San José, padre y maestro espirituales
Es verdad: San José no habla en los Evangelios, pero los Evangelios hablan de él. No es en absoluto una figura menor dentro de los relatos de la infancia; domina la sección bíblica. Los versículos suficientes son la historia de un hombre llamado a cooperar en la Historia de la Salvación, convirtiéndose en el padre de Jesús. Es una historia cristocéntrica-salvífica, no judeo-devocional. Por su presencia en los Evangelios, y en los misterios histórico-salvíficos, debería haber una reflexión antropológica y teológica más precisa que aún hoy, después de más de veinte siglos, sigue luchando por emerger y ser plenamente comprendida.
Si es cierto que toda paternidad procede de Dios, y por tanto también la de José, no es menos cierto que Dios mismo quiso someterse a la paternidad de este hombre, relacionándose y configurándose como hijo. A José le llamamos 'Santo', pero Jesús le llamaba 'Papá'. En José, Jesús tuvo una paternidad ejemplar. También lo es para nosotros: en esta paternidad podemos buscar y encontrar las características especiales de un verdadero padre.
Solemos decir que hoy en día existen varios modelos negativos de paternidad: el padre castrador y represivo, el padre autoritario, el padre ausente o invisible, el padre débil y maternal,… La sociedad contemporánea se define como una «sociedad sin padre», que lleva la «cicatriz de la evaporación del padre» (cf. Jacques Lacan). El mismo Papa Francisco habla de una sociedad en la que los hijos parecen «huérfanos de padre» (cf. Patris Corde 7). Hasta existe una figura distorsionada y desvaída del padre, cuya autoridad es vista con recelo y duramente cuestionada.
¿Se puede proponer a San José en toda su belleza bíblica y antropológica? Él nos enseña que no basta con engendrar biológicamente un hijo para ser padre. Se llega a ser padre si se elige serlo. José eligió ser padre (Mt 1,24-25). Nos enseña que un padre nace cuando acoge la novedad que ha entrado en su vida como discontinuidad, como ruptura del tiempo pasado que es capaz de deconstruir en función de un tiempo nuevo, en el que todo adquiere formas y significados nuevos (Lc 2, 33-35).
San José enseña a los padres lo que deben enseñar a sus hijos para hacerse adultos: hacerse caminantes, dejar lo garantizado y la ilusión de haber llegado, concluido y ya salvado; la vida es siempre un éxodo (Mt 2,13-23).
San José nos enseña que ser padre significa exponer a los hijos, sacrificar la propia necesidad de poseerlos, de apoderarse de su deseo (Lc 2,49), y nos muestra que ser padre significa ser «peregrino», «transeúnte»: al entregar la herencia de las generaciones pasadas, acompaña a su hijo por pasajes difíciles; al final de la travesía, no lo sujeta a sí mismo, sino que lo deja seguir su propio camino, dándole a la vez la libertad de equivocarse y el eventual camino de vuelta (Lc 2, 41-52).
El mundo necesita de padres, de cuidadores… No tanto de héroes como de personas de confianza, portadoras de paciencia, esperanza y responsabilidad. «Sin despertar no se puede soñar», observó ingeniosamente el artista y cómico italiano Roberto Benigni, y San José es el hombre que despierta de la visión y pasa a la acción. «La vida espiritual que nos muestra no es un camino que se explica, sino un camino que se acoge». Tantas veces uno no dispone del camino como hacen los héroes y los protagonistas... sino que el camino se acoge y dispone de uno... en otra forma de heroísmo y protagonismo.
San José es el hombre que no habla sino que obedece, el hombre de la ternura, el hombre capaz de realizar las promesas para que sean firmes, seguras; el hombre que garantiza la estabilidad del Reino de Dios, la paternidad de Dios, nuestra filiación como hijos de Dios. Me gusta pensar en San José como el guardián de nuestras y de mis debilidades. Él, el artesano, es capaz de sacar tantas cosas bellas de nuestras y de mis debilidades, de nuestros y de mis pecados.
San José, el hombre justo, esencial y concreto, tan cercano a la condición humana normal de cada uno de nosotros. Guardó y cuidó bien lo que se le había confiado, se hizo morada sólida del plan de Dios. Nos recuerda que es necesario un compromiso consciente con la paternidad para ofrecer a nuestros hijos y a la sociedad una respuesta eficaz a la crisis de acompañar. Se necesita fuerza interior, valor y confianza. Para conseguir nuestros derechos, debemos ejercer nuestros deberes. Es una figura que resume las virtudes comunes, una referencia para creyentes y no creyentes.
Hace evidente y comprensible para todos el significado de la santidad de la vida cotidiana y de la puerta de al lado. En estos tiempos complejos, no exentos de dificultad, tantas veces entristecidos y dolorosos, la preservación de la belleza, del bien, de la bondad, de la verdad,…, se confía a tantos hombres y mujeres sólidos y sobrios que resisten el azote de los elementos. El nombre y el ejemplo de estos hombres y mujeres han atravesado la historia de la humanidad y hoy, revelando su actualidad, señalan el camino de la salvación.
En San José encontramos también el silencio: en un mundo lleno de ruido externo e interno, el silencio es el espacio de la vida y es un valor humano y espiritual; la humildad, porque sin ella no hay encarnación ni humanidad; la custodia: hay que saber hacerse cargo y proteger a los demás, el misterio y la sacralidad que existe en cada persona; el sueño para escuchar lo indecible y entender lo inefable; la escucha para dejarse guiar por la voluntad de Dios y hacerse más sensible a las personas que le son confiadas, para saber leer los acontecimientos con realismo, estar atento a lo que le sucede y a su alrededor, y sabe tomar las decisiones más sabias con disponibilidad, con prontitud; el despertarse del sueño levantándose y poniéndose en camino para emprender cada día la sorpresa de Dios en lo cotidiano y en la profecía del cada día; el ‘amén’ de la fe que sabe a disponibilidad y docilidad a las sorpresas de Dios y a los “reclamos” del amor divino; la justicia de la honestidad del trabajo encomendado bien realizado con arte y artesanía; la paternidad en un mundo tan huérfano, sin padres y sin madres, es necesario redescubrir el sentido de la paternidad por parte de los padres, de los educadores,…, una paternidad gratuita, que siempre se recibe como don y que se hace tarea que dura toda la vida; la practicidad que sabe atender y procurar lo necesario;…
Tal vez, es solamente una propuesta, se puede leer el himno a la caridad -1 Cor 13, 1-13 - del Apóstol San Pablo con los ojos de San José. Como señala San Pablo, la caridad es paciente, no se envanece y no busca sus propios intereses. El mismo Jesús desaprobó la manera farisaica de orar y hacer buenas obras, exhibiéndose ante todos, predicando desde la altura de su supuesta superioridad moral. ¿Qué hay más opuesto a este modo de actuar que la discreción operosa y diligente, humilde y paciente, discreta y silenciosa de San José?
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