Lo sagrado y las religiones en los conflictos
Hace más de treinta años, un politólogo estadounidense - Samuel Huntington - predijo que el mundo después de la Guerra Fría estaría dominado por choques de civilizaciones. Por "civilizaciones" entendía macro-áreas culturales y religiosas: el mundo ortodoxo, el Oriente islámico, el Occidente cristiano, así como las "civilizaciones" hindú y budista. En un momento en que la antigua Yugoslavia se desintegraba en una sangrienta guerra civil confesional -croatas católicos, contra serbios ortodoxos contra bosnios musulmanes- su tesis sonaba bastante plausible.
Los pueblos van a la guerra también por asuntos que se consideran sagrados.
Los sociólogos de la religión se han dado cuenta hace tiempo de que cada comunidad tiene el poder de sacralizar prácticamente cualquier aspecto de su vida. Si un clan puede sacralizar su animal-tótem en la lucha contra otro clan, los individuos pueden hacer lo mismo con un trozo de tierra, una nación, sus líderes políticos, una idea abstracta o, de forma más inocua pero a menudo bastante violenta, su equipo de fútbol favorito.
Una comunidad se define a sí misma por lo que considera sagrado. Las guerras sacralizadas producen nuevos santos: los soldados caídos, las víctimas de la guerra. No es casualidad que nuestras ciudades europeas estén llenas de estos monumentos. También vemos este mecanismo ancestral en funcionamiento en los conflictos que nos rodean hoy en día. Por ejemplo, Israel y los palestinos, al mismo tiempo, reivindican cada uno la propiedad de lugares y territorios que consideran sagrados.
Los individuos con posturas contrarias al credo político dominante pueden ser calificados de "herejes" desde la perspectiva del poder estatal sacralizado. Las guerras son terribles actos de "compulsión": una vez establecido el proceso de sacralización de territorios, naciones y nuevos mártires, resulta muy difícil escapar a su lógica. Muchos individuos que en un principio pueden optar por mantenerse al margen del proceso de sacralización, luego se ven atrapados en él. Puede ser el caso de los habitantes de los kibutzim asediados por los terroristas de Hamás.
En esta situación de "sacralizaciones antagónicas", puede parecer una contradicción recurrir a las religiones para encontrar una posible salida. ¿Acaso el problema no podrían ser las propias religiones y sus mecanismos de sacralización?
A lo largo de la historia, las religiones han fomentado procesos de extremismo que han desembocado en el uso de la violencia. Al mismo tiempo, también es cierto que hombres y mujeres religiosos han sido capaces de "herejías" espectaculares contra lo que, en su momento, fueron los "dominantes sagrados": se puede pensar, por citar sin más algunos ejemplos, en figuras como Martin Luther King contra la segregación racial, Nelson Mandela contra el régimen del apartheid en Sudáfrica, Dietrich Bonhoeffer contra el nacionalsocialismo.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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