sábado, 6 de septiembre de 2025

José, modelo de todo creyente - Mateo 2, 13-15. 19-23 -.

José, modelo de todo creyente - Mateo 2, 13-15. 19-23 -

La Navidad no es sentimental, sino dramática: es el comienzo de un nuevo orden de todas las cosas. No es una fiesta de buenos sentimientos, sino el juicio sobre el mundo, la conversión de la historia.

 

La gran rueda del mundo siempre había girado en una sola dirección: de abajo hacia arriba, de lo pequeño hacia lo grande, de lo débil hacia lo fuerte.

 

Cuando nace Jesús, o mejor dicho, cuando el Hijo de Dios nace de una mujer, el movimiento de la historia se detiene por un instante y luego comienza a fluir en sentido contrario: el omnipotente se hace débil, el eterno se hace mortal, lo infinito está en el fragmento.

 

El destino del mundo se decide dentro de una familia: un padre, una madre, un hijo, el nudo de la vida, el eje del futuro.

 

Las cosas decisivas, hoy como entonces, suceden dentro de las relaciones, de corazón a corazón, en el valor cotidiano de una, de muchas, de infinitas criaturas enamoradas y generosas que saben «tomar consigo» la vida de los demás.

 

José es el modelo de todo creyente, en el que la fe y los afectos son fuerza el uno para el otro. Herodes envía soldados, Dios envía un sueño. Un grano de sueño caído en los duros engranajes de la historia basta para cambiar su curso.

 

«José tomó al niño y a su madre durante la noche y huyó a Egipto». ¡Un Dios que huye en la noche!

 

¿Por qué el ángel ordena huir, sin garantizar un futuro, sin marcar el camino y la fecha del regreso? Porque Dios no salva del exilio, sino en el exilio; no te evita el desierto, sino que es fuerza dentro del desierto, no protege de la noche, sino en la noche.

 

José sueña tres veces. Cada vez es un anuncio parcial, una profecía de corto alcance. Sin embargo, para partir no pide tenerlo todo claro, ver el horizonte completo, sino solo la luz suficiente para dar el primer paso, la fuerza necesaria para la primera noche.

 

A José le basta un Dios que entrelaza su aliento con el de los tres fugitivos para saber que el viaje va hacia casa, aunque pase por el lejano Egipto; que es una aventura de peligros, de caminos, de refugios y de sueños, pero que hay un hilo rojo cuyo extremo está firme en la mano de Dios.

 

José representa a todos los justos de la tierra, hombres y mujeres que, asumiendo la vida de otros, viven el amor sin contar las fatigas y los miedos; todos aquellos que, sin proclamas ni recompensas, en silencio, hacen lo que deben hacer; todos aquellos cuya tarea suprema en el mundo es custodiar vidas con su propia vida).

 

Y así lo hacen: concretos y a la vez soñadores, indefensos y sin embargo más fuertes que cualquier faraón.


 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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