras que los otros siete títulos se colocaban al pie de la página bajo la rúbrica «Títulos históricos» - títulos que señalaban la continuidad de la consideración que la figura del Papa ha tenido a lo largo de los siglos -:
«Vicario de Jesucristo / Sucesor del Príncipe de los Apóstoles / Sumo Pontífice de la Iglesia Universal / Primado de Italia / Arzobispo y Metropolitano de la Provincia Romana / Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano / Siervo de los Siervos de Dios».
Para entender aquella novedad sobre los títulos papales había que tener en cuenta una sugerencia de la Comisión Teológica Internacional, tal y como la refiere Yves Congar en el artículo «Títulos dados al Papa», publicado en Concilium 108 (1975) pp. 194-206, en un número todo él dedicado a la renovación de la Iglesia en las postrimerías del siglo XX:
«La Comisión Teológica Internacional, en su sesión de 1970, recomendó casi por unanimidad evitar títulos que pudieran dar lugar a malentendidos, como por ejemplo Jefe de la Iglesia, Vicario de Cristo, Sumo Pontífice; y recomendó utilizar en su lugar: Papa, Santo Padre, Obispo de Roma, Sucesor de Pedro, Pastor supremo de la Iglesia».
La preferencia del Papa Francisco por el título de «Obispo de Roma», y que se remontaba al comienzo de su pontificado, seguramente se podría poner en relación con aquella sugerencia de la Comisión Teológica Internacional.
De hecho, y para ser más exactos, el título en cuestión, «Vicario de Cristo», tiene dos significados: uno que puede referirse a cualquier Obispo y otro que, partiendo de esa comunión, se ha convertido en exclusivo del Papa.
En su momento, el Papa Francisco lo aceptó en su primer significado, que lo acercaba a los demás Obispos, pero prefirió no utilizar ese título, aunque sea históricamente significativo, porque en aquel momento parecía sonar como un distanciamiento de la figura papal con respecto a los demás Obispos.
Esa era otra prueba más de su preferencia por el título de «Obispo de Roma», que precisamente lo acercaba a los demás sucesores de los Apóstoles: primero entre ellos, pero uno de ellos.
En el texto citado, Yves Congar recordaba que en la Iglesia antigua el título de «Vicario de Cristo» se atribuía a todos los Obispos y documentaba cómo este uso generalizado se mantuvo desde el siglo V hasta el XII, para acabar restringiéndose progresivamente al Obispo de Roma.
También señalaba cómo el Concilio Vaticano II, en la Constitución Lumen Gentium, recoge el título de «Vicario de Cristo» atribuido a todos los Obispos.
En concreto, y para esta recuperación del uso antiguo, remite, en particular, al capítulo III de la mencionada Constitución Dogmática:
1.- «De hecho, la tradición, tal y como se desprende especialmente de los ritos litúrgicos y del uso de la Iglesia tanto de Oriente como de Occidente, muestra claramente que, mediante la imposición de las manos y las palabras de la consagración, se confiere la gracia del Espíritu Santo y se imprime el carácter sagrado, de tal manera que los obispos, de forma eminente y visible, ocupan el lugar del mismo Cristo maestro, pastor y pontífice, y actúan en su nombre» (n. 21);
2.- «Los obispos gobiernan las Iglesias particulares que les han sido confiadas como vicarios y legados de Cristo, con el consejo, la persuasión, el ejemplo, pero también con la autoridad y la potestad sagrada, de la que, sin embargo, no se sirven sino para edificar a su rebaño en la verdad y la santidad, recordando que el que es más grande debe hacerse como el más pequeño, y el que es jefe, como el que sirve (cf. Lc 22, 26-27). Esta potestad, que ejercen personalmente en nombre de Cristo, es propia, ordinaria e inmediata, aunque su ejercicio esté sometido en última instancia a la autoridad suprema de la Iglesia» (n. 27).
Al utilizar el título de «Vicario de Cristo» para el Papa, pues, hay que tener en cuenta que, en origen, se aplicaba al Obispo de Roma, ya que se daba a todos los Obispos: y en ese sentido deberíamos entenderlo también hoy.
Es decir, y en otras palabras, ese título atribuido en exclusiva por el Obispo de Roma diría demasiado. Tal vez, y precisamente para evitar decir demasiado, el Papa Francisco lo colocó entre los «títulos históricos».
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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