martes, 7 de enero de 2025

Descontento y malestar de la mujer en la Iglesia.

Descontento y malestar de la mujer en la Iglesia 

La lectura del artículo “La lucha por los derechos de las mujeres en la Iglesia: ¿urgencia o carrera de fondo?” (https://www.religiondigital.org/opinion/derechos-mujeres-Iglesia-urgencia-carrera_0_2707229257.html) me ha provocado una primera reflexión que comparto. 

El descontento de las mujeres, que se ha convertido en un fenómeno seguramente hasta bastante mundial, ha surgido también de los informes continentales presentados al sínodo universal. El proceso de escucha y discernimiento iniciado por este último ha puesto finalmente el tema en primer plano. 

Uno de los frutos fue la presencia, sin precedentes, de 54 ‘madres sinodales’ con derecho a voto en la primera sesión de octubre de 2023. El Sínodo se aseguró de que el malestar de las mujeres se percibiera claramente. Sin embargo, todavía no se comprenden sus causas profundas. Se escuchan las palabras de las mujeres, pero demasiado poco las verdades que esas palabras encierran. Al menos cuando implican una transformación en el interlocutor varón. 

El Informe de Síntesis clamaba por “un reconocimiento real y una valorización específica de la presencia y la contribución de las mujeres y una promoción de sus responsabilidades pastorales en la vida y la misión de la Iglesia”. 

Los documentos llegados para la segunda sesión subrayan estas urgencias. En particular, piden una mayor participación de las mujeres en los procesos de decisión y la valorización de su papel a partir de lo que ya es posible, tanto en la enseñanza como en la asignación de cargos en las diócesis y en los procesos canónicos. La indicación es clara y, por tanto, no es necesario ningún otro trabajo de asamblea. En cambio, se trata de saber cómo seguirla. Evitar, una vez más, derivas clericales en un camino objetivamente complejo. Seguramente hasta ciertas preocupaciones ha aumentado tras la aparente cerrazón del Papa Francisco al diaconado femenino en la entrevista de mayo pasado a la CBS. 

Estamos en medio de un itinerario. Es crucial, por tanto, que ninguna de las partes interrumpa el diálogo. Éste no concluye hasta que ambas están satisfechas. Cualquier pronunciamiento debe enmarcarse en el horizonte de una conversación abierta, en la que procedamos por decisiones que expresen el acuerdo alcanzado hasta el momento. Sería conveniente establecer estructuras en las que se pueda seguir debatiendo el tema, sacando las tensiones a la superficie, sin miedo. La Iglesia se ha enfrentado a acalorados debates en otras ocasiones a lo largo de la historia. Es la Tradición la que nos ofrece valiosas indicaciones sobre cómo proceder. El paradigma sigue siendo el que relatan los Hechos sobre el Concilio de Jerusalén, cuando se decidió que los cristianos de otras tradiciones culturales y religiosas no estaban obligados a seguir las reglas del judaísmo. El principio invocado entonces por Pedro fue “no imponer más cargas de las necesarias”. 

Era válido entonces y lo es ahora. Esta “opción por los últimos” es un criterio de discernimiento sinodal que discierne lo que el Espíritu quiere decir a la Iglesia de hoy. ¿Cómo se pueden sentir las mujeres parte de una Iglesia que ha excluido la otra mitad del cielo durante veinte siglos y ni siquiera llora? ¿Quién se pierde una enorme riqueza y no llora? ¿Cómo pueden sentirse parte de una Iglesia inmóvil, fija, siempre igual, si cada día cada uno de nosotros somos también diferentes? ¿De una Iglesia monótona, gris, monótona, mientras el mundo es colorido? ¿De una Iglesia que dice leer el Evangelio, siempre contemporáneo, cuando ella no es contemporánea? 

También en esta ocasión, algo, ¿mucha?, ¿toda?, la verdad del Evangelio está en juego. Lo cual no es, a pesar de lo que mucha gente piensa y practica, un monopolio y propiedad de los varones. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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