Que la memoria de Gaza no sea un cementerio
Se puede pensar en la memoria como una especie de cementerio de recuerdos: el baúl de los recuerdos, el ático de los recuerdos, donde se amontonan, por así decirlo, los objetos de nuestro pasado y sus huellas.
Ésta es una memoria arqueológica o, si se prefiere, una visión arqueológica de la memoria, que define el lugar donde se ha depositado el pasado, que ya no está entre nosotros, que se ha convertido en nada, que se ha disuelto y que solo puede existir en la forma descolorida del recuerdo.
Hay otra versión de la memoria que, en cambio, nos hace responsables de nuestro pasado: articular históricamente el pasado —decía Walter Benjamin— no significa conocerlo tal y como fue realmente, sino apoderarse de su recuerdo, es decir, hacerlo vivir hoy.
Somos responsables de lo que ha sucedido; somos responsables de que lo que ha sucedido siga existiendo o no; somos responsables de nuestro pasado, el pasado no es simplemente una materia inerte que crece a nuestras espaldas.
No es solo, como diría Carl Jung, el peso de ayer: el pasado es también el resultado de nuestra interpretación, de la interpretación que ahora damos a nuestro pasado.
Esto significa hacernos responsables de la memoria de nuestro pasado, por lo tanto, hacer que la memoria exista en el futuro.
Somos responsables, por ejemplo, de que un acontecimiento que llamamos Revolución Francesa y que está escrito en los libros de Historia, o la Revolución Rusa o el nacimiento de Cristo, sean acontecimientos aún vivos o simplemente muertos y convertidos en polvo.
La responsabilidad que tenemos con respecto a la memoria es la de seguir haciendo que los acontecimientos existan.
Debemos pensar en el pasado: pensar en la memoria al servicio de la vida no significa tener poca memoria o borrar los acontecimientos del pasado, sobre todo cuando estos acontecimientos —como los de Gaza— se presentan en todo su horror desgarrador y nos invisten de una responsabilidad absoluta.
Todo lo contrario.
Si somos responsables del pasado, también somos responsables de no borrar lo que ha sucedido.
Esto no solo se consigue a través de la filología histórica, no solo a través de los recuerdos, sino también a través de nuestros actos, a través de lo que hacemos ahora.
Nuestra forma de vivir el presente es el resultado de una interpretación del pasado, de una interpretación de nuestra memoria.
Nuestro presente y futuro no se pueden permitir vivir desmemoriados de lo que ha ocurrido en Gaza. Otros, seguramente, querrán que lo ocurrido no se recuerde.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF



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