¿Hasta cuándo el infierno en Gaza?
Hemos experimentado traumas horribles perpetrados por humanos que han perdido su humanidad, y ahora bombardeamos, matamos a golpe de metralleta y matamos de hambre a personas y endurecemos nuestros corazones hasta el punto de petrificarnos. La corrupción moral es un mecanismo que se alimenta y justifica en un ciclo que puede volverse infinito sin una intervención decisiva e insistente.
Para los israelíes, el estatuto de refugiados que han impuesto a millones de palestinos durante 75 años, la ocupación que han impuesto a millones de otros durante 56 años y el asedio que han impuesto a millones de palestinos en Gaza durante 16 años han erosionado toda moral y sus principios más elementales. Han normalizado una situación en la que hay gente que vale menos. Mucho menos. Prácticamente nada… menos que los daños colaterales.
La corrupción a menudo avanza hacia las profundidades del abismo a una velocidad constante con aterradores períodos de aceleración, pero también hay momentos esperanzadores de desaceleración… La incomprensible crueldad a la que han sido y están siendo expuestos los palestinos –que demuestra hasta qué punto la ocupación y el asedio corrompen también a los ocupantes– va penetrando en el alma. Y, al igual que la energía nuclear, nos arrastra a un infierno moral.
Fueron necesarios sólo unos días para que una matanza sistemática y sin sentido de civiles (niños, mujeres, ancianos y hombres) a manos de miembros de una organización que ha perdido toda apariencia de humanidad derribara algunas de las barreras que todavía parece que había… Y se ha creado una sociedad en la que la gente del otro lado de la frontera ha sido despojada de su humanidad.
Hoy, Israel es un país y una sociedad donde los llamados a eliminar Gaza no son sólo cosa de personas patéticas y marginadas que dejan comentarios en las redes sociales. Es un país donde los legisladores del partido gobernante piden abierta y descaradamente una “segunda Nakba”, donde el ministro de Defensa ordena que se niegue agua, alimentos y combustible a millones de civiles, un país cuyo presidente, Isaac Herzog, la cara moderada de Israel, puede hasta afirmar que todos los habitantes de Gaza son responsables de los crímenes de Hamás.
En Gaza, con sus 2,3 millones de habitantes, más de la mitad de ellos niños, que viven bajo un gobierno que combina una dictadura totalitaria con un fundamentalismo religioso, el Presidente israelí no ha podido encontrar a un solo gazatí –hombre, mujer o niño– que no fuera responsable. Afortunadamente ningún canal de noticias ha encargado una encuesta para conocer el porcentaje de la comunidad judía que apoya la limpieza étnica en Gaza.
Y quizás no sólo en Gaza; ¿Por qué detenerse allí? Cuando los líderes políticos y militares pierden toda moderación y respaldan ideas para asestar un golpe brutal a los civiles, estamos creando una sociedad en la que se ha completado el proceso de despojar a las personas más allá de su humanidad.
Y cuando eso sucede, el infierno está cerca. El 8 de octubre del pasado año 2023 el gobierno de Israel dio un paso de gigante en su campaña de corrupción moral y ahora todo Israel está cada vez más peligrosamente cerca del agujero negro. No es de extrañar que haya miles de muertes en Gaza: ¡miles! – y que las voces que cuestionan si se ha hecho lo suficiente para evitar daños a inocentes apenas se escuchan en el debate público israelí.
Y eso no es todo. Es probable que expresar el dolor por la muerte de niños en la Franja (muchos no, demasiados, casi infinitos) no sea el peor escenario, porque la compasión por los niños de Gaza también puede conducir a un intento de linchamiento por parte de una turba fascista intransigente, xenófoba, ultra-religiosa,… Camino al agujero negro, revolotean aquellos que no condenan sin vacilación –y sin huir del “contexto”– una orgía satánica de destrucción de comunidades civiles palestinas junto con sus residentes.
Lo escucho/veo en las noticias (ahora estas noticias no suelen ocupar los primeros minutos de los noticieros) o lo leo, y me muero de vergüenza. Puede que no se haya entendido, pero la lucha para poner fin a la ocupación y lograr la independencia del pueblo palestino es parte de la lucha universal por defender los derechos humanos de todos, y no al revés. La idea del carácter sagrado de la vida humana, la noble idea de que toda persona tiene derechos fundamentales que no deben verse comprometidos, no es una herramienta para implementar la independencia palestina, sino todo lo contrario. La libertad y la autodeterminación palestinas están diseñadas para avanzar hacia una realidad en la que las personas disfruten de la protección de sus derechos y sean libres de llevar sus vidas como quieran.
Quienes están confundidos sobre este tema no son humanitarios. Quienes están confundidos sobre esta cuestión no expresan una tesis moral compleja, humanista y profunda, simplemente se entregan al apoyo al terrorismo.
Ser humano es un trabajo duro. Seguir siendo humano frente a una crueldad inhumana es mucho más difícil. A pesar de lo que solemos pensar, el humanismo no es un rasgo humano natural. Es mucho más natural el deseo de vengarse, de culpar a todos los que están en el otro lado, de arrojarles miles de bombas, de borrarlos de la faz de la tierra. La historia de la humanidad está llena de ejemplos y aparentemente no hemos aprendido nada en la primera mitad del siglo XXI.
Son tiempos terribles. Hemos experimentado traumas horribles perpetrados por seres humanos que han perdido su humanidad, y ahora bombardeamos, matamos a golpe de fusil, y matamos de hambre a la gente y, sobre todo, endurecemos nuestros corazones hasta la petrificación. La corrupción moral no es menos peligrosa para nuestra supervivencia que Hamás o que cualquier integrismo en nombre del Islam.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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