miércoles, 10 de septiembre de 2025

El Señor está aquí, pero nos distraemos - Mateo 4, 12-23 -.

El Señor está aquí, pero nos distraemos - Mateo 4, 12-23 -

Juan ha sido arrestado, la gran voz del Jordán calla, pero se alza una voz libre en el lago de Galilea.

 

Sale a la luz, sin miedo, un imprudente joven rabino, solo, y va a enfrentarse a las fronteras, en la mestiza Galilea, crisol de pueblos, casi Siria, casi Líbano, región casi perdida para la fe.

 

Comenzó a predicar y a decir: convertíos porque el Reino de los cielos está cerca.

 

Estamos ante el mensaje generativo del Evangelio. La Buena Noticia no es «convertíos», la palabra nueva y poderosa está en ese pequeño término «está cerca»: el Reino está cerca, y no lejos; el cielo está cerca y no perdido; Dios está cerca, está aquí, y no más allá de las estrellas.

 

Hay polen divino en el mundo. Y tú estás inmerso en él. Dios ha venido, fuerza de cercanía de los corazones, fuerza de cohesión de los átomos, fuerza de atracción de las constelaciones.

 

¿Qué es esta pasión de cercanía nueva y antigua que corre por el mundo? No es otra cosa que el amor, que se expresa en toda la potencia y variedad de su fuego.

 

El amor es la pasión de unirse al amado, pasión de cercanía, pasión de comunión inmensa: de Dios con la humanidad, de Adán con Eva, de la madre hacia el hijo, del amigo hacia el amigo, de las estrellas con las otras estrellas.

 

Convertíos, entonces, significa: ¡daos cuenta! Volveos hacia la luz, porque la luz ya está aquí.

 

La hermosa noticia es esta: Dios está obrando, aquí entre las colinas y el lago, en las calles de Cafarnaúm y Betsaida, para sanar la tristeza y la falta de amor del mundo. Y cada camino del mundo es Galilea. Nosotros, en cambio, caminamos distraídos y pisoteamos tesoros, pasamos junto a joyas y no nos damos cuenta.

 

El Evangelio de Mateo habla del «Reino de los cielos», que es como decir «Reino de Dios»: y es la tierra tal y como Dios la sueña; el proyecto de una nueva arquitectura del mundo y de las relaciones humanas; una historia finalmente libre de engaño y violencia; una luz interior, una fuerza que penetra en el entramado secreto de la historia, que circula en las cosas, que no se detiene, que empuja hacia arriba, como la levadura, como la semilla. La vida que vuelve a empezar. Y Dios dentro.

 

 

Mientras caminaba a lo largo del mar de Galilea, vio a dos hermanos que echaban las redes al mar.

 

Jesús camina, pero no quiere hacerlo solo, necesita hombres y también mujeres que estén cerca de Él (Lucas 8,1-3), que muestren el rostro bello, orgulloso y luminoso del reino y su fuerza de comunión. Y los llama a atreverse, a ser un poco locos, como Él.

 

Por toda Galilea pasa uno que es el sanador del hombre. Pasa uno que sabe volver a encantar la vida. Y detrás de Él van hombres y mujeres sin dotes particulares, y detrás de Él vamos también nosotros, pequeños anunciadores para que solo sea grande el anuncio.

 

Tierra nueva, a orillas del mar de Galilea. Y aquí, sobre nosotros, un cielo nuevo. Ese rabino nos ofrece un tesoro, de vida y de amor, un tesoro que no engaña, que no decepciona. Lo escuchamos y sentimos que la felicidad no es una quimera, es posible, es más, está cerca.


 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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