martes, 11 de febrero de 2025

Amor a los enemigos.

 Amor a los enemigos

Ama, haz el bien, bendice, ora. En realidad, todo parece terriblemente obvio y vertiginoso al mismo tiempo. Aquí no hay metáforas. Depende “de mí”, no de lo que haga el otro. De cualquier manera que actúen o hayan actuado conmigo. Es “la novedad cristiana” y “la diferencia cristiana”. Sin embargo, es la página del Evangelio (Lc 6,27-38) la que menos nos suele gustar meditar… Señor, ¿por qué la pones delante de nosotros? 

Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os maltratan”. Jesús está siempre en esa llanura debajo de la montaña. Lucas dice que se dirige a sus discípulos, a aquellos que han decidido seguirle. No a toda la multitud. 

Pero hay algo que siento que está suspendido y no es obvio. 

¿Quién es realmente mi enemigo? ¿Quién me odia? ¿Quién me maldice? ¿Quién me hizo daño realmente? Aquí la respuesta parece aparentemente más fácil. Pero todo depende de lo que yo perciba como real. Y el Señor me llama a actuar, con esos cuatro verbos, en primera persona: ama, haz el bien, bendice, ora. Y no a reaccionar. 

Ayúdame, Señor, a amar a mi esposa, a quien siento como una enemiga cuando me golpea en mis puntos débiles, pero también encuentra mis coartadas. Porque me duele, pero me pone cara a cara con el daño que le hago, la soledad en la que la dejo, la ternura que me falta. 

Ayúdame, Señor, a abrir los ojos, porque realmente no sé quién me odia. ¡Quizás tenga suerte! Pero espero con todo mi corazón hacerle el bien, algún día, aún sin saberlo. Ambos estaremos a salvo. 

Ayúdame Señor a bendecir a mis hijos cuando ellos piensan que todo les corresponde o cuando me responden mal. Me enseñan a afrontar la gratuidad del amor. 

Ayúdame, Señor, a orar siempre por aquellos que creo que me han hecho daño, porque finalmente seré libre del rencor, de la ira y seré feliz. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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