viernes, 17 de octubre de 2025

Vaciarse y llenarse.

Vaciarse y llenarse

El primer horizonte instintivo en el que la mente comienza a pensar no es el cognitivo, con las categorías de verdadero y falso; tampoco es el ético-jurídico, con las categorías de justo e injusto; es más bien el horizonte natural, con las categorías de bueno y malo, el mismo que aplicamos ante un alimento o un olor.

 

Antes de ser una mente que piensa y razona, somos un cuerpo que quiere vivir, somos vida que desea subsistir y que, por ello, tiene en el instinto de conservación su lógica primaria...

 

En esta perspectiva, se trata de preguntarse si el concepto de vacío es bueno o malo; no correcto o incorrecto, no verdadero o falso, sino bueno o malo para la vida de cada uno de nosotros.

 

En otras palabras, ¿qué debo hacer conmigo mismo: debo llenarme o vaciarme? ¿Debo llenar mi vida cada vez más de encuentros, lecturas, participaciones, compromisos, relaciones, o por el contrario debo vaciarla de todo persiguiendo el ideal del monje?

 

Mi respuesta es la del término medio, el criterio más sabio que conozco para navegar por el mar de la existencia. La vía del término medio consiste en captar los dos extremos con su positividad y su negatividad y encontrar el punto de equilibrio entre ellos.

 

Y desde esta perspectiva, no se trata ni de vaciarse por completo ni de llenarse por completo, sino de vaciarse y llenarse, exactamente como nuestros pulmones, que se llenan de aire y luego se vacían, para luego repetir de nuevo las dos operaciones opuestas.

 

Lo hacen entre veinte y veinticinco mil veces al día, dependiendo del ritmo vital de cada uno, comenzaron cuando nacimos, incluso antes, en el vientre materno, y cesarán en el último instante de nuestra vida con el último aliento.

 

No solo existe el vacío, no solo existe el lleno: existe el vacío que se llena y el lleno que se vacía. Y lo que vale para los pulmones, también vale para el corazón que bombea la sangre, para el estómago y el intestino que metabolizan los alimentos, y no puede dejar de valer también para la mente.

 

Aquí tocamos el centro de la cuestión espiritual, porque la espiritualidad tiene que ver precisamente con el aire, como indica el término latino “spiritus” que, antes de remitir a la espiritualidad, remite a la respiración, al igual que el griego “pneuma”, el hebreo “ruah”, el sánscrito “atman”, todas palabras que, antes de significar espíritu en el sentido de inteligencia inmaterial y libre, significan viento.

 

Y el viento, por un lado, llena y, por otro, vacía, como ocurre con los senderos en esta estación otoñal, ahora llenos de hojas secas por las ráfagas de viento, ahora barridos. Depende. El viento trae, el viento quita. Se comporta exactamente como el tiempo, que «todo quita y todo da», por recordar a Giordano Bruno.

 

Por lo tanto, no estamos hechos ni para el vacío ni para la plenitud absoluta de quienes, con la Biblia o cualquier otro libro sagrado en la mano, creen haber encontrado la verdad. No, ni el vacío del nihilismo ni la plenitud del dogmatismo.


Estamos hechos para la búsqueda. Y para buscar hay que estar vacío, de lo contrario no te pones en marcha; pero también hay que aspirar a encontrar y a llenarse, de lo contrario ni siquiera te pones a buscar.

 

Lo que significa que habrá momentos en la vida en los que deberemos vaciarnos, liberándonos de todas las ideas que otros han introducido en nosotros, y permanecer transparentes como el cristal: vacíos, precisamente, para generar algo verdaderamente nuestro.

 

Según enseña Descartes en el “Discurso del método”, en un determinado momento de la vida, para llegar a construir sobre una base totalmente nuestra, es necesario dudar de todo.

 

Habrá momentos en la vida en los que tendremos que vaciarnos y otros en los que tendremos que llenarnos, porque no estamos hechos ni para el vacío ni para el lleno, sino para la relación: para el dinamismo, el flujo, el intercambio de calor, la termodinámica inestable en la que consiste la vida.

 

Desde esta perspectiva, una relación es verdadera y vital si nos hace movernos y no nos inmoviliza llenándonos por completo. Al mismo tiempo, sin embargo, estamos hechos para asumir contenidos (en forma de personas, rostros, música, historias) con los que llenar nuestro interior.

 

Por lo tanto, el trabajo fundamental a nivel espiritual consiste en comprender si es el momento de vaciarse y de qué, o si es el momento de llenarse y de qué para contrarrestar el vacío y el desierto de nuestros días.

 

El criterio para comprender si debemos vaciarnos o llenarnos es la alegría. Spinoza enseña: «Cuanto mayor es la alegría que nos embarga, mayor es la perfección a la que llegamos».

 

Comprendemos si estamos en el camino correcto de la vida si dentro de nosotros florece la alegría de vivir y el poder correspondiente, no en el sentido de imposición, sino de despertar de todo nuestro potencial.

 

Si, por el contrario, en la situación en la que nos encontramos percibimos impotencia, significa que estamos en el camino equivocado y debemos cambiar. El criterio sigue siendo siempre la alegría activa.

 

El valor de un ser humano depende del método por el que procede en la vida, y el criterio por el que comprender que el método por el que se procede es el correcto es la alegría y el poder de vivir.

 

Concluyo con una frase que me gusta mucho y que le debo a Karl Jaspers, quien la cita al principio y al final de su libro «La fe filosófica frente a la revelación» atribuyéndola a un anónimo medieval. En realidad, el autor no es ni anónimo ni medieval, ya que se trata de un intelectual de finales del siglo XV, Martinus von Biberach. Es precisamente en su lápida donde está grabada la frase citada por Karl Jaspers: «Vengo, no sé de dónde. Soy, no sé quién. Muero, no sé cuándo. Me voy, no sé adónde. Me sorprende estar contento».

 

Esta frase indica el resultado del camino espiritual de un ser humano que se enfrenta al vacío y a la plenitud del ser, porque Martinus von Biberach llegó a tener la mente completamente vacía de respuestas («no sé») pero llena de preguntas cuya importancia y naturaleza conocía (el origen, la identidad, el fin, el destino) .

 

Y esta búsqueda suya, que le había llevado a eliminar las respuestas de los demás, pero a mantener la inquietud de las preguntas, le llevó a ser feliz, con esa alegría unida al asombro que es el sello de la vida auténtica.


P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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Vox de Rosalía.

Vox de Rosalía   Soy cristiano, intento vivir según las enseñanzas de la gran tradición cristiana. Y voy aprendiendo que lo invisible es más...