jueves, 16 de octubre de 2025

“Dilexi te”: una presentación acompañada por Timothy Paul Schmalz.

“Dilexi te”: una presentación acompañada por Timothy Paul Schmalz 

Ya he publicado en mi blog dos reflexiones sobre la Exhortación Apostólica del Papa León XIV “Dilexi te”: 

1.- Una breve guía de lectura de la Exhortación Apostólica «Dilexi te»https://kristaualternatiba.blogspot.com/2025/10/una-breve-guia-de-lectura-de-la.html  

2.- Dilexi te o el magisterio de los pobres: https://kristaualternatiba.blogspot.com/2025/10/dilexit-te-o-el-magisterio-de-los-pobres.html 

Con esta reflexión más breve y sintética finalizo, casi a modo de trilogía, mi presentación de esta Exhortación Apostólica. Y lo quiero hacer acompañando la misma con algunas imágenes de Jesús pobre del escultor canadiense Timothy Paul Schmalz. 

La tesis central de Dilexi te es que no se puede amar a Dios sin amar al prójimo. Son dos amores distintos, pero que se remiten mutuamente, formando una unidad indisoluble. En el horizonte, pues, de esta Exhortación Apostólica podemos poner el texto de la Primera Carta de San Juan 4, 20 y su afirmación “el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto”. 

El Papa León XIV teje su escrito con capítulos claros y orgánicos. Capítulo primero: Algunas palabras indispensables; capítulo segundo: Dios opta por los pobres; capítulo tercero: Una Iglesia para los pobres; capítulo cuarto: Una historia que continúa; capítulo quinto: Un desafío permanente. 

Recorre a lo largo de los siglos la Historia de la Iglesia con sus obras de caridad, ofreciendo las bases de su lectura de la Sagrada Escritura, para continuar con el examen de la vida de Jesús, en las obras caritativas, hasta los últimos desafíos. 

Se subraya claramente que no puede haber fe sin obras. «El amor al prójimo representa la prueba tangible de la autenticidad del amor a Dios» (n. 26). 

«Por esta razón se recomiendan las obras de misericordia, como signo de la autenticidad del culto que, mientras alaba a Dios, tiene la tarea de disponernos a la transformación que el Espíritu puede realizar en nosotros, para que seamos todos imagen de Cristo y de su misericordia hacia los más débiles» (n. 27). 

Más aún: «es un mensaje tan claro, tan directo, tan simple y elocuente, que ninguna hermenéutica eclesial tiene derecho a relativizarlo» (n. 31). 

En el texto, tras recordar las palabras de los profetas, interpreta la vida de Jesús, no solo por las palabras transmitidas, sino examinando la pobreza de la vida de Jesús (nn. 18-24). Las primeras comunidades cristianas vivían compartiendo sus bienes con quienes no tenían recursos, porque, como declaraba San Justino, «no se puede separar el culto a Dios de la atención a los pobres» (n. 40). 

A continuación se cita a los Padres de la Iglesia (San Juan Crisóstomo, San Agustín) para relatar las obras de misericordia. Y, en el siglo XVI, San Juan de Dios, San Camilo de Lellis, San Vicente de Paúl (nn. 49-52). 

Se dedica un capítulo aparte a la vida monástica: San Basilio, San Benito, los Trinitarios, los Mercedarios, con sus obras relacionadas con el cuidado de la naturaleza, de los enfermos y la liberación de los prisioneros. 

No podían faltar los testigos de la pobreza evangélica (San Francisco, Santa Clara, Santo Domingo) (nn. 63-67) y aquellos que respondieron a la pobreza educativa, desde San Juan Bautista Scalabrini hasta San Juan Bosco. (63-75) Por último, se cita a la Madre Teresa de Calcuta, dedicada a los más desfavorecidos, junto con los movimientos populares (nn. 77-79). 

En los capítulos cuarto y quinto se aborda la situación actual. Recuerda la doctrina social de la Iglesia, citando la Rerum novarum, para recordar el Concilio Vaticano II, deteniéndose en el discurso del Cardenal Lercaro del 6 de diciembre de 1962: «el misterio de Cristo en la Iglesia es siempre, pero sobre todo hoy, el misterio de Cristo en los pobres» (n. 84). 

Recuerda al Papa Pablo VI en la segunda sesión del Concilio y la Constitución Pastoral Gaudium et spes. 

Recuerda también al Papa Juan Pablo II (Encíclica Sollicitudo rei socialis) y al Papa Benedicto XVI (Encíclica Caritas in veritate) (nn. 86-87). 

Para ilustrar la situación en los últimos tiempos, la Exhortación Apostólica cita Medellín, Puebla, Santo Domingo, Aparecida. Recuerda las estructuras del pecado y denuncia la «dictadura de una economía que mata». Continúa con el Papa Francisco recurriendo a Evangelii gaudium y a los documentos del episcopado latinoamericano. 

El objetivo de esta memoria bimilenaria de la acción de la Iglesia es el siguiente: «He decidido recordar esta bimilenaria historia de atención eclesial a los pobres y con los pobres para mostrar que ésta forma parte esencial del camino ininterrumpido de la Iglesia. El cuidado de los pobres forma parte de la gran Tradición de la Iglesia, como un faro de luz que, desde el Evangelio, ha iluminado los corazones y los pasos de los cristianos de todos los tiempos. Por tanto, debemos sentir la urgencia de invitar a todos a sumergirse en este río de luz y de vida que proviene del reconocimiento de Cristo en el rostro de los necesitados y de los que sufren. El amor a los pobres es un elemento esencial de la historia de Dios con nosotros y, desde el corazón de la Iglesia, prorrumpe como una llamada continua en los corazones de los creyentes, tanto en las comunidades como en cada uno de los fieles» (n. 103). 

Más adelante, la Exhortación aclara: «El cristiano no puede considerar a los pobres sólo como un problema social; estos son una “cuestión familiar”, son “de los nuestros”. Nuestra relación con ellos no se puede reducir a una actividad o a una oficina de la Iglesia» (n. 104). 

Vuelve la referencia al «buen samaritano» para condenar la indiferencia (nn. 106-107).

Otra referencia indicada es el pobre Lázaro. Citando a San Gregorio Magno, se recuerda: «Todos los días, si lo buscamos, hallamos a Lázaro, y, aunque no lo busquemos, le tenemos a la vista» (n. 108). La indicación de la Exhortación alcanza un realismo que tiene que ver con la encarnación del Hijo de Dios: «La realidad es que los pobres para los cristianos no son una categoría sociológica, sino la misma carne de Cristo» (n. 110). 

«Cualquier comunidad de la Iglesia, en la medida en que pretenda subsistir tranquila sin ocuparse creativamente y cooperar con eficiencia para que los pobres vivan con dignidad y para incluir a todos, también correrá el riesgo de la disolución, aunque hable de temas sociales o critique a los gobiernos. Fácilmente terminará sumida en la mundanidad espiritual, disimulada con prácticas religiosas, con reuniones infecundas o con discursos vacíos» (n. 113). 

Otra afirmación esclarecedora: «La opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria» (n. 114). En ese mismo número continúa la crítica a quienes afirman: «Hay quienes siguen diciendo: “Nuestra tarea es rezar y enseñar la verdadera doctrina”». 

Una particularidad de la Exhortación Apostólica del Papa León XIV es la atención a la limosna (nn. 116-121). Esta se interpreta como el acercamiento a los pobres: «No será la solución a la pobreza mundial, que hay que buscar con inteligencia, tenacidad y compromiso social. Pero necesitamos practicar la limosna para tocar la carne sufriente de los pobres» (n. 119). 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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